HISTORIA: Alejando Magno.
En la primavera del 323 AC, Alejandro Magno gobernaba un imperio que se extendía desde el Danubio hasta los nevados picos del Himalaya.
Durante esta época, visitando la capital de su imperio, la maravillosa Babilonia, y paseando por los pantanos próximos a la ciudad, con la idea de mejorar el sistema de canales que transportaban el agua a la metrópoli, una horda de mosquitos ataco al hasta ahora, invencible conquistador.
Durante esta época, visitando la capital de su imperio, la maravillosa Babilonia, y paseando por los pantanos próximos a la ciudad, con la idea de mejorar el sistema de canales que transportaban el agua a la metrópoli, una horda de mosquitos ataco al hasta ahora, invencible conquistador.
Su segundo, su comandante, viéndole en tal mal estado dijo: Dame algoooo. Y Alejandro, colmado de pena, por ver a su amigo por última vez, aquel al que le había birlado la novia cuando era joven, movió su mano derecha lentamente, muy lentamente, debido a las pocas fuerzas que le quedaban, y se desprendió, en su dedo anular, del anillo de poder.
Ahora, en su dedo, solo quedaba la marca blanca que el aro había impedido tomar el sol.
Y respondió a duras penas: “Joderos, al más fuerte”. Todos se quedaron mudos, paralizados como piedras, hasta que Pericas, el del anillo, haciendo la pelota, indago: Mi rey, amado mío, como servidor suyo, ¿cuando quiere que se le ofrezcan estos honores divinos?.
El calor era agobiante y ningún soplo de aire fresco entraba por las puertas de la tienda. Los altos cargos del ejército, sus compinches de juergas, los compañeros de bacanales y los sirvientes allí presentes, acercaron sus oídos al rostro del moribundo: “Cuando seáis felices”. Estas fueron las últimas palabras del rey.
Durante los años siguientes, el ejercito macedonio, se enfrento a numerosas disputas y batallas entre los hombres montados a caballo, caballería, y los de a pie, infantería, que acabo con los líderes de la tropa de milicia derrocados en el centro de la avenida principal y pisoteados por elefantes de guerra durante el desfile de la victoria.
La madre de Alejandro, en Olimpia, reclamaba el cadáver de su hijo, mientras, Pericas, ideaba un plan para cumplir con su juramento que hizo en el borde de la cama del desahuciado, mas que nada, porque el anillo cada vez le apretaba mas, ya había pasado el tiempo, y se clavaba en la carne como una maldición hasta que consumara su compromiso.
La madre de Alejandro, en Olimpia, reclamaba el cadáver de su hijo, mientras, Pericas, ideaba un plan para cumplir con su juramento que hizo en el borde de la cama del desahuciado, mas que nada, porque el anillo cada vez le apretaba mas, ya había pasado el tiempo, y se clavaba en la carne como una maldición hasta que consumara su compromiso.
Y mientras tanto ideaba un plan…un plan sinuoso, inteligente y astuto…
Y mientras tanto el anillo seguía horadando su dedo…
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