RUTA 18: MONCAYO







BICICLETA DE MONTAÑA: RUTA 18.      MONCAYO.






Bajo la imagen de la Cruz Negra del Monasterio de Veruela,  Gustavo Adolfo Becquer espera cada tarde, sentado sobre las escalinatas de granito, a que el cartero le traiga su periódico. En este punto, donde el viento mece las hojas de los álamos, varios olmos dibujan un pequeño círculo dejando espacio suficiente a la alta Cruz. En el otro extremo del camino, los muros almenados del monasterio de un kilómetro de longitud, cercan un espacio bucólico, repleto de silencio y armonía. 

“En el fondo del melancólico y silencioso valle, al píe de las últimas ondulaciones del Moncayo, que levantaba sus aéreas cumbres coronadas de nieve y de nubes, medio ocultas entre el follaje oscuro de sus verdes alamedas y heridas por la última luz del sol poniente, vi las vetustas murallas y puntiagudas torres del monasterio, en donde ya instalado en una celda, y haciendo una vida mitad por mitad literaria y campestre, espera vuestro compañero y amigo recobrar la salud, si Dios es servido de ello…” escribía Becquer en su primera carta desde su celda.

El monasterio de Santa María de Veruela está situado en la provincia de Zaragoza, en el vértice donde confluye con Navarra y Soria. Se halla en un pequeño valle formado por el río Huecha, bajo la mole del imponente Moncayo, que, con sus 2316 metros, es el pico más alto del Sistema Ibérico. Son parajes llenos de poesía, prosa y leyendas, Bécquer describió la vertiente aragonesa, mientras que la llanura soriana inspiró a Antonio Machado. 


Un sublime y variopinto paisaje dibuja el Moncayo, con sus cabezos, con singulares formaciones como las Peñas de Herrera, sus gradas y matorrales. Los pastizales, acebos, tejos, helechos, jaras, sabinas y encinares que crecen en la falda van dando paso a bosques de robles, hayas y pinos negros. A los pies del majestuoso monte, se asienta una humilde comarca. Una comarca que sigue siendo agrícola, donde el cierzo sopla y aligera las altas temperaturas del verano y en invierno hiela los campos y las pocas personas que la habitan. En la actualidad, el Parque Natural brinda infinidad de itinerarios al amante de la naturaleza.

Pero nosotros no nos conformamos con cualquier itinerario y bajo la imagen de la Cruz Negra del Monasterio de Veruela iniciamos la más ambiciosa ruta; alcanzar la cima de esta prominencia que desde tantos puntos se observa en el horizonte.

Dura y muy exigente con rampas constantes desde la salida, sin descansos que permitan recobrar la respiración, repechos del 9, 12 y 19%.

Pero en la cota de 2000 mts, después de haber superado infinidad de cuestas, y más de 1600 mts. de desnivel acumulado. A falta de tan solo 316 mts. el infortunio se ceba con nosotros y una trampa de arena en el único descenso de toda la mañana nos hace voltear y salir volando sobre la bicicleta. Cuando por segunda vez golpeo el casco con el suelo veo que mi amiga sigue corriendo impertérrita rumbo a la vertiente. Dolorido en el costado hago análisis de daños: costillas, hombro, cuadriceps, Chapa y pintura para varios días pero nada roto, pero imposible alcanzar la cumbre. 

Recordar que este lugar tiene magia, brujas y hechizos, y la montaña es soberana solo deja llegar a quien ella quiere en el momento deseado. Tened cuidado pues.












"Como a la mitad de esta alameda deliciosa, y en un punto en que varios olmos dibujan un círculo pequeño enlazando entre sí sus espesas ramas, que recuerdan, al tocarse en la altura, la cúpula de un santuario, sobre una escalinata formada de grandes sillares de granito por entre cuyas hendiduras nacen y se enroscan los tallos de las flores trepadoras, se levanta gentil, artística y alta, casi como los árboles, una cruz de mármol que, merced a su color, es conocida en estas cercanías por la Cruz Negra de Veruela.". Segunda carta de G. A. Becquer.



La cruz se presenta como símbolo de la inspiración del poeta romántico. Sin embargo, en realidad se trata de un símbolo de la autoridad que el abad de Veruela tenía sobre las tierras de la zona.

Cuando traspasamos su silenciosa entrada por un momento da la sensación de que nos vamos a encontrar con los hermanos Becquer componiendo rimas o dibujando capiteles.









El recinto monástico se encuentra amurallado con una forma exagonal, en su interior son dignos de visitar la iglesia y el claustro.































































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