MI TRABAJO EN DISNEY




Por nuestra redactora Cristina Sánchez

Mi trabajo en Disneyland París





Estimados señores:

Hace algunos años, Disney nos enseñaba como Peter Pan decidía no envejecer para poder pertenecer siempre a un mágico mundo plagado de imaginación. Hoy en día, esa generación que crecimos entre sus cuentos de fantasía hemos madurado, siendo los menos capacitados para comprender el mundo de ensueño que Disney Land París nos ofrece, un lugar diseñado para niños, donde los padres retornan a su juventud recordando aquellas historias lejanas, aquellos personajes, que poblaron sus sueños no hace tanto tiempo.

Mi nombre es Cristina Sánchez, tengo 18 años y un futuro lleno de ilusión, metas y esfuerzo.

Así empezaba mi carta de presentación para solicitar una entrevista a la multinacional Disney. Una semana después recibía un correo con una fecha y dirección. Me citaban en Madrid para una entrevista personal con un millar más de personas. Después de tres horas de espera llego mi turno. Me desmayaba de miedo. Me preguntaron en francés e ingles acerca de mis trabajos anteriores y mi afinidad con los niños. Creo que salí airosa y pocos días después me concretaban que estaba contratada.

Con una enorme ilusión tomo el avión a París y yo os voy a contar mis experiencias en esta fábrica de sueños.



Llegada a DisneyLand

Cuando llego al aeropuerto me encuentro con una huelga del personal de tierra, por lo que las maletas tardan muchísimo en llegar. El autobús que debía llevarme directamente, no funciona hoy. Tengo que buscarme la vida.

Tomo otro autobús que me lleva al centro de París, buscar la estación del TAG (el AVE francés) que me deje en la misma puerta de mi destino. Superado estas dificultades me encuentro a las puertas de Disneland a la hora de comer desde las 4 de la mañana paseando por aeropuertos, aviones, buses y trenes de alta velocidad.




En la recepción del Hotel Newport debo presentarme, donde me dan las primeras consignas, me enseñan los que serán mis aposentos, la residencia para trabajadores, donde comparto habitación con otra chica, que a la primera impresión me parece majísima, de Salamanca.

Mañana tengo un curso de manipulador de alimentos, y después la prueba de vestuario. Mi destino será un restaurante en la zona de Far West, donde se sirve comida y hay actuaciones en vivo. Trabajare en horario de tarde-noche hasta las 12 como Cenicienta. El domingo libro.

Ya he hecho la prueba de vestuario. Que sepas que trabajo en Lucky Nuggests, un restaurante pijo del parque. Me han disfrazado de vaquera. Que pintas. Llego falda larga rosa con volantes verdes. Camisa rosa con unas cosas parecidas a las chorreras pero en las mangas naranjas, y delantal fucsia. Para salir a la calle el atuendo se complementa con un abrigo lila. Divina de la muerte.




“Este restaurante abriga la leyenda de la exuberante Miss Lil, que tubo la buena suerte de encontrar la ”Lucky Nugget” una pepita de oro del tamaño de un bollo de pan.

El restaurante recrea la decoración de un extravagante “saloon”, típico de los lugares de dudosa reputación de San Francisco a finales de 1800.” Se puede comer un apetitoso buffet compuesto de especialidades TexMex donde podrás disfrutar de gran variedad de ensaladas, fajitas, costillas de cerdo y dulces.



Mi primera impresión

Prisas, atascos, informes, trabajo, discusiones en la oficina, más prisas, más atascos. Llegar a casa, quitarte los zapatos, y únicamente querer tirarte en un sillón frente a un televisor, o, en el mejor de los casos, retomar ese libro olvidado de la quinta estantería del salón. Irte a la cama, sin atrever a mirarte en el espejo, porque lo único que vez es una persona cada vez más calva, más gorda, con más bolsas en los ojos.

Posees una casa en propiedad, un coche y un trabajo. Y piensas que, con la que esta cayendo eso es lo más parecido a triunfar en la vida.
Pero, de repente, un día, te acuerdas de cuando eras pequeño, y fuiste a Disneyland. Allí había algo especial, algo que le falta a tu vida, allí había magia.

Pero es magia no es casualidad. No surge de esparcir un poco de polvo de hadas por las calles, sino del backstage (el personal escondido). Allí, esta todo lo que no ven los turista, y creedme, es un mundo mucho más impresionante de lo que cualquiera podría imaginar.

Porque Disneyland nada se deja fruto del azar. Incluso las tonterías más grandes que uno pueda imaginar han sido pensadas previamente. 
A lo largo de estos días vamos a analizar una serie de puntos que nos harán descubrir el porqué del éxito de este parque de atracciones.
En primer lugar ¿Como se crea la magia?

La magia surge cuando todo el ambiente que te rodea es tan verosímil que eres capaz de dejar vagar tu mente hacia otro lugar lejano, inexistente. Para ello es primordial la decoración, y vestimentas no solo los muñecos que vagan de un lado a otro, sino de todos los cash members que allí trabajan. Si alguna vez tienen la oportunidad de ir, por favor, fíjense en los atuendos de cualquiera de los trabajadores. No tienen desperdicio. Porque, aunque nos parezca una tontería, detrás hay todo un equipo de personas, y una sala más grande que un Mercadona, para disfrazar a todas esas personas que van a trabajar. 

Y la incomodidad que eso genera. Porque, si ya es difícil trabajar de camarero, imagínese si además debe ir vestido del lejano oeste, o de los años 50. Agotador.

Y aun así, siempre verá a los trabajadores con una sonrisa. ¿Por qué? Porque para ellos el disfraz es una aventura. Es algo diferente (no todos tiene el privilegio de ir a trabajar disfrazados, piensas).

Ahí es donde está la verdadera magia, cuando consigues que, trabajadores y clientes se impregnen de ese buen humor que reina en el ambiente.





¿Por qué me odia la Tecnología?

Hoy llevo todo el día dándole vueltas a una cuestión. Una cuestión que me quita el sueño, me perturba y me inquieta. Es una cuestión que me ronda por la cabeza y no consigo hallar respuesta:

¿Por qué me odia tanto la Tecnología? Especialmente la Tecnología Extranjera.

En Canadá tuve que pelearme con la lavadora-nave espacial. Ese “parato” nuclear sacado de la NASA por lo menos con quinientos mil botones. A eso, solo le faltaba esa seta roja, el Botón de Pánico. Porqué pánico era lo que yo pasaba cada vez que la utilizaba. ¿Saldrá la ropa? ¿Tendré que enviar a alguien a comprarme una camiseta?

En Sydney, me pelee con la secadora. Un misterio artefacto que, por más horas que se tirara, aquello no secaba la ropa de ninguna forma. Y no es que no funcionara, no. Es que tenia la extraña habilidad de no secar mi ropa, mi ropa únicamente cuando era yo la que la programaba.

Pero, sin embargo, tras muchos sudores pude decir en ambos casos esa frase de: Desafío Conseguido.

Esta vez, me temo, que no podré mencionar esas mágicas palabras. Esta vez no es la lavadora, ni la secadora quienes me llevan de cabeza.  No; es un pequeño aparatejo y más diabólico. Es el frigorífico. Si; tengo un Frigodor en la habitación. Una cosa pequeña que se supone que es un frigorífico, pero que en la instancia de arriba no lleva congelador. 

Vamos un cacharro, que solo puedes esperar dos cosas:

a) que funcione correctamente y enfríe maravillosamente bien (ja, ja, ja, eso no te lo crees ni tú).

b) que no funcione y enfríe más el balcón (que es lo que pasa con el 99,9% de los Frigodor.). 

¿Y que creéis que pasa con este?

Pues no, no es lo que os pensáis, es mucho peor.

Pertenece al 0,1% de los frigodor que funcionan, pero es que este no solo funciona, es que este funciona demasiado. Da igual que la temperatura lo pongas al (1,2,3,4) y las veces que gires la ruletita esa. Haga lo que hagas, por la mañana vas a desayunar helado de naranja.

Porqué sí, que no es broma, que se han congelado las naranjas. Ayer hice una crema de champiñones, y he guardado lo que sobraba en el Frigodor (que estamos para no tirar nada). Bien, pues cuando me la iba a cenar, se había formado iceberg que solo le faltaban los pingüinos.

Va en serio me trae frita…

Hablando de cremas, cuando tu haces una crema, y le hechas queso esperas que se deshaga. Pues no, aquí tampoco se deshace el queso, se empieza a derretir, derretir, derretir, hasta que, milagrosamente, todos lo trocitos de queso chiquititos que tu habías hecho con todo su amor, se juntan en la cacerola para formar una pelota gigante y amarillenta. Un engrudo que no hay personaje, bacteria u hongo capaz de deshacerlo.

Llegado este momento lo mejor es pescar al causante de semejante atrocidad y tirarlo a la basura (ojo, a la basura, que hay una fregadera, porque eso es capaz de armar un tapón que ni el sulfúrico lo deshace). 

Visto lo que he de visto hoy, no quiero ni saber lo que pasara con ese queso en mi estómago (esto me pasa por comprar productos Auchan, los del pajarito).

Al final, tengo que decir que la crema sí se ha salvado (aunque me la he tenido que comer sin sal, porque si, no tenia sal, no me lo acordado de comprar, así que a ver si mañana robo de la comida). En este momento una hecha de menos su cocina.

Pero los incidentes del día no ha acabado ahí. Yo, como buena estudiante, pensaba quedarme esta tarde un estudiar. Pero, he leído el correo de papá y me he dicho, pues tiene razón, ya que he venido vamos a hacer turismo aquí. Y como estamos en crisis, pues hagamos turismo rural. Así que he ido buscando en Google los pueblecitos bonitos que había por aquí cerca y entre ellos él encontrado uno a un cuarto de hora de donde vivo en tren.

Bueno, en Internet eso era la bomba. Que si ferias de queso, que si el mejor pueblo de queso de la zona (si los franceses saben hacer solo queso), que si tenia sin bosque de no se cuentas no se qué. Pues digo, vamos a verlo. Ni queso, ningún bosque, ni ná de na. Eso era de como Valdeluz, un pueblo dormitorio. Vamos que contando la ida y la vuelta, he tardado hora y media en volver a casa, me han timado, en fin.

Así que tras estas aventuras de hoy, que me puesto a pasar a limpio unos apuntes, que no me abandonan.

Me voy a dormir, que mañana trabajo (mi primer día, una versión de cuantas cosas rompo). Eso si francés voy a aprender a marchas forzadas .No vuelvo a hacer un curso de esos en el extranjero nunca más. Lo mejor, sin mesecito a currar y espabilas que no veas (no te queda otra).Yo no conocia que sabia tanto francés.

En fin Serafin, me voy a dormir. A ver si mañana puedo comerme una naranja o los pingüinos sí han instalado en ellas.





LA NOCHE DE NAVIDAD

Disney Land es un país de imaginación. Aquí no hay reyes ni reinas que valgan. Solo princesas que vagan junto a piratas, dibujos animados que cobran vida y marionetas que te sirven la comida.
En un país como disney Land,  el calendario no entiende de 25 de diciembre ni de primeros de año porque todos los días son mágicos, especiales, irrepetibles,... para el huésped.




Anoche fue, como una noche normal, pero con más trabajo. En nuestro restaurante (que he descubierto que es de comida rápida tipo fish and chips, nuggles o hamburguesa por la que ten cobran un pastizal) no hubo buche de Noël, pero si tarta de chocolate. No teníamos Tia Juana que dijera: "Hija mía, dame un beso que estas son mis últimas navidades", pero si un montón de clientes sonrientes que te felicitaban la noche en francés, inglés, italiano, y... sobre todo en un entusiasta español. Todos ellos con una sonrisa en los labios cuando escuchaban a un camarero hablando en su propia lengua.

No hubo cardo con salsa almendras, ni marisco. Tampoco servíamos codornices ni pavo relleno de castañas. La cena se reducía a comida basura, pero los clientes la degustaban como si fuera el festín más maravilloso de toda su vida (y los empleados, a escondidas en la  sin que ningún huésped nos viera, nos llenábamos los mofletes de patatas fritas y bombones cada vez que pasábamos por la cocina).

De vez en cuando, en los descansos de los músicos, por nuestro comedor se dejaba caer Bongo (Goofy para los españoles), que entretenía a mayores y pequeños. Los camareros, ajetreados, solamente se fijaban en él cuando, cargados hasta los dientes con bandejas, Goofy se interponía en su camino, obligándolos a dar una vuelta por todo el comedor para llegar a su destino.

Pero, lo que no sabían los huéspedes era que, en las cocinas, nosotros teníamos un divertimento mejor. Un par de cocineros medio chiflados (sino chiflados del todo), que nos amenizaban a todos la noche, además de un camarero portugués y una italiana un poco tocados de la chota. Eso por no hablar de los jefes, que con una sonrisa se paseaban cantando a todo volumen y te gastaban bromas en francés, o de una camarera ya mayorcita que le caí en gracia y me adoptó como su hija.

Es que, ¡qué se puede esperar de gente que trabaja en disney!.

Gente que, no quiso crecer, como Peter Pan y decidió, en un último intento por conservar su niñez, de rodearse de personajes de libros y películas para siempre.

Puede que al final de la noche te maten de dolor los pies, y solo quieras llegar a tu residencia para tirarte en la cama. Que hayas pasado la navidad fuera de casa, que no hubiera turrón ni calcetín en la chimenea, y que Papa Noel no pasara por tu habitación. Puede que la mayoría de la gente, cuando le digas que trabajaste en Nochebuena piense que estas loca pero…

Tú te quedas con que tu compañera todavía llegó más tarde que tu, que tienes la oportunidad de pasar la Navidad en Disney Land (y entrar gratis al parque cuando quieras). Con que celebraste la Navidad con bombones, y en lugar pasaste la noche con un Goofy de traje rojo Coca-Cola.

Con todas las risas, sonrisas, las palabras nuevas que aprendiste, la experiencia, y, sobre todo, con saber que todavía hay gente que está más loca que tu: todos esos que dicen que jamás irían a trabajar fuera en Navidad.

Un besazo muy, muy, muy fuerte a todos. Comeos un trozo de turrón por mi que yo me tomaré un ibuprofeno para los pies a vuestra salud.

Cristina 



Claves para sobrevivir en Disney

1 La taquilla mágica.

Hasta ahora hemos comentado lo maravilloso que es trabajar en Disney. Como la magia que fluye por el parque te hace recordar cuando no eras más que un niño y el espíritu de Mickey se adentra en tus venas.

Hoy vamos a ver esa cara menos amable de este trabajo, que no deja de ser extremadamente duro y agotador, y las claves para sobrevivir.

En primer lugar, lo primero a lo que una persona debe enfrentarse es a su taquilla. Yo, todos los días me planto ante ella, brazos en jarras y le digo: hoy no vas a poder con mi paciencia. Hoy no necesitaré ayuda. Y,

efectivamente, tardo cinco minutos en... levantar la voz y preguntar: Est-ce qu'il y a quelqu'un que peut me aider, si vous plait? (Hay alguien que pueda ayudarme, por favor?).

Mi contraseña se la sabe medio Disney. Y es que ese cacharro esta ideado para sacar lo peor de mi. Se trata de una taquilla estilo americana, de esas con ruletita que aparecen en las series de televisión. Que uno la ve y dice, esto no puede ser tan difícil. Pues efectivamente lo es.

A ti te dan tres números, por ejemplo 44,28, 30 y tienes que introducirlos girando la ruedecita esa. Pero no de cualquier manera, no, no. Eso es demasiado sencillo. Tienes que meter, tres veces el primer número girando hacia la derecha, dos veces el segundo numero hacia la izquierda y una vez el último hacia la derecha.

Todo esto sin parar, ni equivocarte. El más mínimo error te hace tener que volver a empezar de cero. Y claro, hacer todo eso sin parar. No se vosotras, pero mi muñeca todavía no gira 360º. Y cuando piensas, esto es imposible, viene el tío de la taquilla de al lado, vestido de duendecillo de navidad, y con dos suaves giros, en 5 segundo ha abierto la suya y se dispone a ayudarte a abrir la tuya.

Tú alucinas y piensas, claro es que él es un duende navideño, ha hecho magia. Porque otra explicación no hay.




Otra habilidad de las taquillas es que son extremadamente pequeñas. Así que tienes que, sacar tu disfraz extenderlo por el suelo (no hay otra forma), quitarte la mochila, tu abrigo, colgarlo en la percha. Empujarlo bien, bien, bien a fondo. Desnúdate, ponte la ropa esa de gitana que te han dado y guarda a la vez toda tu ropa en la bolsita estanca (porque no la vas a dejar por le suelo, el disfraz vale, pero tu ropa, como va a estar en contacto con ese suelo) para meterlas a la taquilla.

Todo esto sin olvidar que, los vestuarios son mixtos. Vamos que el duendecillo que te ayudó antes, se conoce mejor los lunares de tu espalda que tu. Por eso, para agilizar el proceso, lo mejor es ir con medias. Una se sube las medias negras hasta los sobacos y, entre que no es estético y que así no se ve nada, puede cambiarse tranquila, evadiendo las miradas indiscretas. 

Diréis, esta tía es una exagerada.

Si yo tuviera que hacer todo eso a la vez (cambiarte, recoger, ponerte los esparadrapos para las rozaduras, guardarlo todo en ese cachivache del demonio, que no se te cierre la puerta que hay que empezar de nuevo, comenzando por pedile a alguien, mientras estas medio en pelotas, que te abra la puerta...) no me daría tiempo para mirar a nadie. Efectivamente, a mi, a ti y al resto de mortales no. Pero esta gente no es normal, que son duendes, sapos y princesas,... os lo digo yo, tienen superpoderes. 

Para que luego haya gente que todavía no cree en la magia...




2. Como hacer amigos



Una vez que uno a conseguido pasar la prueba de fuego de la taquilla (que no todo el mundo lo consigue, algunos sucumben en el intento), el siguiente paso es ir a trabajar (porque, siento decepcionaros, pero todavía no ha comenzado vuestra jornada y ya estáis sudando la gota gorda).



Así que sales por el backstage, ya con tu súper disfraz, divino de la muerte (creerme, el que se ve en la foto es de los mejores, conque no quiero imaginar como será el peor), y entre piratas y princesas llegas corriendo a fichar (que como se te pase la hora, no cobras).



A partir de este momento, dejáis de lado el español y solo, solo, solo vais a hablar en francés, no hay otra opción.

Y si encima no habláis bien (como yo, que parezco un indio) puede que llegue el momento en que tener un cliente inglés, que te hable inglés (aunque sea australiano de acento cerrado), os va a dar una alegría inmensa.



Pero no os preocupéis por no hablar bien. Los franceses te entienden, y el resto de visitantes de otras nacionalidades seguramente hablan peor que vosotros.



Los únicos que os pueden dar algún problema son vuestros compañeros de trabajo, por eso es importante hacer amigos. Pero no haceros amigos de cualquiera. No, no. Tenéis que seleccionar bien. Para que no os equivoquéis, os digo que es imprescindible llevarse bien con:



El barman:



-         Si uno consigue hacerse amigo del barman, lo tiene todo hecho. Porque es quien te servirá las bebidas y, como siempre está en la barra, va a poderte explicar todo lo que no entiendas. Cualquier duda, pregúntasela directamente a tu barman. Que no entiendes lo que te dice alguien, al barman. Que te has olvidado donde iban esas Coca Colas de tu bandeja, al barman. Seguro que lo sabe. En mi caso, este personajillo es un italiano gay, llamado Fabio. Un encanto de persona que me tiene preparados los pedidos antes incluso de que llegue a buscarlos y hace mi niñera cuando tengo algún problema.



  El cocinero:



-        Aunque tenéis una hora para cenar, os la dan a las cinco de la tarde. Por favor, si algún español, es capaz de cenar a esa hora, que lo diga, porque es un bicho raro a estudiar en laboratorio. Y no se trata solo de eso, sino que luego debéis aguantar hasta las 12 o la 1 que llegues a tu resi sin comer nada.

Ahí es donde entran los cocineros. Hay veces que las hamburguesas se quedan frías, o que en caja se equivocan con los pedidos. Toda esa comida es para tirar. Y, teniendo en cuanta que cada menú le cuesta al cliente 15, es una pena que acabe en el contenedor.

Si tu te haces amiga del cocinero, y tienes hambre, solamente tienes que hacer una cosa: ir a cocina y decir, que hambre tengo. Inmediatamente te va a aparecer, como de la nada, una mano con un menú templadillo, o un helado de caramelo. Todo para ti sola. Hummmmm.

Los camareros ya con experiencia:

-         En este caso hay que seleccionar bien al camarero. El primer día, cuando lleguéis, haced un barrido rápido con la mirada. No valen los que tengan demasiada experiencia (porque se creen dioses), y sobre todo, todo, todo, y muy importantes que NO sean portugueses (este punto merece un capitulo a parte que comentaré más adelante). Generalmente, lo mejor es hacerse amigo por lo menos de una mujer mayor y alguna chica/o joven.

La mujer mayor, posiblemente lleve años como camarera y se conoce millones de trucos para agradar al cliente, llevar las bandejas, etc. Seguro que si le preguntáis, estará orgullosísima de enseñaros. Siempre con una sonrisa. Será como vuestra mamá en el bar, siempre dispuesta a sacaos de cualquier atolladero y echaos una mano con la clientela.

Y alguien más joven para integraos en el ambiente. Y recordad, nada de portugueses. Resto de nacionalidades BIEN, portugueses Meg meg meg, cuidado, que son peores que los italianos.

Los jefes:

-        Os tienes que ver que no paráis. Si no hay gente, pues moveos por la sala, haced viajes en balde. Si hay gente, trabajad siempre con una sonrisa.

Si, la clave está en la sonrisa, cuando entréis por la puerta del restaurante, da igual lo que haya pasado fuera, que os maten los pies o que os muráis de cansancio. Imaginad que os han hecho un lifting y no podéis cerrar la boca. Esa es la actitud, pegaos las 8 horas sonriendo y el resto será todo pan comido.

En general, si alguna vez venís a trabajar aquí y podéis elegir, pedid que os metan de camarero en el Lucky Nugglets. El trabajo es muy cansado, porque no se para, pero la gente, es impresionante. Según se comenta, en el personal de este bar es excepcional (y doy fe de ello), los jefes siempre dispuestos a atenderte; tus compañeros, por muy mal que hables francés, no van a parar de intentar entender. Y el ambiente que reina entre todos hace que en ningún momento sientas la necesidad de dejar de sonreír.

Un Hurra por el el “Lucky Nugglets”.


3- Las gateras


Cuentan los rumores que en el país mágico de Disneyland, todo es posible.

Personajes mitológicos, de cuentos, hadas y princesas, conviven con ratones gigantes y patos que hablan en paz y armonía. Sin embargo,

¿Alguien ha visto su verdadera casa dentro del parque?
¿O acaso les ha visto haciendo la compra?
¿Alguien los vió alguna vez salir o entrar?

Entonces, si no les roban la merienda a los visitantes como el oso Yogy, ¿cómo hacen para sobrevivir?

La respuesta es muy sencilla. Las gateras.

Si, Disney está plagado de gateras, pequeños pasillos laberínticos, puertas invisibles o recovecos inapreciables, indistinguibles para todos aquellos que no los conozcan.





Como en el castillo de Hogwarts, solamente los magos más 
hábiles, dotados en este caso de una tarjeta de Cash member, pueden atravesar estos pasadizos que van a parar al backstage.



Por eso nunca nadie vio a Mickey, Minnie, Ariel o Jasmin haciendo 
cola en la puerta de entrada. Eso es para los novatos, para la plebe. Ellos, tienen pase especial. Ellos pueden entrar por la puerta VIP, un pequeño torno verde emplazado junto a la estación, y, custodiado, no por un dragón, sino por el mismísimo guardia, muy cachas, francés de seguridad.

Una vez vencido a este ser mítico, uno accede al mundillo oculto de Disneylad, a Imaginación, el verdadero país de la magia.
Pero, ¿por qué es tan importante que nadie se cuele por el backestage?, ¿por dinero?.

También, pero sobre todo, porque el mundo de Disney es en realizar un gran truco de magia y artificio. Y, como los buenos magos, nunca se debe revelar su secreto.

Sin embargo, estos pasadizos no solamente tienen la función esencial comentada, sino que también son los mejores aliados de los CDD.

Un CDD (Contrat durée determiné) es cualquier empleado con un contrato definido. Generalmente suelen ser estudiantes, que vienen para aprender francés a la vez que maquillar su CV.  Los dueños de Disney, unas personillas que nadie jamás vio, pero que las más antiguas leyendas, que datan de 1982 ya relatan su existencia, conocen bien los motivos por los que quieren trabajar en su parque los CDD. Conocen bien su punto flaco. Saben que no están allí por dinero, sino para aumentar su experiencia. Y esto les da poder. Poder de explotarlos, reduciéndoles los beneficios respecto de los miembros de duración indeterminada CDI.

Una de las más perversas acciones de los dueños Disney es reducir los horarios de visita al parque de un CDD; de manera que estos solamente pueden disfrutar de sus instalaciones a partir de las 2pm, cuando las personas contratadas a tiempo indefinido no tienen restricción alguna. Puesto que la mayor parte de los contratados estacionales empiezan a trabajar a partir de las 1 pm, no hay forma de que puedan ver el parque, salvo en sus días festivos.

Pero, esta gentucilla, que al ser jóvenes todavía tienen el ingenio despierto y la mente ávida, han diseñado un mapa Merodeador, que muestra todas y cada una de las gateras existentes, así como los peligros que colarse por ellas con lleva.

Ya no es necesario que le pidan a la taquillera una entrada para cashmember. No es imprescindible pasar por la puerta principal. Simplemente necesitan su identificación y un mapa merodeador. Con esto, arrugarán su naricilla, olisquearán el aire un poco y, voilà, encontrarán el corredor más cercano a su atracción preferida.

Por si esto fuera poco, estos duendecillos, están aliados con los CDD de las atracciones (porque trabajar en Disney une mucho). De este modo, los pequeños inmigrantes ilegales del parque, podrán carita de pena y desvalidos, enseñaran su ID al de la cola y este, sin que se note mucho, les abrirá la barrera de la cola express. Evitándose horas y horas de espera.

Porque, aquí también esta la magia. En la capacidad del ser humano de saltarse las normas para ayudar a un compañero, a alguien que es tan pringaejo como tu.




NOCHEVIEJA

Hay días en los que no se puede estar triste. Días en los que no importa lo que pase, o el idiota que se acerque, que nada conseguirá amargártelo. Hay días especiales, en los que, pase lo que pase, todo se ve bajo una perspectiva diferente. Hay días cuya magia afecta a tu subconsciente, llenándote la mente de optimismo y alegría.

Esos días esquivos, raros, inusuales, en su mayoría no se encuentran marcados con una cruz en el calendario. En su mayoría son días cualesquiera, que siempre están al acecho. La mayoría de las veces nunca sabes cuando va a ser un Buen Día, hasta que no te encuentras con el reflejo de una adormilada sonrisa en el espejo.

Solamente hay un Buen Día que si se encuentra resaltado en el anuario, que pase lo que pase, siempre te espera la misma jornada, a la misma hora. Que tiene la habilidad de, año tras año, llegar puntual siempre.

Ese día es Noche Vieja.

Sobrevivir a un año, cambiar a otro, no se que hechizo habrá en ello, lo que si se, es que ese día por tus venas corre no solo sangre, sino también magia. Que ese día será sin duda un Buen Día que ningún parásito estúpido te podrá estropear.

Y sabéis que es lo mejor, que es un fenómeno global. No eres la única. Por eso, aunque tengas que trabajar, en el ambiente hay una chispa de alegría especial. 
Hay más trabajo, pero también mayores propinas; haces horas extra, aunque sabes que lo que vas a cobrar por ellas es una birria y hasta el pesado del portugues que te sigue pareciendo un imbecil, hoy eres capaz hasta de aguantarle.

Ese día, el encantamiento va a sorprenderte. Porque cuando menos te lo esperas, se cuela en el restaurante una compañera del bar de al lado, escondiendo en el delantal un saquito de bolitas doradas.

Ella sea cerca sigilosamente a tu jefe para explicarle entre susurros que los españoles necesitan salir 10 minutos.  Que hay una tradición, casi tan importante como rezar a la meca para los musulmanes, que consiste en comerse 12 uvas a las 12 en punto, y, todo aquel que no lo haga, tendrá un año de mala suerte. Le explica, con voz conmovida y, en tono bastante exagerado, que los españoles creen profundamente en esta tradición de vital importancia.

Mientras tanto, tú que escuchas de refilón la explicación exuberante para una costumbre tan tonta, no puedes sino sonreír al tiempo que alucinas de tan burda excusa. 

Por eso, a las doce menos cinco, el team leader se recorre el bar, en busca de todos y cada uno de los españoles, para decirles que, urgentemente deben salir, que tiene 15 minutos para cumplir con sus costumbres.

Así que, todos corriendo, sin necesidad siquiera de coger el abrigo, salimos a noche disneylandina, donde el agua nieve cae, para recibir al nuevo 2013 todavía no comenzado.

¿Qué hacemos? Nos resguardamos en una especie de jaula-zulo, donde de normal, se guardan las coca-colas, ya extintas tras una noche de celebración y bebida. Pero, ¿Como nos las comemos?. No tenemos campanadas, pues aquí no hay tele ni Internet. Da igual, uno a uno las vamos cantando.

Una, dos, tres... con la boca llena, cada vez es más difícil contener la risa, siete, ocho nueve, los lagrimones empiezas a resbalar por las mejillas, diez, once y doce.

UHHHHHHHHHHHH. Felizszzzzzzzzz 2013.

Y a unísono, los 5 nos fundimos en un abrazo común, cantando. Corriendo, salimos del zulo, pues nos quedan 10 minutos de descanso que se pueden aprovechar para intuir los fuegos que hacen las delicias de los afortunados visitantes que los ven desde el castillo.

Pero no nos dan envidia. Porque nosotros comimos 12 uvas, en un zulo perdido de París. Y esa experiencia será algo que siempre conservaremos en un rinconcito de la memoria.

Ahora, debemos volver a trabajar. Hace 10 minutos que nuestra jornada había terminado pero eso es igual. Hoy por primera vez, nos dejan quitar los horribles villancicos al cierre del bar. Hoy somos nosotros los que con nuestras voces ponemos el hilo musical.
Y si parece que ya nada podría sorprenderte, alguien aparece con un ramo de azucenas navideñas, que robó para ti del bar, solamente porque creyó que quedarían mejor en la mano de una dama que en la basura. 

Ya al finalizar, cuando son casi a las 2:30 y todos los bares han cerrado, decides volver al calido hogar de tu residencia. En un bus que parece una lata de sardinas.  Donde no cabe realmente ni un alfiler, y para cerrar las puertas te ves obligado a contener la respiración. Todo eso, compartiendo tu espacio vital con tus flores blancas ya medio marchitas.

Pero te da igual, porque es año nuevo. En lugar de quejarte, cantas, das palmas si consigues mover las manos, y gritas, gritas y gritas para celebrar el comienzo de un 2013 recién empezado.

Al llegar, recuperas Internet. Ves los cientos de mensajes de what's app de todos aquellos que se acordaron de ti. Ves que Ana se molestó en enviarte un sms, sin importarle lo que cueste, que tus alumnos se acordaron de aquella profesora particular loca de mates que todas las Navidades se marchaba a algún lugar remoto. Te llega un mensaje de Ángel, recordándote, en mensaje en clave, que no aceptes a ningún guapo valiente que no traiga las llaves de un castillo bajo el brazo. A kilómetros de allí, Pablo y Sara dejaron a sus parejas unos minutos para desearte sus mejores deseos y Sonia, dejo de lado sus ligues porque se acordó de sus biococas favoritos. Que Bea se molestó en escribir un mensaje especial para cada uno de notros. Que te llegó una foto de unos turolenses brindando con su copas, en tu nombre, solamente porque en algún momento les comentaste que brindaran por ti ya que tu no tenías champán. Y te acuerdas de Elena, que no tiene what's app, pero te felicitó por tuenti, a tu prima Andrea, que salía de cotillón por primera vez con su vestido azul de cenicienta, y a María, que no sabes que es de su vida, pero seguro está en algún rincón, riendo.

Ves las llamadas perdidas de tus padres, y les despiertas con un mensaje a las 3 de la mañana. Adormilados te contestan contentos porque, aunque ellos no lo crean, siempre los tienes presentes en algún lugar de tu interior.

Y quisieras felicitar todos tus tíos, y abuelas. A la guapa Carolina, y a su hermana Andrea, que todavía busca la casita del ratoncito debajo de las molduras de Artouste. Te acuerdas de la Nala, a quien no habrán dejado dormir en Lupiana, y solamente echas de menos la guitarra del “Toñete” que acompañe a nuestras voces en esta noche.

Recuerdas como ya ha pasado un año desde que, vestida de blanco y en Cartagena de Indias te comieras las 12 uvas con todos esos ruteros. Aquel también fue un fin de año diferente, especial, para no olvidar.

Fin de año tiene una magia especial. Por eso, no dejes que nadie os amargue un San Silvestre.





París, París, París ...





A primera parte va dirigida especialmente a mamá que me dijo que estos aires parisinos me están volviendo una romanticota.

La ciudad de la luz y del amor. Paraíso de apasionadas parejas acarameladas y solterones que vagan por sus callejuelas buscando entre los adoquines, al amanecer, a  algún Cupido desorientado o una diosa Venus majestuosa.




Mal influenciados por las leyendas, los enamorados recorren kilómetros para, en un puente olvidado, dejar un candado como recuerdo de su amor, darse un fugaz beso ante la atenta mirada de Nuestra Señora o cogidos de la mano, a las nueve en punto, ver a la Tour Eiffel brillante y magnánima con sus miles de bombillas encendidas.






Recorren los jardines de Versalles abrazados, para protegerse del viento helado, mientras piensan, la de reyes y reinas que recorrieron sus mismos pasos.

Y finalmente, miran al cielo, esperando esos deseados copos de nieve que como fieles testigos, concluyan su cuento de hadas

Lo que no saben, es que ellos, en realidad, no saben nada…

No saben que los copos de nieve no son más que estrellitas de hielo heladas, las cuales, únicamente confirmarán que hace un frío helador.

Que los jardines de Versalles fueron, para muchas cortesanas, más una cárcel que un paraíso.

Que la Tour Eiffel no es un símbolo de amor, sino un recuerdo de la explotación obrera de la clase proletaria.

Que Notre Dame no deja de ser una Iglesia, cuyos curas y obispos desaprobarían el escandalosos comportamiento de muchos de los enamorados que allí se congregan.




Que bajo las aceras, no vive Cupido, solamente moran los cadáveres de los mártires sepultados en las catacumbas.
Y que por los adoquines jamás ninguna Venus corrió en busca de solteros y enamorados, solamente efluvios de orinales vagan al punto de la mañana.


Que nadie se engañe.. No existe ninguna ciudad del amor, ni de la luz. Todo está únicamente en el punto de vista del observador, en la mente del viajero, en la imaginación del enamorado.
La visión de ese parís mágico ya ha sido explotada por agencias de viajes. Por eso, es esta sección, pretendo dar otra visión de un París más realista. El verdadero París y no el cuento pasteloso que ya todos conocemos.
1.      EL VERDADERO VERSALLES.
A las afueras de París, se encuentra en el que fue, y probablemente todavía es, palacio más grande de toda Europa. Para llegar hasta aquí, únicamente se necesita comprar un billete de RER y aventurarse en la línea C del metro dirección châteaux Versalles. Sencillo, solamente se debe tener la precaución de no equivocarse y coger el tren que se bifurca en la dirección incorrecta.

Tras aproximadamente 20 minutos desde la estación de Chatelet, se llega a nuestro destino. Una pequeño andén, a cuya salida, los amables guardias parisinos nos guiarán a la puerta de entrada del castillo. ATENCIÓN a pardillos inexpertos (que somos la mayoría). Las personas menores de 26, y digo bien 26 tienen el acceso gratuito. Con presentar el DNI a la puerta de entrada es más que suficiente. Por lo que podéis ahorraos la cola de espera de la taquilla.
Si seguís a la gran masa que os arrastrará, llegareis al punto de información, donde podréis contratar por 7 € una visita guiada, o simplemente recoger vuestro audio guía (también gratuito) que os explique la historia de cada una de las salas del castillo.
El palacio de Versalles es una de las mayores obras de arte francés del siglo XVII. En sus orígenes, nació como un simple pabellón de caza, deporte al que eran aficionados los monarcas franceses, entre ellos Luis XIII.


Allí, fuera del bullicio y ajetreo de la ciudad, la vida se hacía más cómoda para un monarca. Por eso, Luis XIV, hijo del anterior soberano, se enamoró enseguida de este paraje. Sin embargo, un pequeño palacete con planta de U no era suficiente para el Rey Sol, por lo que encargó numerosas reformas. Quería que su residencia fuera una muestra de la opulencia del reino Francés y el poderío de su rey. Por eso construyó un edificio colosal.
Tras ello, hubo numerosas reformas, y se construyeron edificios anexos para permitir el descanso de sus majestades cuando la vida cortesana les daba demasiados dolores de cabeza.
Con la revolución francesa, la familia real debe abandonar Versalles, donde se instaura todo el aparato de gobierno, teniendo en él la sede del poder legislativo.
 Pero, ¿Qué hacía el rey todo el día en el palacio? Bien, vemos su agenda:

7:30- 8h: EL ayudante de cámara del rey tiene la ardua misión de conseguir sacarlo de la cama. Es la hora de despertar y los asuntos de estado no pueden esperar mañanas. Médicos y algunos favoritos de su majestad entran y salen de la habitación hasta asegurarse de que su señor está completamente vestido y desayunado. Eso parece el metro en hora punta. Aunque, yo si fuera él casi preferiría que el estridente sonido de mi despertador que aguantar a media corte en mi habitación.
10H: EL rey sale en procesión seguido de todas sus sanguijuelas cortesanas hasta el Gran aposento. El gentío apiñado le espera. Es el momento en el que cualquier persona del pueblo puede pedirle ayuda a través de una nota. Solamente deben cumplir una condición. Respetar las normas de la etiqueta. Como veréis todo es apariencia, un espectáculo donde la única diferencia con el teatro es que aquí los personajes son reales.
11 H: El rey vuelve a sus aposentos para celebrar el consejo de Gabinete donde se discuten todo tipo de asuntos de estado (económicos, políticos, religiosos, asuntos externos, internos, guerras…). Aunque puede ser asesorado por sus ministros que le acompañan, el monarca siempre será quien tenga la palabra.
13 horas: El rey come SOLO, sentado junto a la ventana, aunque en ocasiones puede admitir la presencia de algunos hombres de la corte.
14 H: tras la comilona es la hora del paseo para hacer la digestión. Este puede ser a pie o en calesa, según la dama afortunada de gozar de su compañía. Otra opción es la caza en los bosques que rodean del castillo
18 Horas: Es la hora de la burocracia. Sentado en su escritorio, deberá dar respuesta a las cartas que sobre su mesa se acumulan. Ni siquiera un rey se libra de firmar.
22 horas. El gentío se agolpa para asistir a la cena. El rey se sienta acompañado de su familia. Una vez terminada la cena, el monarca saluda a las damas, y se retira a su gabinete para hablar libremente con su familia y allegados.
23:30: Ceremoniosamente, el monarca se dirige a su aposento para dormir las ocho horitas que le tocan.
Como veréis la vida de un rey es más bien anodina, aunque siempre hay días para saltarse el protocolo.


Querida Cristina, permíteme que escriba estas líneas en réplica a tu última carta.

Quizá veas así a Paris, pero el París que todos conocemos sigue siendo la ciudad más visitada del mundo.

La ciudad de la luz sigue atrayendo a miles de enamorados que suspiran, uno al oído del otro, contemplando una torre Eiffel brillante como diamantes engarzados a la luz de la luna.

 Estos mismos enamorados bajan a la orilla del Sena y navegan cediéndose calor arrepretados uno contra el otro.

Porque quizá el amor te nuble la vista de rosa pastel, te oxide la razón de castaño oscuro, por eso quizá tu amada sea Cenicienta pero tu retina solo aprecie la princesa que encubre.

Por ventura, quizás seas muy rápida y esquiva y habrás evitado las flechas que Cupido te envía. Déjate envenenar por el jugo de su punta y el mundo girará más deprisa.

Querida Cristina, quizá no debiste salir de ese libro de tapas rosas donde los renglones se escriben en cursiva, donde ratones y madrastras no envejecen jamás. Pero cuídate de aquellas que rojas manzanas te ofrezcan porque debajo de esa cofia, verrugas parecen ocultar.

Pero envidiada Cristina, sigue bebiendo de ese caldo que a los niños no deja crecer y en las fuentes del saber parece brotar y sigue escribiendo esas inusitadas cartas que tanto ansiamos de examinar.

Te queremos: Papá y Mamá. 

Los jardines de Versalles

Los jardines de Versalles, lejos de quedar relegados a un segundo plano, ostentan una relevancia infinita dentro de los dominios del Palacio. Para el arquitecto André le Nôtre, encargado de su construcción, debían ser tan importantes como el propio edificio en si. Sus árboles y arbustos debían rayar la divinidad para ser dignos de hacerle sombra al propio castillo.

Lo que antes eran pantanos y bosques fueron sepultados con carretas de tierra y abonos. Árboles de las regiones francesas más remotas fueron seleccionados y transplantados a estas, ahora fértiles, tierras.




En estos jardines, todo está medido al milímetro. Cada elemento colocado no es fruto del azar, sino que obedece a unas medidas determinadas y tienen una función concreta. La armonía reina por doquier. Esta puede observarse claramente nada más legar en la geometría simétrica imperante en todo el dominio. De este modo, a partir de un eje central nacen amplias avenidas en forma de estrella, en cuyas intersecciones no debe faltar una fuente que las corone.

Junto al palacio, se observan numerosas terrazas que aporten cierto equilibrio a la construcción y un gran canal veneciano sirve de división. A sus lados, las esculturas y fuentes hacen referencia a la historia de Apolo, dios del Sol, Latona, madre del mimo, o de Neptuno, dios de las aguas.

Las partes no centrales de los jardines también tienen una magia especial. Entre ellos destaca el invernadero de los naranjos, rodeado de la majestuosa escalera de los cien peldaños. En esta zona, además de naranjos se pueden encontrar limoneros, granados, palmares y las románticas adelfas.

A lo largo de todos los jardines, existen números carteles que marcan diferentes caminos a realizar por los turistas. Si bien no puedo recomendar ninguno en especial, si me gustaría aconsejarles que no dejen que ningún sendero previamente trazado guíe sus pasos. Simplemente limítense a vagar, a dejarse llevar por la magia cortesana. Que sean sus pies quienes marquen el ritmo y su subconsciente su destino.




Los jardines de Versalles son un lugar para perderse, detenerse en el tiempo, olvidar las prisas. Fueron concebidos para el descanso, por lo que no debieran ser mancillados por ningún turista ajetreado.

Versalles es un lugar para disfrutarlo, así que por una vez olvídense de todo, tómense un tiempo para ustedes solos, siéntanse como los reyes, reinas, príncipes y princesas que son, y, déjense llevar por la verdadera magia parisina de este esplendido castillo.






Escapada al parque

Un día lluvioso, como otro cualquiera aquí, en París, una pareja de románticos enamorados abrió la puerta del Lucky Nuggets. Por entonces, dado que la cajera estaba tomándose el religioso descanso del cigarrito, tímidamente entraron. Mapa en la mano, se acercaron a la camarera más cercana, la de la sección 3 y en un perfecto francés preguntaron:

Perdone, podría decirnos donde estamos y como llegar a Main Street?

Si, claro. Con una sonrisa, la feliz mujercilla tomó el mapa entre sus manos y,... puso cara de interrogación.   Eigggg????    ¿Que es esto? ¿Por qué aquí no sale el Lucky Nuggets? ¿Donde esta el lejano oeste?

La pobre vaquera, no pudo hacer más que decir: un moment, si vous plaît. Correr a la cocina y llamar a su team leader para que guiara a la joven pareja de acaramelados enamorados.

En ese momento millones de preguntas trascendentales pasaron por la mente de la jovencita, quien nunca había salido de los pasillos del backstage, o, de los dominios del restaurante. ¿Donde estamos? ¿Adonde vamos? Millones de cuestiones sin respuesta despertaron la inquietud de la muchachita.

La joven, de mente abierta y ojos despiertos, decidió que aquello no podía seguir así. Quería conocer mundo. Adentrarse en Fantasyland, el país de los cuentos; vagar por Adventureland en busca de terribles aventuras; visitar las lejanas tierras de Disney Studios y montarse en montañas rusas hasta no poder más.

Por eso, comprendiendo que no podía seguir en mi ignorancia, decidí emplear mi día libre en visitar el parque Disney, y, a diferencia de la mayoría de turistas, me llevé una gran gran gran... decepción.


Por que claro, una vino aquí todavía de niña, cuando apenas le llegaba a las rodillas de Pluto, y el parque le parecía tan grande como el mundo entero.

Por eso, cuando con esos recuerdos, una se adentra en el laberinto de Alicia, donde tantas horas pasó en busca de la salida, y se da cuenta, que, con ponerse de puntillas es capaz de ver encima de los setos; o cuando, en la atracción de Peter Pan, deja de prestar atención a los muñecos, para fijarse con detalle en los engranajes del barco pirata volador, la magia cae en picado.

Para alguien que nunca vio Disney, puede que, incluso de adulto, le parezca el lugar más mágico del mundo. Pero cuando una guardaba el recuerdo mágico de una niña de 6 años, puede que el parque quede por debajo de sus expectativas.

Aun así, la visita es agradable. Y por muy racionales que seamos, siempre acabamos corriendo detrás de Goofy. Un Goofy que te acaba de verte salir del backstage y te recibe con cara de interrogación. Eig ?????  ¿Que hace esta loca? O simplemente por pasarte junto a la puerta principal del curro y echar una furtiva mirada a su interior. O por encontrarte a algún loco compañero de trabajo, que a pesar de tener el día libre, se pasea con un sombrero cowboy por Adventureland porque echa de menos su bonito uniforme.

Solo por eso merece la pena la visita. Y para todas aquellas personas resistentes a los polvitos mágicos de Campanilla, voy a hacer un resumen de lo más importante que hay que ver en cada parque.

PARQUE PRINCIPAL DE DISNEY

1. Space Mountain: La más grande y insuperable montaña rusa de todo Disney. Únicamente apta para los más valientes y atrevidos que gocen de un fast past (tickets gratuitos que os evitarán pasaros 120 minutos de media en cada fila).

2. La Mina: en el lejano oeste, existe una pequeña montaña rusa, creada para niños, que hace las delicias de mayores y pequeños. Ambientada como una mina antigua, merece la pena montarse aunque solamente sea por ver la decoración. A pesar de poder calificarla como atracción "light", puedo decir que algún “iguano” se mareó en ella (y no miro a nadie, guiño guiño).

3. Los piratas del caribe: Mi favorita. En un barco pirata surcareis la isla de Tortuga en busca del capitán Jack Sparrow. Esqueletos y calaveras pueblan el camino en señal de alerta. Si os gustó la película, a atracción no os la podéis perder.

5. Pinocho, Peter Pan: Ya sea en un viejo tren o volando en barco, estas atracciones son un breve resumen de los cuentos Disney más famosos.

6. Un pequeño mundo: es la atracción más gore y tétrica que hayáis visto en vuestra vida. Miles de muñequitos diminutos de voz aguda y chirriante cantan estúpidas canciones de paz y amor. Escalofriante. No os lo podéis perder si os queréis echar unas risas en la salida.

7. Adentraos en el castillo rosa, emblema de Disney y si os atrevéis, bajad a las mazmorras, donde os espera una pequeña sorpresa solo apta para valientes. Allí mora el peor enemigo de María de Diego, el único al que esta guerra jamás no logró vencer




8. La mayor diversión de niños y mayores: la caza de personajes. Por las mañanas, Jack Sparrow, Skeleton, Minie, Goofy, Pluto y un largo etcétera se pasean por el parque, como si fuera su propia casa, para hacer fotos que aquellos visitantes afortunados capaces de encontrarlos.




Existen unos horarios que dicen el lugar exacto y la hora exacta a la que algunos personajes aparecen. El resto, vagan libremente, de manera que los visitantes pueden encontrase con ellos en cualquier momento. Por eso es necesario estar siempre atentos, pues uno nunca sabe cuando puede toparse con el ratón más famoso del mundo.





9 Disney Studios:
Es un parque posterior a Disneyland, de tamaño mucho más pequeño. Aquí simplemente es recomendable ir al cine en 3D y montarse en el ascensor, en la twilight tower, cuyos misterios os dejo descubrir a vosotros mismos.

Cuando parece que la jornada ha terminado, el frío te hila por dentro, debéis pasear por Main Street, y visitar todas las tiendas para hacer tiempo hasta que lleguen las 22 horas. Aquí los más golosos os podréis deleitar con algún crêpe, o quizás una cookie del Ned's (os aseguro que son una autentica delicia), o simplemente sentaos junto al árbol, dejar descansar los pies y disfrutar del ambiente mágico imperante en estos dominios.




Eso si, a las 10 en punto es obligatorio acercarse al castillo rosáceo. A esta hora, los villancicos se callan y empieza el Show. Un espectáculo de luz y sonido, acompañado de fuegos artificiales y otros artificios acuáticos os sumergirá en las películas Disney. Las historias más importantes irán pasando ante vuestros ojos, teniendo a la sombra de Peter Pan como hilo conductor.

Una autentica maravilla, sorprendente, alucinante, increíble, espectacular. Mucho más de lo que os podéis imaginar. Es, sin duda alguna el espectáculo más extraordinario que veréis jamás bajo la luna de la imaginación.







Adiós, París, adiós.

Dedicado a todas las pelirrojas “viciosas”. Puede que esta vez no te haga reír, pero por lo menos pretendo arrancar una sonrisa.
Odio las despedidas.

Cuantas veces habremos escuchado esa frase. En cuantas lenguas diferentes, de cuantas gargantas distintas, en cuantos lugares dispares.

En castellano son solamente tres palabras. Tres términos que, en realidad carecen de sentido. Son intrascendentes, redundantes, carecen de información útil. Todavía no he conocido a nadie que no odie las despedidas.

Pero son algo necesario. Siempre debe de haber un final, para que otro principio pueda surgir. Todos somos conscientes, pero preferimos obviarlo, pasarlo por alta, olvidarnos, y disfrutar hasta que llegue el último día.

Será aquí cuando tomemos consciencia de esto se acaba. Sin embargo nuestra mente, siempre avispada y esquiva, intenta buscar palabras de consuelo. Evitas el adiós, sustituyéndolo por un hasta luego mentiroso que muy probablemente nunca se cumplirá. Intercambias facebook, en un intento desesperado de continuar hablando, aun cuando sabes que en dos meses apenas serás capaz de entrar en su perfil para cotillear.

Cada final es peor que el anterior, porque son acumulativos. No dices solamente adiós a los nuevos amigos, sino que por tu mente pasan las caras de todos aquellos a los que una vez conociste, con los que una vez conviviste y a los que también alguna vez dijiste hasta luego.
Te viene a la cabeza la niña aquella del bus, que lloraba cuando se acababan los campamentos, el abrazo fuerte de un compañero de peripecias y un gorro, con forma de tarta de cumpleaños que te alguien te regaló en Inglaterra. Llega la verdadera cara de la tristeza encarnada en una fría mañana de Bohadilla, un bus adormilado con jet lag que vuelve de Vancouver junto al adiós apresurado que diste en Bogotá y en Sydney.
Pero todas esas salidas no fueron en vano. Cada una de esas personitas te dejo algo, te enseñó algo, por lo que siempre las recordarás.
De ellas aprendiste que existen personas capaces de hacerte reír incluso cuando te cuentan sus problemas, que debes comerte la coliflor por los niños pobres del África. Ellos te enseñaron que nunca debes dejar que ninguna persona te amargue una experiencia, que el suelo es el mejor colchón del mundo o que subir cuestas te acabará poniendo el culo duro. Descubres que eres capaz de salir bien en una foto, cuando la hace la persona adecuada y que el uniforme de cowboy gitana tiene su punto.
Ganaste risas y sonrisas. Perdiste miedos y vergüenzas. Y si conociste a alguien en el camino que realmente valiera la pena, descubrirás un pequeño cambio, una leve modificación de ti mismo, un retoque que te hará ser mejor. Y será la suma de todas esas infinitas modificaciones, la suma de esas personas lo que crea tu verdadera personalidad


DESPEDIDAS EN PARIS




Mucha gente llora en las despedidas. Yo no puedo. Siempre me consideré una llorica, pero jamás he logrado soltar una lágrima al decir adiós.
Fría, podréis pensar. Soberbia, pesimista, angustias por saber desde el principio que esto va a ocurrir. No, es algo diferente.
A mi no me gusta llorar, dejarme invadir por lágrimas que me impidan disfrutar. A mi me gusta vagar, dejarme llevar, pasear sin rumbo, disfrutar, posiblemente sola de los últimos minutos.  Porque las ciudades, los lugares, al igual que las personas, también merecen una despedida.
Cuando ayer me preguntaron que pensaba hacer hoy, respondí que ver el Louvre. Sin embargo, esta mañana mis “Converse” no estaban de humor para cuadros. Querían andar, exigían perderse por París, sin rumbo, sin prisas, sin planes.
La tecnología parecía darme la razón. EL GPS del móvil, bien sea por las nubes, o por otras razones, decidió no funcionar. Por eso, plano en mano (una alternativa más antigua, romántica, acorde con esta ciudad) y dotada de una capacidad nula para la orientación comencé la verdadera visita al París que yo conocía.
El RER me dejó en la estación de Chatelet, para no perder las buenas costumbres, Desde allí se puede cruzar fácilmente la isla de la cité (donde se emplaza Nôtre Damme), para, subiendo por el boulevard Saint Michel, llegar al Panteón, monumento neoclásico corazón del barrio latino. He de confesar, que apenas se nada acerca de las pinturas que adornan sus paredes. Lo que si os puedo relatar es el sentido del péndulo, atracción central del edificio. Este cacharro (en aragonés) con nombre propio (Péndulo de Foucault) es un colgante esférico capaz de oscilar en cualquier plano vertical. Conforme van pasando las horas, el plano de oscilación del péndulo va cambiando, en sentido de las agujas del reloj. Brujería.


No, siento decepcionaros, es física. En realidad, como diría Foucault: la lenta rotación del plano de oscilación del péndulo es realmente una ilusión de los observadores situados sobre la Tierra incapaces de percibir su propia rotación.
Antes de irnos no podemos olvidar dedicar un último pensamiento a todas aquellas ilustres personas enterradas en su cripta, entre los que destacan Voltaire, Rousseau, Víctor Hugo, Marie Curie, Louis Braille, Jean Monnet o Alejandro Dumas.
Ya que hoy es un día triste, continuaremos visitando otro edificio de belleza comparable a la del Panteón donde reposan Blaise Pascal (para quienes no lo conozcan, vamos a perdónales, podríamos clasificarlo como físico y matemático aunque sus aportaciones a casi todas las ciencias son infinitas) y Jean Racine (dramaturgo). Se trata de una iglesia emplazada enfrente del edificio anterior, que además contiene los restos de la patrona de Paris, Santa Genoveva.
De vuelta a Nôtre Damme, además de la reverencia obligada a la universidad de la Sorbona, recomiendo pararse unos minutos en el museo medieval de París, o museo Clunny. Además de conservar unas termas romanas antiguas y dar cobijo a importantes obras medievales y renacentistas, su arquitectura es una maravilla para la vista. Impresionante. No me extraña que la reina María Estuardo lo eligiera como su residencia.

Ya de vuelta a las horillas del Sana, sin poder evitar hacerle otra foto a Nôtre Damme, mis Converse han decidido volver a cruzar el puente, por el Pont Neuf, porque en el fondo, hoy, aunque me cueste reconocerlo, había una pequeña vena romanticona en mi interior (será está ciudad, o Disney, que me va a acabar trastornando) rumbo a los campos elíseos. Para ello, deberemos atravesar el museo del Louvre, con sus famosas pirámides de 666 paneles de metacrilato (o eso reza el libro de Dan Brown, El Codigo da Vinci), recorrer el jardín de Tulleries y, finalmente, cruzar la plaza de la Concordia coronada por el obelisco egipcio junto a una gran noria navideña.


Hoy las rebajas han llegado a los Campos Eliseos. Es el último día de la Navidad, por lo que los vendedores del mercadillo se apresuran a liquidar sus existencias, exponiendo sus mejores ofertas a turistas desprevenidos. Yo, como el resto, he picado. Eso si, ya tengo los regalos de reyes!!!
Antes de continuar con el viaje, hay una parada obligatoria. Ese carricoche antiguo que vende goffles, de chocolate hace algunos años, hoy en día de Nutella. Sentada en un banco, cuando el dulce estalló en el paladar, cerré lo ojos y recordé el París de hace algunos años, en busca del siguiente destino. A mi mente vino un París veraniego, aparecieron imágenes de uvas en Nôtre Damme, visitas furtivas a la Torre Eiffiel, la historia de un obelisco que compraron por algunos relojes y, la Opera.
Claro, la ópera, no podía marcharme sin verla.  Terminado el bollo doy media vuelta hacia la plaza de la Conconrdia, para subir Rue Real y bulevar del Capiccins, hasta este edificio espléndido, para algunos. En mi modesta opinión, aunque el edifico es impresionante, no es mi preferido de París.
A pocos metros, no podía faltar un Starbucks donde los turistas puedan refugiarse del horrible frío destroza gargantas que arrecia en París por Navidad. El café, en opinión de mi madre algo aguado, no es lo más importante. El éxito se lo llevan los sillones y el internet gratuito del local. En un Starbucks puede pasar cualquier cosa marciana. Pongamos un ejemplo. Mientras hoy apuraba los últimos restos del capuchino me han abordado dos estudiantes de psicología con cuatro folios de preguntas.
Se han acercado sigilosamente. Han mirado a la multitud y, como buenos psicólogos, han elegido a su presa fácil. Una solitaria estudiante, sin nada que hacer, sin prisa, con tiempo que gastar. Era la víctima perfecta.
Por eso, boli en mano, y con una sonrisa, me han asaltado. Perdona, tienes un minuto, es que es que tenemos que hacer un trabajo para no se que asignatura y necesitamos hacer unas encuestas. Te importaría si no tienes prisa responderme a unas preguntitas rápidas.
Y claro, entre estudiantes, existe ese sentimiento de solidaridad que impide oponerte. Si que ala, Cris, contesta como puedas en francés a preguntas sobre la psicología.
Nivel de estudios: primera y en la frente. ¿Cuál es la equivalencia aquí en Francia? Ahhh, la S esta de Science será
¿Te interesa la psicología? Oui
i¿Puedes dar alguna razón por la que pienses que la psicología es importante en la sociedad? Ufff, en español si, en francés, veamos a ver que sale…,
Indica tres palabras que tengan relación con la psicología. A ver como traduzco yo esto. Recuerda lo que te dijo Isa, del Last Chance, ponerle una –e al final de la palabra no mejora la cosa.
¿Qué te parece que una persona conocida fuera al psicólogo? Esta la se responder sin faltas de ortografía. Très bien.
Contesta Si o No ¿conoces a alguien que creas que necesita tratamiento de psicólogo, psiquiatra…? Solo uno? Uno no, toda cocina del Lucky Nuggets, el portugués bipolar,… en general el 90% de los cash member de disneyland, y si, vale, puede que también yo…
Y así continuaba. Todo esto el pobre estudiante ayudándome a traducirlo en frenchinglish. Vamos que ha salido una encuesta bonita. Pero eso si, ha sido toda una experiencia.


Bueno, me encuentro en este momento en el mismo punto que hace 15 días, en el aeropuerto de París. 

Afortunadamente la huelga ya ha acabado pero el avión que me ha de llevar de vuelta a Madrid viene desde Marruecos con una hora de retraso, parece ser que París no me deja ir. 

Pero todavía soy muy joven y mantengo intacta toda mi ilusión así que seguro que habrá más viajes para contemplar esta ciudad con esa luz que dicen que enamora y yo solo he podido verla gris y plomiza. 

Por cierto, me he resfriado, estoy afónica perdida. Así que me despido,  ya sabéis, siempre nos quedará París.


Au revoire.


Cristina Sánchez


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