MI TRABAJO EN DISNEY
Por nuestra redactora Cristina Sánchez
Mi trabajo en Disneyland París
Hace algunos años, Disney nos enseñaba como Peter Pan
decidía no envejecer para poder pertenecer siempre a un mágico mundo plagado de
imaginación. Hoy en día, esa generación que crecimos entre sus cuentos de
fantasía hemos madurado, siendo los menos capacitados para comprender el mundo
de ensueño que Disney Land París nos ofrece, un lugar diseñado para niños,
donde los padres retornan a su juventud recordando aquellas historias lejanas,
aquellos personajes, que poblaron sus sueños no hace tanto tiempo.
Mi nombre
es Cristina Sánchez, tengo 18 años y un futuro lleno de ilusión, metas y
esfuerzo.
Así
empezaba mi carta de presentación para solicitar una entrevista a la
multinacional Disney. Una semana después recibía un correo con una fecha y
dirección. Me citaban en Madrid para una entrevista personal con un millar más
de personas. Después de tres horas de espera llego mi turno. Me desmayaba de
miedo. Me preguntaron en francés e ingles acerca de mis trabajos anteriores y
mi afinidad con los niños. Creo que salí airosa y pocos días después me
concretaban que estaba contratada.
Con una
enorme ilusión tomo el avión a París y yo os voy a contar mis experiencias en
esta fábrica de sueños.
Llegada a DisneyLand
Cuando llego al aeropuerto me encuentro con una
huelga del personal de tierra, por lo que las maletas tardan muchísimo en
llegar. El autobús que debía llevarme directamente, no funciona hoy. Tengo que
buscarme la vida.
Tomo otro autobús que me lleva al centro de París,
buscar la estación del TAG (el AVE francés) que me deje en la misma puerta de
mi destino. Superado estas dificultades me encuentro a las puertas de Disneland
a la hora de comer desde las 4 de la mañana paseando por aeropuertos, aviones,
buses y trenes de alta velocidad.
En la recepción del Hotel Newport debo
presentarme, donde me dan las primeras consignas, me enseñan los que serán mis
aposentos, la residencia para trabajadores, donde comparto habitación con otra
chica, que a la primera impresión me parece majísima, de Salamanca.
Mañana tengo un curso de manipulador de
alimentos, y después la prueba de vestuario. Mi destino será un restaurante en
la zona de Far West, donde se sirve comida y hay actuaciones en vivo. Trabajare
en horario de tarde-noche hasta las 12 como Cenicienta. El domingo libro.
Ya he hecho la
prueba de vestuario. Que sepas que trabajo en Lucky Nuggests, un restaurante
pijo del parque. Me han disfrazado de vaquera. Que pintas. Llego falda larga
rosa con volantes verdes. Camisa rosa con unas cosas parecidas a las chorreras
pero en las mangas naranjas, y delantal fucsia. Para salir a la calle el
atuendo se complementa con un abrigo lila. Divina de la muerte.
“Este restaurante
abriga la leyenda de la exuberante Miss Lil, que tubo la buena suerte de
encontrar la ”Lucky Nugget” una pepita de oro del tamaño de un bollo de pan.
El restaurante
recrea la decoración de un extravagante “saloon”, típico de los lugares de
dudosa reputación de San Francisco a finales de 1800.” Se puede comer un
apetitoso buffet compuesto de especialidades TexMex donde podrás disfrutar de gran
variedad de ensaladas, fajitas, costillas de cerdo y dulces.
Mi primera impresión
Prisas, atascos, informes, trabajo, discusiones
en la oficina, más prisas, más atascos. Llegar a casa, quitarte los zapatos, y únicamente
querer tirarte en un sillón frente a un televisor, o, en el mejor de los casos,
retomar ese libro olvidado de la quinta estantería del salón. Irte a la cama,
sin atrever a mirarte en el espejo, porque lo único que vez es una persona cada
vez más calva, más gorda, con más bolsas en los ojos.
Posees una casa en
propiedad, un coche y un trabajo. Y piensas que, con la que esta cayendo eso es
lo más parecido a triunfar en la vida.
Pero, de repente, un
día, te acuerdas de cuando eras pequeño, y fuiste a Disneyland. Allí había algo
especial, algo que le falta a tu vida, allí había magia.
Pero es magia no es
casualidad. No surge de esparcir un poco de polvo de hadas por las calles, sino
del backstage (el personal escondido). Allí, esta todo lo que no ven los
turista, y creedme, es un mundo mucho más impresionante de lo que cualquiera
podría imaginar.
Porque Disneyland
nada se deja fruto del azar. Incluso las tonterías más grandes que uno pueda
imaginar han sido pensadas previamente.
A lo largo de estos
días vamos a analizar una serie de puntos que nos harán descubrir el porqué del
éxito de este parque de atracciones.
En primer lugar
¿Como se crea la magia?
La magia surge cuando
todo el ambiente que te rodea es tan verosímil que eres capaz de dejar vagar tu
mente hacia otro lugar lejano, inexistente. Para ello es primordial la
decoración, y vestimentas no solo los muñecos que vagan de un lado a otro, sino
de todos los cash members que allí trabajan. Si alguna vez tienen la
oportunidad de ir, por favor, fíjense en los atuendos de cualquiera de los
trabajadores. No tienen desperdicio. Porque, aunque nos parezca una tontería, detrás
hay todo un equipo de personas, y una sala más grande que un Mercadona, para
disfrazar a todas esas personas que van a trabajar.
Y la incomodidad que
eso genera. Porque, si ya es difícil trabajar de camarero, imagínese si además
debe ir vestido del lejano oeste, o de los años 50. Agotador.
Y aun así, siempre
verá a los trabajadores con una sonrisa. ¿Por qué? Porque para ellos el disfraz
es una aventura. Es algo diferente (no todos tiene el privilegio de ir a
trabajar disfrazados, piensas).
Ahí es donde está la
verdadera magia, cuando consigues que, trabajadores y clientes se impregnen de
ese buen humor que reina en el ambiente.
¿Por qué me odia la Tecnología?
Hoy llevo todo el día dándole vueltas a una cuestión. Una cuestión que me quita el sueño, me
perturba y me inquieta. Es una cuestión que me ronda por la cabeza y no consigo hallar
respuesta:
¿Por qué me odia tanto
la Tecnología? Especialmente la
Tecnología Extranjera.
En Canadá tuve que
pelearme con la lavadora-nave espacial. Ese
“parato” nuclear sacado de la NASA por lo menos con quinientos mil botones. A eso, solo le faltaba esa seta roja,
el Botón de
Pánico. Porqué pánico era lo que yo pasaba cada
vez que la utilizaba. ¿Saldrá la
ropa? ¿Tendré que enviar a alguien
a comprarme una camiseta?
En Sydney, me pelee
con la secadora. Un misterio
artefacto que, por más horas que se tirara, aquello no secaba la ropa de ninguna
forma. Y no es que no funcionara,
no. Es que tenia la extraña habilidad
de no secar mi ropa, mi ropa únicamente cuando era yo la que la programaba.
Pero, sin embargo, tras
muchos sudores pude decir en ambos casos esa frase de: Desafío Conseguido.
Esta vez, me temo,
que no podré mencionar esas mágicas palabras. Esta
vez no es la lavadora, ni la secadora quienes me llevan de cabeza. No; es
un pequeño aparatejo y más diabólico. Es
el frigorífico. Si; tengo un Frigodor
en la habitación. Una cosa
pequeña que se supone que es un frigorífico, pero que en la instancia de arriba
no lleva congelador.
Vamos un cacharro,
que solo puedes esperar dos cosas:
a) que funcione
correctamente y enfríe maravillosamente bien (ja, ja, ja, eso no te lo crees ni
tú).
b) que no funcione y
enfríe más el balcón (que es lo que pasa con el 99,9% de los Frigodor.).
¿Y que creéis que
pasa con este?
Pues no, no es lo
que os pensáis, es mucho peor.
Pertenece al 0,1% de
los frigodor que funcionan, pero
es que este no solo funciona, es
que este funciona demasiado. Da
igual que la temperatura lo pongas al (1,2,3,4) y las veces que gires la
ruletita esa. Haga lo que hagas,
por la mañana vas a desayunar helado de
naranja.
Porqué sí, que no es
broma, que se han congelado las naranjas. Ayer
hice una crema de champiñones, y he guardado lo que sobraba en el Frigodor (que
estamos para no tirar nada). Bien,
pues cuando me la iba a cenar, se había formado iceberg que solo le faltaban los pingüinos.
Va en serio me trae
frita…
Hablando de cremas, cuando tu haces una crema, y le hechas
queso esperas que se deshaga. Pues
no, aquí tampoco se deshace el queso, se
empieza a derretir, derretir, derretir, hasta que, milagrosamente, todos lo
trocitos de queso chiquititos que tu habías hecho con todo su amor, se juntan
en la cacerola para formar una pelota gigante y amarillenta. Un engrudo que no hay personaje,
bacteria u hongo capaz de deshacerlo.
Llegado este momento
lo mejor es pescar al causante de semejante atrocidad y tirarlo a la basura
(ojo, a la basura, que hay una fregadera, porque eso es capaz de armar un tapón
que ni el sulfúrico lo deshace).
Visto lo que he de
visto hoy, no quiero ni saber lo que pasara con ese queso en mi estómago (esto
me pasa por comprar productos Auchan, los del pajarito).
Al final, tengo que
decir que la crema sí se ha salvado (aunque me la he tenido que comer sin sal, porque
si, no tenia sal, no me lo acordado de comprar, así que a ver si mañana robo de
la comida). En este momento una hecha de menos su cocina.
Pero los incidentes
del día no ha acabado ahí. Yo, como buena estudiante, pensaba quedarme esta
tarde un estudiar. Pero, he leído
el correo de papá y me he dicho, pues tiene razón, ya que he venido vamos a hacer
turismo aquí. Y como estamos en
crisis, pues hagamos turismo rural. Así
que he ido buscando en Google los pueblecitos bonitos que había por aquí cerca
y entre ellos él encontrado uno a un cuarto de hora de donde vivo en tren.
Bueno, en Internet
eso era la bomba. Que si ferias
de queso, que si el mejor pueblo de queso de la zona (si los franceses saben
hacer solo queso), que si tenia sin bosque de no se cuentas no se qué. Pues digo, vamos a verlo. Ni queso, ningún bosque, ni ná de na. Eso era de como Valdeluz, un pueblo dormitorio. Vamos que contando la ida y la vuelta,
he tardado hora y media en volver a casa, me
han timado, en fin.
Así que tras estas
aventuras de hoy, que me puesto a pasar a limpio unos apuntes, que no me
abandonan.
Me voy a dormir, que
mañana trabajo (mi primer día, una versión de cuantas cosas rompo). Eso si francés voy a aprender a marchas
forzadas .No vuelvo a hacer un curso de esos en el extranjero nunca más. Lo mejor, sin mesecito a currar y
espabilas que no veas (no te queda otra).Yo no conocia que sabia tanto francés.
En fin Serafin, me voy a dormir. A ver si mañana puedo comerme una
naranja o los pingüinos sí han instalado en ellas.
LA NOCHE DE NAVIDAD
En un país como disney Land, el calendario no
entiende de 25 de diciembre ni de primeros de año porque todos los días
son mágicos, especiales, irrepetibles,... para el huésped.
Anoche fue, como una noche normal, pero con más trabajo. En
nuestro restaurante (que he descubierto que es de comida rápida tipo fish and
chips, nuggles o hamburguesa por la que ten cobran un pastizal) no hubo buche
de Noël, pero si tarta de chocolate. No teníamos Tia Juana que dijera:
"Hija mía, dame un beso que estas son mis últimas navidades", pero si
un montón de clientes sonrientes que te felicitaban la noche en francés,
inglés, italiano, y... sobre todo en un entusiasta español. Todos ellos con una
sonrisa en los labios cuando escuchaban a un camarero hablando en su propia
lengua.
No hubo cardo con salsa almendras, ni marisco. Tampoco servíamos
codornices ni pavo relleno de castañas. La cena se reducía a comida basura,
pero los clientes la degustaban como si fuera el festín más maravilloso de toda
su vida (y los empleados, a escondidas en la sin que ningún huésped nos
viera, nos llenábamos los mofletes de patatas fritas y bombones cada vez que pasábamos
por la cocina).
De vez en cuando, en los descansos de los músicos, por nuestro
comedor se dejaba caer Bongo (Goofy para los españoles), que entretenía a
mayores y pequeños. Los camareros, ajetreados, solamente se fijaban en él
cuando, cargados hasta los dientes con bandejas, Goofy se interponía en su
camino, obligándolos a dar una vuelta por todo el comedor para llegar a su
destino.
Pero, lo que no sabían los huéspedes era que, en las cocinas,
nosotros teníamos un divertimento mejor. Un par de cocineros medio
chiflados (sino chiflados del todo), que nos amenizaban a todos la noche,
además de un camarero portugués y una italiana un poco tocados de la chota. Eso
por no hablar de los jefes, que con una sonrisa se paseaban cantando a todo
volumen y te gastaban bromas en francés, o de una camarera ya mayorcita que le caí
en gracia y me adoptó como su hija.
Es que, ¡qué se puede esperar de gente que trabaja en disney!.
Gente que, no quiso crecer, como Peter Pan y decidió, en un
último intento por conservar su niñez, de rodearse de personajes de libros y
películas para siempre.
Puede que al final de la noche te maten de dolor los pies, y
solo quieras llegar a tu residencia para tirarte en la cama. Que hayas pasado
la navidad fuera de casa, que no hubiera turrón ni calcetín en la chimenea, y
que Papa Noel no pasara por tu habitación. Puede que la mayoría de la gente,
cuando le digas que trabajaste en Nochebuena piense que estas loca pero…
Tú te quedas con que tu compañera todavía llegó más tarde que
tu, que tienes la oportunidad de pasar la Navidad en Disney Land (y entrar
gratis al parque cuando quieras). Con que celebraste la Navidad con bombones, y
en lugar pasaste la noche con un Goofy de traje rojo Coca-Cola.
Con todas las risas, sonrisas, las palabras nuevas que
aprendiste, la experiencia, y, sobre todo, con saber que todavía hay gente que
está más loca que tu: todos esos que dicen que jamás irían a trabajar fuera en
Navidad.
Un besazo muy, muy, muy fuerte a todos. Comeos un trozo de
turrón por mi que yo me tomaré un ibuprofeno para los pies a vuestra salud.
Cristina
Claves para sobrevivir en Disney
1 La taquilla mágica.
Hasta ahora hemos
comentado lo maravilloso que es trabajar en Disney. Como la magia que fluye por
el parque te hace recordar cuando no eras más que un niño y el espíritu de
Mickey se adentra en tus venas.
Hoy vamos a ver esa
cara menos amable de este trabajo, que no deja de ser extremadamente duro y
agotador, y las claves para sobrevivir.
En primer lugar, lo
primero a lo que una persona debe enfrentarse es a su taquilla. Yo, todos los
días me planto ante ella, brazos en jarras y le digo: hoy no vas a poder con mi
paciencia. Hoy no necesitaré ayuda. Y,
efectivamente, tardo
cinco minutos en... levantar la voz y preguntar: Est-ce qu'il y a quelqu'un que
peut me aider, si vous plait? (Hay alguien que pueda ayudarme, por favor?).
Mi contraseña se la
sabe medio Disney. Y es que ese cacharro esta ideado para sacar lo peor de mi.
Se trata de una taquilla estilo americana, de esas con ruletita que aparecen en
las series de televisión. Que uno la ve y dice, esto no puede ser tan difícil.
Pues efectivamente lo es.
A ti te dan tres
números, por ejemplo 44,28, 30 y tienes que introducirlos girando la ruedecita
esa. Pero no de cualquier manera, no, no. Eso es demasiado sencillo. Tienes que
meter, tres veces el primer número girando hacia la derecha, dos veces el segundo
numero hacia la izquierda y una vez el último hacia la derecha.
Todo esto sin parar,
ni equivocarte. El más mínimo error te hace tener que volver a empezar de cero.
Y claro, hacer todo eso sin parar. No se vosotras, pero mi muñeca todavía no
gira 360º. Y cuando piensas, esto es imposible, viene el tío de la taquilla de
al lado, vestido de duendecillo de navidad, y con dos suaves giros, en 5
segundo ha abierto la suya y se dispone a ayudarte a abrir la tuya.
Tú alucinas y piensas,
claro es que él es un duende navideño, ha hecho magia. Porque otra explicación
no hay.
Otra habilidad de
las taquillas es que son extremadamente pequeñas. Así que tienes que, sacar tu
disfraz extenderlo por el suelo (no hay otra forma), quitarte la mochila, tu
abrigo, colgarlo en la percha. Empujarlo bien, bien, bien a fondo. Desnúdate,
ponte la ropa esa de gitana que te han dado y guarda a la vez toda tu ropa en
la bolsita estanca (porque no la vas a dejar por le suelo, el disfraz vale,
pero tu ropa, como va a estar en contacto con ese suelo) para meterlas a la
taquilla.
Todo esto sin
olvidar que, los vestuarios son mixtos. Vamos que el duendecillo que te ayudó
antes, se conoce mejor los lunares de tu espalda que tu. Por eso, para agilizar
el proceso, lo mejor es ir con medias. Una se sube las medias negras hasta los
sobacos y, entre que no es estético y que así no se ve nada, puede cambiarse
tranquila, evadiendo las miradas indiscretas.
Diréis, esta tía es
una exagerada.
Si yo tuviera que
hacer todo eso a la vez (cambiarte, recoger, ponerte los esparadrapos para las
rozaduras, guardarlo todo en ese cachivache del demonio, que no se te cierre la
puerta que hay que empezar de nuevo, comenzando por pedile a alguien, mientras
estas medio en pelotas, que te abra la puerta...) no me daría tiempo para mirar
a nadie. Efectivamente, a mi, a ti y al resto de mortales no. Pero esta gente
no es normal, que son duendes, sapos y princesas,... os lo digo yo, tienen
superpoderes.
Para que luego haya
gente que todavía no cree en la magia...
2. Como hacer amigos
Una vez que uno a conseguido pasar la prueba de fuego
de la taquilla (que no todo el mundo lo consigue, algunos sucumben en el
intento), el siguiente paso es ir a trabajar (porque, siento decepcionaros,
pero todavía no ha comenzado vuestra jornada y ya estáis sudando la
gota gorda).
Así que sales por el backstage, ya con tu súper
disfraz, divino de la muerte (creerme, el que se ve en la foto es de los
mejores, conque no quiero imaginar como será el peor), y entre piratas y
princesas llegas corriendo a fichar (que como se te pase la hora, no cobras).
A partir de este momento, dejáis de lado el español y
solo, solo, solo vais a hablar en francés, no hay otra opción.
Y si encima no habláis bien (como yo, que parezco un
indio) puede que llegue el momento en que tener un cliente inglés, que te hable
inglés (aunque sea australiano de acento cerrado), os va a dar una alegría
inmensa.
Pero no os preocupéis por no hablar bien. Los
franceses te entienden, y el resto de visitantes de otras nacionalidades
seguramente hablan peor que vosotros.
Los únicos que os pueden dar algún problema
son vuestros compañeros de trabajo, por eso es importante hacer amigos. Pero no
haceros amigos de cualquiera. No, no. Tenéis que seleccionar bien. Para que no
os equivoquéis, os digo que es imprescindible llevarse bien con:
El barman:
-
Si uno
consigue hacerse amigo del barman, lo tiene todo hecho. Porque es quien te
servirá las bebidas y, como siempre está en la barra, va a poderte explicar
todo lo que no entiendas. Cualquier duda, pregúntasela directamente a tu
barman. Que no entiendes lo que te dice alguien, al barman. Que te has olvidado
donde iban esas Coca Colas de tu bandeja, al barman. Seguro que lo sabe. En mi
caso, este personajillo es un italiano gay, llamado Fabio. Un encanto de
persona que me tiene preparados los pedidos antes incluso de que llegue a
buscarlos y hace mi niñera cuando tengo algún problema.
El cocinero:
-
Aunque tenéis una hora para cenar, os la dan a
las cinco de la tarde. Por favor, si algún español, es capaz de cenar a esa
hora, que lo diga, porque es un bicho raro a estudiar en laboratorio. Y no se
trata solo de eso, sino que luego debéis aguantar hasta las 12 o la 1 que
llegues a tu resi sin comer nada.
Ahí es donde entran los
cocineros. Hay veces que las hamburguesas se quedan frías, o que en caja se
equivocan con los pedidos. Toda esa comida es para tirar. Y, teniendo en cuanta
que cada menú le cuesta al cliente 15, es una pena que acabe en el contenedor.
Si tu te haces amiga del
cocinero, y tienes hambre, solamente tienes que hacer una cosa: ir a cocina y
decir, que hambre tengo. Inmediatamente te va a aparecer, como de la nada, una
mano con un menú templadillo, o un helado de caramelo. Todo para ti sola. Hummmmm.
Los camareros ya con experiencia:
-
En este
caso hay que seleccionar bien al camarero. El primer día, cuando lleguéis,
haced un barrido rápido con la mirada. No valen los que tengan demasiada
experiencia (porque se creen dioses), y sobre todo, todo, todo, y muy
importantes que NO sean portugueses
(este punto merece un capitulo a parte que comentaré más adelante).
Generalmente, lo mejor es hacerse amigo por lo menos de una mujer mayor y
alguna chica/o joven.
La mujer mayor,
posiblemente lleve años como camarera y se conoce millones de trucos para
agradar al cliente, llevar las bandejas, etc. Seguro que si le preguntáis,
estará orgullosísima de enseñaros. Siempre con una sonrisa. Será como vuestra
mamá en el bar, siempre dispuesta a sacaos de cualquier atolladero y echaos una
mano con la clientela.
Y alguien más joven para
integraos en el ambiente. Y recordad, nada de portugueses. Resto de
nacionalidades BIEN, portugueses Meg meg meg, cuidado, que son peores que los
italianos.
Los jefes:
-
Os tienes que ver que no paráis. Si no hay
gente, pues moveos por la sala, haced viajes en balde. Si hay gente, trabajad
siempre con una sonrisa.
Si, la clave está en la
sonrisa, cuando entréis por la puerta del restaurante, da igual lo que haya
pasado fuera, que os maten los pies o que os muráis de cansancio. Imaginad que
os han hecho un lifting y no podéis cerrar la boca. Esa es la actitud, pegaos
las 8 horas sonriendo y el resto será todo pan comido.
En general, si alguna vez venís a trabajar aquí y podéis
elegir, pedid que os metan de camarero en el Lucky Nugglets. El trabajo es muy
cansado, porque no se para, pero la gente, es impresionante. Según se comenta,
en el personal de este bar es excepcional (y doy fe de ello), los jefes siempre
dispuestos a atenderte; tus compañeros, por muy mal que hables francés, no van
a parar de intentar entender. Y el ambiente que reina entre todos hace que en
ningún momento sientas la necesidad de dejar de sonreír.
Un Hurra por el el “Lucky Nugglets”.
3- Las gateras
Cuentan los rumores que en el país mágico de Disneyland,
todo es posible.
Personajes mitológicos, de cuentos, hadas y
princesas, conviven con ratones gigantes y patos que hablan en paz y armonía.
Sin embargo,
¿Alguien ha visto su verdadera casa dentro del
parque?
¿O acaso les ha visto haciendo la compra?
¿Alguien los vió alguna vez salir o entrar?
Entonces, si no les roban la merienda a los
visitantes como el oso Yogy, ¿cómo hacen para sobrevivir?
La respuesta es muy
sencilla. Las gateras.
Si, Disney está
plagado de gateras, pequeños pasillos laberínticos, puertas invisibles o
recovecos inapreciables, indistinguibles para todos aquellos que no los
conozcan.
Como en el castillo de Hogwarts, solamente los magos más
hábiles, dotados en este caso de una tarjeta de Cash member, pueden atravesar estos pasadizos que van a parar al backstage.
Por eso nunca nadie
vio a Mickey, Minnie, Ariel o Jasmin haciendo
cola en la puerta de entrada. Eso
es para los novatos, para la plebe. Ellos, tienen pase especial. Ellos pueden
entrar por la puerta VIP, un pequeño torno verde emplazado junto a la estación,
y, custodiado, no por un dragón, sino por el mismísimo guardia, muy cachas, francés
de seguridad.
Una vez vencido a
este ser mítico, uno accede al mundillo oculto de Disneylad, a Imaginación, el
verdadero país de la magia.
Pero, ¿por qué es
tan importante que nadie se cuele por el backestage?, ¿por dinero?.
También, pero sobre
todo, porque el mundo de Disney es en realizar un gran truco de magia y artificio.
Y, como los buenos magos, nunca se debe revelar su secreto.
Sin embargo, estos pasadizos
no solamente tienen la función esencial comentada, sino que también son los
mejores aliados de los CDD.
Un CDD (Contrat
durée determiné) es cualquier empleado con un contrato definido. Generalmente
suelen ser estudiantes, que vienen para aprender francés a la vez que maquillar
su CV. Los dueños de Disney, unas personillas que nadie jamás vio, pero
que las más antiguas leyendas, que datan de 1982 ya relatan su existencia,
conocen bien los motivos por los que quieren trabajar en su parque los CDD. Conocen
bien su punto flaco. Saben que no están allí por dinero, sino para aumentar su
experiencia. Y esto les da poder. Poder de explotarlos, reduciéndoles los
beneficios respecto de los miembros de duración indeterminada CDI.
Una de las más
perversas acciones de los dueños Disney es reducir los horarios de visita al
parque de un CDD; de manera que estos solamente pueden disfrutar de sus
instalaciones a partir de las 2pm, cuando las personas contratadas a tiempo
indefinido no tienen restricción alguna. Puesto que la mayor parte de los
contratados estacionales empiezan a trabajar a partir de las 1 pm, no hay forma
de que puedan ver el parque, salvo en sus días festivos.
Pero, esta
gentucilla, que al ser jóvenes todavía tienen el ingenio despierto y la mente
ávida, han diseñado un mapa Merodeador, que muestra todas y cada una de las
gateras existentes, así como los peligros que colarse por ellas con lleva.
Ya no es necesario
que le pidan a la taquillera una entrada para cashmember. No es imprescindible
pasar por la puerta principal. Simplemente necesitan su identificación y un
mapa merodeador. Con esto, arrugarán su naricilla, olisquearán el aire un poco
y, voilà, encontrarán el corredor más cercano a su atracción preferida.
Por si esto fuera
poco, estos duendecillos, están aliados con los CDD de las atracciones (porque
trabajar en Disney une mucho). De este modo, los pequeños inmigrantes ilegales
del parque, podrán carita de pena y desvalidos, enseñaran su ID al de la cola y
este, sin que se note mucho, les abrirá la barrera de la cola express. Evitándose
horas y horas de espera.
Porque, aquí también
esta la magia. En la capacidad del ser humano de saltarse las normas para
ayudar a un compañero, a alguien que es tan pringaejo como tu.
NOCHEVIEJA
Hay días en los que no se puede estar triste.
Días en los que no importa lo que pase, o el idiota que se acerque, que nada
conseguirá amargártelo. Hay días especiales, en los que, pase lo que pase, todo
se ve bajo una perspectiva diferente. Hay días cuya magia afecta a tu
subconsciente, llenándote la mente de optimismo y alegría.
Esos días
esquivos, raros, inusuales, en su mayoría no se encuentran marcados con una
cruz en el calendario. En su mayoría son días cualesquiera, que siempre están
al acecho. La mayoría de las veces nunca sabes cuando va a ser un Buen Día,
hasta que no te encuentras con el reflejo de una adormilada sonrisa en el
espejo.
Solamente hay
un Buen Día que si se encuentra resaltado en el anuario, que pase lo que pase,
siempre te espera la misma jornada, a la misma hora. Que tiene la habilidad de,
año tras año, llegar puntual siempre.
Ese día es
Noche Vieja.
Sobrevivir a
un año, cambiar a otro, no se que hechizo habrá en ello, lo que si se, es que
ese día por tus venas corre no solo sangre, sino también magia. Que ese día
será sin duda un Buen Día que ningún parásito estúpido te podrá estropear.
Y sabéis que
es lo mejor, que es un fenómeno global. No eres la única. Por eso, aunque
tengas que trabajar, en el ambiente hay una chispa de alegría especial.
Hay más
trabajo, pero también mayores propinas; haces horas extra, aunque sabes que lo
que vas a cobrar por ellas es una birria y hasta el pesado del portugues que te
sigue pareciendo un imbecil, hoy eres capaz hasta de aguantarle.
Ese día, el encantamiento
va a sorprenderte. Porque cuando menos te lo esperas, se cuela en el
restaurante una compañera del bar de al lado, escondiendo en el delantal un saquito
de bolitas doradas.
Ella sea cerca
sigilosamente a tu jefe para explicarle entre susurros que los españoles
necesitan salir 10 minutos. Que hay una
tradición, casi tan importante como rezar a la meca para los musulmanes, que
consiste en comerse 12 uvas a las 12 en punto, y, todo aquel que no lo haga,
tendrá un año de mala suerte. Le explica, con voz conmovida y, en tono bastante
exagerado, que los españoles creen profundamente en esta tradición de vital
importancia.
Mientras
tanto, tú que escuchas de refilón la explicación exuberante para una costumbre
tan tonta, no puedes sino sonreír al tiempo que alucinas de tan burda
excusa.
Por eso, a
las doce menos cinco, el team leader se recorre el bar, en busca de todos y
cada uno de los españoles, para decirles que, urgentemente deben salir, que
tiene 15 minutos para cumplir con sus costumbres.
Así que,
todos corriendo, sin necesidad siquiera de coger el abrigo, salimos a noche
disneylandina, donde el agua nieve cae, para recibir al nuevo 2013 todavía no
comenzado.
¿Qué hacemos?
Nos resguardamos en una especie de jaula-zulo, donde de normal, se guardan las
coca-colas, ya extintas tras una noche de celebración y bebida. Pero, ¿Como nos
las comemos?. No tenemos campanadas, pues aquí no hay tele ni Internet. Da
igual, uno a uno las vamos cantando.
Una, dos,
tres... con la boca llena, cada vez es más difícil contener la risa, siete, ocho
nueve, los lagrimones empiezas a resbalar por las mejillas, diez, once y doce.
UHHHHHHHHHHHH.
Felizszzzzzzzzz 2013.
Y a unísono,
los 5 nos fundimos en un abrazo común, cantando. Corriendo, salimos del zulo,
pues nos quedan 10 minutos de descanso que se pueden aprovechar para intuir los
fuegos que hacen las delicias de los afortunados visitantes que los ven desde
el castillo.
Pero no nos
dan envidia. Porque nosotros comimos 12 uvas, en un zulo perdido de París. Y
esa experiencia será algo que siempre conservaremos en un rinconcito de la
memoria.
Ahora,
debemos volver a trabajar. Hace 10 minutos que nuestra jornada había terminado
pero eso es igual. Hoy por primera vez, nos dejan quitar los horribles
villancicos al cierre del bar. Hoy somos nosotros los que con nuestras voces
ponemos el hilo musical.
Y si parece
que ya nada podría sorprenderte, alguien aparece con un ramo de azucenas
navideñas, que robó para ti del bar, solamente porque creyó que quedarían mejor
en la mano de una dama que en la basura.
Ya al
finalizar, cuando son casi a las 2:30 y todos los bares han cerrado, decides volver
al calido hogar de tu residencia. En un bus que parece una lata de sardinas.
Donde no cabe realmente ni un alfiler, y para cerrar las puertas te ves
obligado a contener la respiración. Todo eso, compartiendo tu espacio vital con
tus flores blancas ya medio marchitas.
Pero te da
igual, porque es año nuevo. En lugar de quejarte, cantas, das palmas si
consigues mover las manos, y gritas, gritas y gritas para celebrar el comienzo
de un 2013 recién empezado.
Al llegar,
recuperas Internet. Ves los cientos de mensajes de what's app de todos aquellos
que se acordaron de ti. Ves que Ana se molestó en enviarte un sms, sin
importarle lo que cueste, que tus alumnos se acordaron de aquella profesora particular
loca de mates que todas las Navidades se marchaba a algún lugar remoto. Te
llega un mensaje de Ángel, recordándote, en mensaje en clave, que no aceptes a
ningún guapo valiente que no traiga las llaves de un castillo bajo el
brazo. A kilómetros de allí, Pablo y Sara dejaron a sus parejas unos minutos
para desearte sus mejores deseos y Sonia, dejo de lado sus ligues porque se
acordó de sus biococas favoritos. Que Bea se molestó en escribir un mensaje especial
para cada uno de notros. Que te llegó una foto de unos turolenses brindando con
su copas, en tu nombre, solamente porque en algún momento les comentaste que brindaran
por ti ya que tu no tenías champán. Y te acuerdas de Elena, que no tiene what's
app, pero te felicitó por tuenti, a tu prima Andrea, que salía de cotillón por
primera vez con su vestido azul de cenicienta, y a María, que no sabes que es
de su vida, pero seguro está en algún rincón, riendo.
Ves las
llamadas perdidas de tus padres, y les despiertas con un mensaje a las 3 de la
mañana. Adormilados te contestan contentos porque, aunque ellos no lo crean,
siempre los tienes presentes en algún lugar de tu interior.
Y quisieras
felicitar todos tus tíos, y abuelas. A la guapa Carolina, y a su hermana
Andrea, que todavía busca la casita del ratoncito debajo de las molduras de Artouste.
Te acuerdas de la Nala, a quien no habrán dejado dormir en Lupiana, y solamente
echas de menos la guitarra del “Toñete” que acompañe a nuestras voces en esta
noche.
Recuerdas
como ya ha pasado un año desde que, vestida de blanco y en Cartagena de Indias
te comieras las 12 uvas con todos esos ruteros. Aquel también fue un fin de año
diferente, especial, para no olvidar.
Fin de año
tiene una magia especial. Por eso, no dejes que nadie os amargue un San Silvestre.
París, París, París ...
A
primera parte va dirigida especialmente a mamá que me dijo que estos aires parisinos
me están volviendo una romanticota.
La ciudad de la
luz y del amor. Paraíso de apasionadas parejas acarameladas y solterones que
vagan por sus callejuelas buscando entre los adoquines, al amanecer, a
algún Cupido desorientado o una diosa Venus majestuosa.
Mal influenciados por las leyendas, los enamorados recorren
kilómetros para, en un puente olvidado, dejar un candado como recuerdo de su
amor, darse un fugaz beso ante la atenta mirada de Nuestra Señora o cogidos de
la mano, a las nueve en punto, ver a la Tour Eiffel brillante y magnánima con
sus miles de bombillas encendidas.
Recorren los jardines de Versalles abrazados, para protegerse del
viento helado, mientras piensan, la de reyes y reinas que recorrieron sus
mismos pasos.
Y finalmente, miran al cielo, esperando esos deseados copos de
nieve que como fieles testigos, concluyan su cuento de hadas
Lo que no saben, es que ellos, en realidad, no saben nada…
No saben que los copos de nieve no son más que estrellitas de
hielo heladas, las cuales, únicamente confirmarán que hace un frío helador.
Que los jardines de Versalles fueron, para muchas cortesanas, más
una cárcel que un paraíso.
Que la Tour Eiffel no es un símbolo de amor, sino un recuerdo de
la explotación obrera de la clase proletaria.
Que Notre Dame no deja de ser una Iglesia, cuyos curas y obispos desaprobarían
el escandalosos comportamiento de muchos de los enamorados que allí se
congregan.
Que bajo las aceras, no vive Cupido, solamente moran los cadáveres
de los mártires sepultados en las catacumbas.
Y que por los adoquines jamás ninguna Venus corrió en busca de
solteros y enamorados, solamente efluvios de orinales vagan al punto de la
mañana.
Que nadie se engañe.. No existe ninguna ciudad del amor, ni de la
luz. Todo está únicamente en el punto de vista del observador, en la mente del
viajero, en la imaginación del enamorado.
La visión de ese parís mágico ya ha sido explotada por agencias de
viajes. Por eso, es esta sección, pretendo dar otra visión de un París más
realista. El verdadero París y no el cuento pasteloso que ya todos conocemos.
1. EL VERDADERO VERSALLES.
A las afueras de París, se encuentra en
el que fue, y probablemente todavía es, palacio más grande de toda Europa. Para
llegar hasta aquí, únicamente se necesita comprar un billete de RER y
aventurarse en la línea C del metro dirección châteaux Versalles. Sencillo, solamente se debe tener la precaución de no
equivocarse y coger el tren que se bifurca en la dirección incorrecta.
Tras aproximadamente 20 minutos desde
la estación de Chatelet, se llega a nuestro destino. Una pequeño andén, a
cuya salida, los amables guardias parisinos nos guiarán a la puerta de entrada
del castillo. ATENCIÓN a pardillos inexpertos (que somos la mayoría). Las
personas menores de 26, y digo bien 26 tienen el acceso gratuito. Con presentar
el DNI a la puerta de entrada es más que suficiente. Por lo que podéis ahorraos
la cola de espera de la taquilla.
Si seguís a la gran masa que os
arrastrará, llegareis al punto de información, donde podréis contratar por 7 €
una visita guiada, o simplemente recoger vuestro audio guía (también gratuito)
que os explique la historia de cada una de las salas del castillo.
El palacio de Versalles es una de las
mayores obras de arte francés del siglo XVII. En sus orígenes, nació como un
simple pabellón de caza, deporte al que eran aficionados los monarcas
franceses, entre ellos Luis XIII.
Allí, fuera del bullicio y ajetreo de
la ciudad, la vida se hacía más cómoda para un monarca. Por eso, Luis XIV, hijo
del anterior soberano, se enamoró enseguida de este paraje. Sin embargo, un
pequeño palacete con planta de U no era suficiente para el Rey Sol, por lo que
encargó numerosas reformas. Quería que su residencia fuera una muestra de la
opulencia del reino Francés y el poderío de su rey. Por eso construyó un edificio
colosal.
Tras ello, hubo numerosas reformas, y
se construyeron edificios anexos para permitir el descanso de sus majestades
cuando la vida cortesana les daba demasiados dolores de cabeza.
Con la revolución francesa, la familia
real debe abandonar Versalles, donde se instaura todo el aparato de gobierno, teniendo
en él la sede del poder legislativo.
Pero, ¿Qué hacía el rey todo el
día en el palacio? Bien, vemos su agenda:
7:30- 8h: EL ayudante de cámara del rey
tiene la ardua misión de conseguir sacarlo de la cama. Es la hora de despertar
y los asuntos de estado no pueden esperar mañanas. Médicos y algunos favoritos
de su majestad entran y salen de la habitación hasta asegurarse de que su señor
está completamente vestido y desayunado. Eso parece el metro en hora punta. Aunque,
yo si fuera él casi preferiría que el estridente sonido de mi despertador que
aguantar a media corte en mi habitación.
10H: EL rey sale en procesión seguido
de todas sus sanguijuelas cortesanas hasta el Gran aposento. El gentío apiñado
le espera. Es el momento en el que cualquier persona del pueblo puede pedirle
ayuda a través de una nota. Solamente deben cumplir una condición. Respetar las
normas de la etiqueta. Como veréis todo es apariencia, un espectáculo donde la
única diferencia con el teatro es que aquí los personajes son reales.
11 H: El rey vuelve a sus aposentos
para celebrar el consejo de Gabinete donde se discuten todo tipo de asuntos de
estado (económicos, políticos, religiosos, asuntos externos, internos,
guerras…). Aunque puede ser asesorado por sus ministros que le acompañan, el
monarca siempre será quien tenga la palabra.
13 horas: El rey come SOLO, sentado
junto a la ventana, aunque en ocasiones puede admitir la presencia de algunos
hombres de la corte.
14 H: tras la comilona es la hora del
paseo para hacer la digestión. Este puede ser a pie o en calesa, según la dama
afortunada de gozar de su compañía. Otra opción es la caza en los bosques que
rodean del castillo
18 Horas: Es la hora de la burocracia. Sentado
en su escritorio, deberá dar respuesta a las cartas que sobre su mesa se
acumulan. Ni siquiera un rey se libra de firmar.
22 horas. El gentío se agolpa para asistir
a la cena. El rey se sienta acompañado de su familia. Una vez terminada la
cena, el monarca saluda a las damas, y se retira a su gabinete para hablar libremente
con su familia y allegados.
23:30: Ceremoniosamente, el monarca se
dirige a su aposento para dormir las ocho horitas que le tocan.
Como veréis la vida de un rey es más
bien anodina, aunque siempre hay días para saltarse el protocolo.
Querida
Cristina, permíteme que escriba estas líneas en réplica a tu última carta.
Quizá
veas así a Paris, pero el París que todos conocemos sigue siendo la ciudad más
visitada del mundo.
La
ciudad de la luz sigue atrayendo a miles de enamorados que suspiran, uno al
oído del otro, contemplando una torre Eiffel brillante como diamantes
engarzados a la luz de la luna.
Estos mismos enamorados bajan a la orilla del
Sena y navegan cediéndose calor arrepretados uno contra el otro.
Porque
quizá el amor te nuble la vista de rosa pastel, te oxide la razón de castaño oscuro,
por eso quizá tu amada sea Cenicienta pero tu retina solo aprecie la princesa
que encubre.
Por
ventura, quizás seas muy rápida y esquiva y habrás evitado las flechas que
Cupido te envía. Déjate envenenar por el jugo de su punta y el mundo girará más
deprisa.
Querida
Cristina, quizá no debiste salir de ese libro de tapas rosas donde los
renglones se escriben en cursiva, donde ratones y madrastras no envejecen
jamás. Pero cuídate de aquellas que rojas manzanas te ofrezcan porque debajo de
esa cofia, verrugas parecen ocultar.
Pero
envidiada Cristina, sigue bebiendo de ese caldo que a los niños no deja crecer
y en las fuentes del saber parece brotar y sigue escribiendo esas inusitadas
cartas que tanto ansiamos de examinar.
Te queremos: Papá y Mamá.
Los jardines de Versalles
Los jardines de Versalles, lejos de quedar
relegados a un segundo plano, ostentan una relevancia infinita dentro de los
dominios del Palacio. Para el arquitecto André le Nôtre, encargado de su
construcción, debían ser tan importantes como el propio edificio en si. Sus
árboles y arbustos debían rayar la divinidad para ser dignos de hacerle sombra
al propio castillo.
Lo que antes
eran pantanos y bosques fueron sepultados con carretas de tierra y abonos.
Árboles de las regiones francesas más remotas fueron seleccionados y transplantados
a estas, ahora fértiles, tierras.
En estos
jardines, todo está medido al milímetro. Cada elemento colocado no es fruto del
azar, sino que obedece a unas medidas determinadas y tienen una función
concreta. La armonía reina por doquier. Esta puede observarse claramente nada
más legar en la geometría simétrica imperante en todo el dominio. De este modo,
a partir de un eje central nacen amplias avenidas en forma de estrella, en
cuyas intersecciones no debe faltar una fuente que las corone.
Junto al
palacio, se observan numerosas terrazas que aporten cierto equilibrio a la
construcción y un gran canal veneciano sirve de división. A sus lados, las
esculturas y fuentes hacen referencia a la historia de Apolo, dios del Sol, Latona,
madre del mimo, o de Neptuno, dios de las aguas.
Las partes no
centrales de los jardines también tienen una magia especial. Entre ellos
destaca el invernadero de los naranjos, rodeado de la majestuosa escalera de
los cien peldaños. En esta zona, además de naranjos se pueden encontrar
limoneros, granados, palmares y las románticas adelfas.
A lo largo de
todos los jardines, existen números carteles que marcan diferentes caminos a
realizar por los turistas. Si bien no puedo recomendar ninguno en especial, si
me gustaría aconsejarles que no dejen que ningún sendero previamente trazado guíe
sus pasos. Simplemente limítense a vagar, a dejarse llevar por la magia
cortesana. Que sean sus pies quienes marquen el ritmo y su subconsciente su
destino.
Los jardines de
Versalles son un lugar para perderse, detenerse en el tiempo, olvidar las
prisas. Fueron concebidos para el descanso, por lo que no debieran ser
mancillados por ningún turista ajetreado.
Versalles es un
lugar para disfrutarlo, así que por una vez olvídense de todo, tómense un
tiempo para ustedes solos, siéntanse como los reyes, reinas, príncipes y princesas
que son, y, déjense llevar por la verdadera magia parisina de este esplendido
castillo.
Escapada al parque
Un día lluvioso, como otro cualquiera aquí, en
París, una pareja de románticos enamorados abrió la puerta del Lucky Nuggets.
Por entonces, dado que la cajera estaba tomándose el religioso descanso del
cigarrito, tímidamente entraron. Mapa en la mano, se acercaron a la camarera
más cercana, la de la sección 3 y en un perfecto francés preguntaron:
Perdone, podría decirnos donde estamos y como
llegar a Main Street?
Si, claro. Con
una sonrisa, la feliz mujercilla tomó el mapa entre sus manos y,... puso cara
de interrogación. Eigggg???? ¿Que es esto? ¿Por qué aquí no sale el Lucky
Nuggets? ¿Donde esta el lejano oeste?
La pobre
vaquera, no pudo hacer más que decir: un
moment, si vous plaît. Correr a la cocina y llamar a su team leader para
que guiara a la joven pareja de acaramelados enamorados.
En ese momento
millones de preguntas trascendentales pasaron por la mente de la jovencita,
quien nunca había salido de los pasillos del backstage, o, de los dominios del
restaurante. ¿Donde estamos? ¿Adonde vamos? Millones de cuestiones sin
respuesta despertaron la inquietud de la muchachita.
La joven, de
mente abierta y ojos despiertos, decidió que aquello no podía seguir así. Quería
conocer mundo. Adentrarse en Fantasyland, el país de los cuentos; vagar por Adventureland
en busca de terribles aventuras; visitar las lejanas tierras de Disney Studios
y montarse en montañas rusas hasta no poder más.
Por eso,
comprendiendo que no podía seguir en mi ignorancia, decidí emplear mi día libre
en visitar el parque Disney, y, a diferencia de la mayoría de turistas, me
llevé una gran gran gran... decepción.
Por que claro,
una vino aquí todavía de niña, cuando apenas le llegaba a las rodillas de
Pluto, y el parque le parecía tan grande como el mundo entero.
Por eso, cuando
con esos recuerdos, una se adentra en el laberinto de Alicia, donde tantas
horas pasó en busca de la salida, y se da cuenta, que, con ponerse de puntillas
es capaz de ver encima de los setos; o cuando, en la atracción de Peter Pan,
deja de prestar atención a los muñecos, para fijarse con detalle en los
engranajes del barco pirata volador, la magia cae en picado.
Para alguien
que nunca vio Disney, puede que, incluso de adulto, le parezca el lugar más
mágico del mundo. Pero cuando una guardaba el recuerdo mágico de una niña de 6
años, puede que el parque quede por debajo de sus expectativas.
Aun así, la
visita es agradable. Y por muy racionales que seamos, siempre acabamos
corriendo detrás de Goofy. Un Goofy que te acaba de verte salir del backstage y
te recibe con cara de interrogación. Eig ????? ¿Que hace esta loca? O simplemente por pasarte
junto a la puerta principal del curro y echar una furtiva mirada a su interior.
O por encontrarte a algún loco compañero de trabajo, que a pesar de tener el
día libre, se pasea con un sombrero cowboy por Adventureland porque echa de
menos su bonito uniforme.
Solo por eso merece
la pena la visita. Y para todas aquellas personas resistentes a los polvitos
mágicos de Campanilla, voy a hacer un resumen de lo más importante que hay que
ver en cada parque.
PARQUE
PRINCIPAL DE DISNEY
1. Space Mountain: La más grande
y insuperable montaña rusa de todo Disney. Únicamente apta para los más
valientes y atrevidos que gocen de un fast
past (tickets gratuitos que os evitarán pasaros 120 minutos de media en
cada fila).
2. La Mina: en
el lejano oeste, existe una pequeña montaña rusa, creada para niños, que hace
las delicias de mayores y pequeños. Ambientada como una mina antigua, merece la
pena montarse aunque solamente sea por ver la decoración. A pesar de poder
calificarla como atracción "light", puedo decir que algún “iguano” se
mareó en ella (y no miro a nadie, guiño guiño).
3. Los piratas
del caribe: Mi favorita. En un barco pirata surcareis la isla de Tortuga en
busca del capitán Jack Sparrow. Esqueletos y calaveras pueblan el camino en
señal de alerta. Si os gustó la película, a atracción no os la podéis perder.
5. Pinocho, Peter
Pan: Ya sea en un viejo tren o volando en barco, estas atracciones son un breve
resumen de los cuentos Disney más famosos.
6. Un pequeño
mundo: es la atracción más gore y tétrica que hayáis visto en vuestra vida.
Miles de muñequitos diminutos de voz aguda y chirriante cantan estúpidas
canciones de paz y amor. Escalofriante. No os lo podéis perder si os queréis
echar unas risas en la salida.
7. Adentraos en
el castillo rosa, emblema de Disney y si os atrevéis, bajad a las mazmorras,
donde os espera una pequeña sorpresa solo apta para valientes. Allí mora el
peor enemigo de María de Diego, el único al que esta guerra jamás no logró
vencer
8. La mayor
diversión de niños y mayores: la caza de personajes. Por las mañanas, Jack
Sparrow, Skeleton, Minie, Goofy, Pluto y un largo etcétera se pasean por el
parque, como si fuera su propia casa, para hacer fotos que aquellos visitantes afortunados
capaces de encontrarlos.
Existen unos
horarios que dicen el lugar exacto y la hora exacta a la que algunos personajes
aparecen. El resto, vagan libremente, de manera que los visitantes pueden
encontrase con ellos en cualquier momento. Por eso es necesario estar siempre
atentos, pues uno nunca sabe cuando puede toparse con el ratón más famoso del
mundo.
9 Disney Studios: Es un parque posterior a Disneyland, de tamaño mucho más pequeño. Aquí simplemente es recomendable ir al cine en 3D y montarse en el ascensor, en la twilight tower, cuyos misterios os dejo descubrir a vosotros mismos.
Cuando parece
que la jornada ha terminado, el frío te hila por dentro, debéis pasear por Main
Street, y visitar todas las tiendas para hacer tiempo hasta que lleguen las 22 horas.
Aquí los más golosos os podréis deleitar con algún crêpe, o quizás una cookie del Ned's (os aseguro que son una autentica
delicia), o simplemente sentaos junto al árbol, dejar descansar los pies y
disfrutar del ambiente mágico imperante en estos dominios.
Eso si, a las
10 en punto es obligatorio acercarse al castillo rosáceo. A esta hora, los
villancicos se callan y empieza el Show. Un espectáculo de luz y sonido,
acompañado de fuegos artificiales y otros artificios acuáticos os sumergirá en
las películas Disney. Las historias más importantes irán pasando ante vuestros
ojos, teniendo a la sombra de Peter Pan como hilo conductor.
Una autentica
maravilla, sorprendente, alucinante, increíble, espectacular. Mucho más de lo
que os podéis imaginar. Es, sin duda alguna el espectáculo más extraordinario
que veréis jamás bajo la luna de la imaginación.
Adiós, París, adiós.
Dedicado a todas las pelirrojas “viciosas”. Puede que esta vez no
te haga reír, pero por lo menos pretendo arrancar una sonrisa.
Odio las despedidas.
Cuantas veces habremos escuchado esa frase. En cuantas lenguas diferentes, de cuantas gargantas distintas, en cuantos lugares dispares.
En castellano son solamente tres palabras. Tres términos que, en realidad carecen de sentido. Son intrascendentes, redundantes, carecen de información útil. Todavía no he conocido a nadie que no odie las despedidas.
Pero son algo necesario. Siempre debe de haber un final, para que otro principio pueda surgir. Todos somos conscientes, pero preferimos obviarlo, pasarlo por alta, olvidarnos, y disfrutar hasta que llegue el último día.
Será aquí cuando tomemos consciencia de esto se acaba. Sin embargo nuestra mente, siempre avispada y esquiva, intenta buscar palabras de consuelo. Evitas el adiós, sustituyéndolo por un hasta luego mentiroso que muy probablemente nunca se cumplirá. Intercambias facebook, en un intento desesperado de continuar hablando, aun cuando sabes que en dos meses apenas serás capaz de entrar en su perfil para cotillear.
Cada final es peor que el anterior, porque son acumulativos. No dices solamente adiós a los nuevos amigos, sino que por tu mente pasan las caras de todos aquellos a los que una vez conociste, con los que una vez conviviste y a los que también alguna vez dijiste hasta luego.
Te viene a la cabeza la niña aquella del bus, que lloraba cuando
se acababan los campamentos, el abrazo fuerte de un compañero de peripecias y
un gorro, con forma de tarta de cumpleaños que te alguien te regaló en
Inglaterra. Llega la verdadera cara de la tristeza encarnada en una fría mañana
de Bohadilla, un bus adormilado con jet lag que vuelve de Vancouver junto al adiós apresurado que diste en Bogotá y
en Sydney.
Pero todas esas salidas no fueron en vano. Cada una de esas
personitas te dejo algo, te enseñó algo, por lo que siempre las recordarás.
De ellas aprendiste que existen personas capaces de hacerte reír
incluso cuando te cuentan sus problemas, que debes comerte la coliflor por los
niños pobres del África. Ellos te enseñaron que nunca debes dejar que ninguna
persona te amargue una experiencia, que el suelo es el mejor colchón del mundo
o que subir cuestas te acabará poniendo el culo duro. Descubres que eres capaz
de salir bien en una foto, cuando la hace la persona adecuada y que el uniforme
de cowboy gitana tiene su punto.
Ganaste risas y sonrisas. Perdiste miedos y
vergüenzas. Y si conociste a alguien en el camino que realmente valiera la
pena, descubrirás un pequeño cambio, una leve modificación de ti mismo, un
retoque que te hará ser mejor. Y será la suma de todas esas infinitas
modificaciones, la suma de esas personas lo que crea tu verdadera personalidad
DESPEDIDAS EN PARIS
Mucha gente llora en las despedidas. Yo no puedo. Siempre me
consideré una llorica, pero jamás he logrado soltar una lágrima al decir adiós.
Fría, podréis pensar. Soberbia, pesimista, angustias por saber
desde el principio que esto va a ocurrir. No, es algo diferente.
A mi no me gusta llorar, dejarme invadir por lágrimas que me
impidan disfrutar. A mi me gusta vagar, dejarme llevar, pasear sin rumbo,
disfrutar, posiblemente sola de los últimos minutos. Porque las ciudades, los
lugares, al igual que las personas, también merecen una despedida.
Cuando ayer me preguntaron que pensaba hacer hoy, respondí que ver
el Louvre. Sin embargo, esta mañana mis “Converse” no estaban de humor para
cuadros. Querían andar, exigían perderse por París, sin rumbo, sin prisas, sin
planes.
La tecnología parecía darme la razón. EL GPS del móvil, bien sea
por las nubes, o por otras razones, decidió no funcionar. Por eso, plano en
mano (una alternativa más antigua, romántica, acorde con esta ciudad) y dotada
de una capacidad nula para la orientación comencé la verdadera visita al París
que yo conocía.
El RER me dejó en la estación de Chatelet, para no perder las
buenas costumbres, Desde allí se puede cruzar fácilmente la isla de la cité
(donde se emplaza Nôtre Damme), para, subiendo por el boulevard Saint Michel,
llegar al Panteón, monumento neoclásico corazón del barrio latino. He de
confesar, que apenas se nada acerca de las pinturas que adornan sus paredes. Lo
que si os puedo relatar es el sentido del péndulo, atracción central del
edificio. Este cacharro (en aragonés) con nombre propio (Péndulo de Foucault)
es un colgante esférico capaz de oscilar en cualquier plano vertical. Conforme
van pasando las horas, el plano de oscilación del péndulo va cambiando, en
sentido de las agujas del reloj. Brujería.
No, siento decepcionaros, es física. En realidad, como diría Foucault: la lenta rotación del plano
de oscilación del péndulo es realmente una ilusión de los observadores situados
sobre la Tierra incapaces de percibir su propia rotación.
Antes de irnos no podemos olvidar dedicar un último pensamiento a
todas aquellas ilustres personas enterradas en su cripta, entre los que
destacan Voltaire, Rousseau, Víctor
Hugo, Marie Curie, Louis Braille, Jean Monnet o Alejandro Dumas.
Ya que hoy es un día triste, continuaremos visitando otro edificio
de belleza comparable a la del Panteón donde reposan Blaise Pascal (para
quienes no lo conozcan, vamos a perdónales, podríamos clasificarlo como físico
y matemático aunque sus aportaciones a casi todas las ciencias son infinitas) y
Jean Racine (dramaturgo). Se trata de una iglesia emplazada enfrente del
edificio anterior, que además contiene los restos de la patrona de Paris, Santa
Genoveva.
De vuelta a Nôtre Damme, además de la reverencia obligada a la
universidad de la Sorbona, recomiendo pararse unos minutos en el museo medieval
de París, o museo Clunny. Además de conservar unas termas romanas antiguas y
dar cobijo a importantes obras medievales y renacentistas, su arquitectura es
una maravilla para la vista. Impresionante. No me extraña que la reina María
Estuardo lo eligiera como su residencia.
Ya de vuelta a las horillas del Sana, sin poder evitar hacerle
otra foto a Nôtre Damme, mis Converse han decidido volver a cruzar el puente,
por el Pont Neuf, porque en el fondo, hoy, aunque me cueste reconocerlo, había
una pequeña vena romanticona en mi interior (será está ciudad, o Disney, que me
va a acabar trastornando) rumbo a los campos elíseos. Para ello, deberemos
atravesar el museo del Louvre, con sus famosas pirámides de 666 paneles de
metacrilato (o eso reza el libro de Dan Brown, El Codigo da Vinci), recorrer el
jardín de Tulleries y, finalmente, cruzar la plaza de la Concordia coronada por
el obelisco egipcio junto a una gran noria navideña.
Hoy las rebajas han llegado a los Campos Eliseos. Es el último día
de la Navidad, por lo que los vendedores del mercadillo se apresuran a liquidar
sus existencias, exponiendo sus mejores ofertas a turistas desprevenidos. Yo,
como el resto, he picado. Eso si, ya tengo los regalos de reyes!!!
Antes de continuar con el viaje, hay una parada obligatoria. Ese
carricoche antiguo que vende goffles, de chocolate hace algunos años, hoy en
día de Nutella. Sentada en un banco, cuando el dulce estalló en el paladar,
cerré lo ojos y recordé el París de hace algunos años, en busca del siguiente
destino. A mi mente vino un París veraniego, aparecieron imágenes de uvas en
Nôtre Damme, visitas furtivas a la Torre Eiffiel, la historia de un obelisco
que compraron por algunos relojes y, la Opera.
Claro, la ópera, no podía marcharme sin verla. Terminado el bollo doy media
vuelta hacia la plaza de la Conconrdia, para subir Rue Real y bulevar del Capiccins,
hasta este edificio espléndido, para algunos. En mi modesta opinión, aunque el
edifico es impresionante, no es mi preferido de París.
A pocos metros, no podía faltar un Starbucks donde los turistas
puedan refugiarse del horrible frío destroza gargantas que arrecia en París por
Navidad. El café, en opinión de mi madre algo aguado, no es lo más importante.
El éxito se lo llevan los sillones y el internet gratuito del local. En un
Starbucks puede pasar cualquier cosa marciana. Pongamos un ejemplo. Mientras
hoy apuraba los últimos restos del capuchino me han abordado dos estudiantes de
psicología con cuatro folios de preguntas.
Se han acercado sigilosamente. Han mirado a la multitud y, como
buenos psicólogos, han elegido a su presa fácil. Una solitaria estudiante, sin
nada que hacer, sin prisa, con tiempo que gastar. Era la víctima perfecta.
Por eso, boli en mano, y con una sonrisa, me han asaltado.
Perdona, tienes un minuto, es que es que tenemos que hacer un trabajo para no
se que asignatura y necesitamos hacer unas encuestas. Te importaría si no
tienes prisa responderme a unas preguntitas rápidas.
Y claro, entre estudiantes, existe ese sentimiento de solidaridad
que impide oponerte. Si que ala, Cris, contesta como puedas en francés a
preguntas sobre la psicología.
Nivel de estudios: primera y en
la frente. ¿Cuál es la equivalencia aquí en Francia? Ahhh, la S esta de Science
será
¿Te interesa la psicología? Oui
i¿Puedes dar alguna razón por la que pienses que la psicología es
importante en la sociedad? Ufff, en español si, en
francés, veamos a ver que sale…,
Indica tres palabras que tengan relación con la psicología. A ver
como traduzco yo esto. Recuerda lo que te dijo Isa, del Last Chance, ponerle
una –e al final de la palabra no mejora la cosa.
¿Qué te parece que una persona conocida fuera al psicólogo? Esta la se responder sin faltas de ortografía. Très bien.
Contesta Si o No ¿conoces a alguien que creas que necesita
tratamiento de psicólogo, psiquiatra…? Solo uno? Uno no, toda cocina del Lucky Nuggets, el portugués
bipolar,… en general el 90% de los cash member de disneyland, y si, vale, puede
que también yo…
Y así continuaba. Todo esto el pobre estudiante ayudándome a
traducirlo en frenchinglish. Vamos que ha salido una encuesta bonita. Pero eso
si, ha sido toda una experiencia.
Bueno, me encuentro en este momento en el mismo punto que hace 15 días, en el aeropuerto de París.
Afortunadamente la huelga ya ha acabado pero el avión que me ha de llevar de vuelta a Madrid viene desde Marruecos con una hora de retraso, parece ser que París no me deja ir.
Por cierto, me he resfriado, estoy afónica perdida. Así que me despido, ya sabéis, siempre nos quedará París.
Au revoire.
Cristina Sánchez
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