MUDANZA A ESTAMBUL
Como cada año por estas fechas, huyo de España
para dejarme sorprender por algún país nuevo. Si es verdad que debo confesar
que cada vez me cuesta más hacer las maletas, la pereza de abandonar la calidez
y tranquilizad del hogar se hace más patente. Será porque cada año me acerco
más a los años de sensatez por lo que me vuelvo más sensiblona y me dejo llevar
por la morriña.
Aun así, este 25 de julio volví a cargarme la mochila,
esta vez para volar rumbo a Estambul, frontera entre Oriente y Occidente.
Para no cambiar las
buenas costumbres, decidí coger el vuelo más barato, que, como no pertenecí a
la compañía Pegassus, más conocida como la Ryannair Turca. Sinceramente, para
el nombre que tenía, el vuelo discurrió mejor de lo que esperaba. Hay que reconocer
que el piloto era un poco novatillo, y, cuando pasaba del control automático al
manual, nos llevaba un poco como los melones, de un lado para otro. Los
asientos eran estrechos, (íbamos un poco como en una lata de sardinas) como no,
y la comida, se paga aparte (lo cual me parece correcto). Salvando estas
nimiedades, que van asociadas a aerolíneas low-cost, y de las cuales no podemos
quejarnos, la relación calidad-precio es buena.
Tras 4
horas de vuelo, en las cuales el tiempo pareció detenerse por un momento,
llegué al aeropuerto de Sabina Gökçen. No puse un pie en territorio turco
cuando ya quedé anonadada. Quizás sería una simple coincidencia, pero, a mi
pituitaria llegaros olores, de.... "campo" por decirlo finamente
(vamos excrementos de vaca). Desde aquí, la forma más sencilla de llegar a la
ciudad, y barata es coger Shuttle bus (autobús lanzadera) llamado Harvata. Es
imposible perderse, porque la parada queda justo en frente de la única salida
del aeropuerto. Aquí llegó el primer momento de hacerse la turista. Con cara de
buena persona, me acerqué al conductor y le pregunté por Kadiköy Harbour,
pasando por delante de una fila interminable de locales y extranjeros. Yo no se
si realmente esperaban para montar en ese autobús, o tenían un destino diferente,
el caso es que, pasando por delante suyo, me colé y me senté en el último
asiento libre.
Una cosa debo
reconocerles a los turcos, las conexiones, centro ciudad-aeropuerto, son, con
diferencia, de las mejores que he visto. En media hora (o un poco más) y por el
módico precio de 8LT (que vienen siendo al cambio como 3€) llegas desde el
aeropuerto low cost que, para variar está perdido en medio de la nada.
Sin embargo, aunque
pueda parecer que el trayecto aeropuerto-ciudad se hará pesado tras el viaje,
nada más lejos de lo contrario, pues, no dejas de maravillarte durante esta
primera toma de contacto. Es totalmente diferente a o que conocemos. Otra
cultura, otra organización. Entre los edificios de planta cuadrada y 4-5 pisos
de altura, sobresalen rascacielos; los neones iluminan la noche y, las torres
de las mezquitas están presentes allá donde mires. Precisamente estas
construcciones fueron las que me dejaron un poco fuera de serie. De lejos,
únicamente puedes vislumbrar torres altas, iluminadas de verde o luz blanca, lo
que hace que te preguntes, que sentido tiene su presencia. ¿Serán depósitos de
agua?, no, demasiado estrechos. Chimeneas de fábricas?, pero, en mitad de
las casas... No es hasta que te has acercado mucho, cuando la mezquita aparece,
y, entonces, te das cuenta de lo tonta que has sido mientras en tu cabeza
montabas todas esas hipótesis.
Así que, cuando te
quieres dar cuenta te tienes que bajar a la realidad de la ciudad.
Afortunadamente, una representante de IAESTE estaba allí esperando para
llevarme sana y salva a casa, porque, es en este momento cuando viene el shock
más grande del día.
NADIE, repito NADIE habla inglés.
Eso de que todos los
turcos conocen este idioma internacional es mentira. Si bien en la zona
turística puedes encontrar comerciantes que se desenvuelvan en varios idiomas,
en la parte asiática, cuando te mezclas entre la gente que realmente vive y
trabaja aquí, descubres que, en realidad, nadie entiende ni papa de lo que
hablas. Asi que, reto del viaje: aprender turco express.
También te das
cuente de que ya no estás en Europa. Sus rígidas normas desaparecieron en el
momento en que cruzaste la aduana. Descubres que los semáforos son meras
directrices que nadie respeta, y que, el trasporte público oficial son los
minibuses, furgonetas con asientos que se dedican a recorrer la ciudad y que te
permiten bajar y subir un poco a tu antojo, y su precio varía en función de la
cara de turista que tengas. Los olores a especias se hacen cada vez más
fuertes, y, sorpresa, cuando llegas a tu calle, parece que en ella hayan
celebrado hoy "la tomatina". Zanahorias, lechugas, tomates y demás
verduras se esparcen por arcenes y aceras, porque, ayer, fue día de
mercado. Afortunadamente, aun el calor no ha hecho que huelan a descomposición.
Esto es otro mundo, es Estambul en
estado puro.
estado puro.
Capítulo 2: Encuentro en Kadiköy
Sentadas en el balcón, aprovechando uno de esos momentos
en los que la brisa del Bósforo da un respiro al insoportable calor turco,
compartíamos historias, de esas increíbles, que solo podrían pasar en la ciudad
de las mil y una noches.
Mientras, le daba vueltas al té negro, hoy había dicho adiós a una de
sus mejores compañeras de piso durante mes y medio. Para evitar pensar, había decidido
vagabundear por la ciudad.
Sus pasos, la habían llevado hasta el puerto de Kadiköy,
donde callejeando por sus laberínticas vías, llegó a la travesía de los libros.
En Estambul es corriente que, las calles se encuentren dominadas por gremios,
de manera que en cada paseo predominan un tipo de tiendas diferentes. Me contaba
que, como siempre, había decidido entrar en su tienda favorita, cuyo
dependiente fue el encargado de enseñarle las palabras básicas de supervivencia
en turco. Tras ojear muchos los libros, en sus manos cayó uno que no podría
dejar escapar. Sin embargo, las liras almacenadas en su monedero no alcanzaban
el precio del ejemplar. Cuando, estaba dispuesta a dejarlo de nuevo en la
estantería, para volver a por él otro día, el dependiente decidió dárselo como
regalo.
Un poco más alegre con su adquisición, y ansiosa por
continuar la lectura, se dirigió a un café no muy alejado de la tienda
anterior. Enfrascada en la lectura, se encontraba totalmente abstraída del
mundo, hasta que alguien osó interrumpirla para pedirla una foto, a lo que
ella, por supuesto se negó. Era un fotógrafo danés, que recorría la ciudad en
busca de personajes a quienes retratar para su último proyecto. Y así comenzó
una charla que terminó cuatro horas después, con la caída del sol en el puerto
de Kadiköy. Es curioso, el destino te hace que despidas de alguien pero, te
reúne con otra persona nueva, inesperada.
Mi historia del día no es tan interesante como la suya,
pero también empieza con un encuentro en Kadiköy.
A diferencia de ella, no era mi destino final, sino el
inicio. Allí pensaba coger un ferry hacia Eminönü, en la parte
Europea de la ciudad. Todo parece muy sencillo, compras un ticket, de 4 TL
(liras) y entras. Pero no es tan sencillo para una ratilla como yo. Haciendo
cálculos, 4 Tl y 4 volver suponen un total de 4 euros. Y, ¿por valía el mismo
tickets fueras a donde fueras? ¿No debería indicar el destino? Porque la
máquina dispensadora solamente te dejaba pagar 4Tl y te devolvía un único
tickets. A ver si luego el tickets no valía y no podía entrar al ferry. A ver como lo explicaba en turco. Con todas esas dudas le pregunté
al guardia, esperando que, ilusa de mi, hablara inglés. Obviamente, para él era
como si le hablara en chino. Al final me contestó que turco que pasara mi
tarjeta por la máquina (o eso le creí entender). Claro, te dicen tarjeta e
inmediatamente te viene a la cabeza la tarjeta de crédito. Yo me quede muerta,
la credi karti??? Le dije, alucinada.
Menos mal que, antes de que me diera tiempo a sacarla y
hacer la turistada apareció por allí un chico de Kirguistán que
chapurraba inglés para ayudarme. Me explicó los tipos diferentes de tarjeta que
existían, cual salía más rentable y cómo funcionaba el tema de coger los
ferris. Mientras me invitaba a té en la cubierta me contó las enormes
diferencias que existían entre la parte asiática y la europea en cuanto a
precios.
Pongamos un ejemplo, mientras que en Estambul europeo las
habitaciones en hostales de 2-3 estrellas no bajan de 40-50 euros, en la parte
asiática, por ese precio, pueden encontrar hoteles de hasta 4 estrellas. El
coste de la vida en general, es mucho mayor en esa zona. La coca-cola por
ejemplo, pasa de costar 1,20 Lt a 2 Lt, todo se encarece por la mera presencia
de los turistas. Y sin embargo, los salarios no suben de los 500-600€/mes. Por
eso, la mayor parte de la gente local trabaja en esa zona pero, sin embargo,
vive en la parte asiática.
Finalmente el barco
llegó a su destino, me despedí del personaje que me había ayudado alegando
tener que reunirme con unos supuestos amigos. Otra vez sola, me puse rumbo
hacia Eyüip, el barrio localizado fuera de las antiguas murallas de la ciudad.
A pesar de ser una paliza, merece la pena recorrer al menos una parte del
camino que lleva a él, pues discurre por toda la orilla del cuerno de oro.
EL cuerno de oro, Haliç en turco, es el estuario situado a
la entrada del Bósforo que divide a la ciudad del Estambul, protegiendo a sus
habitantes durante años y comunica el mar de Maramara con el mar Negro. Lo más
característico son los tres puentes que lo cruzan (Haliç, Eski Galatá y
Atakür), pero, lo que poca gente sabes es que fue ya Leonardo da Vinci quien,
en 1502 esbozara el primer puente que comunicara ambos lados del cuerno de
Oro. No obstante, dicha obra de
ingeniería jamás fue construida en Estambul, sino que en ella se basó el puente
construido en 2001 en As, noruega.
El nombre Eyüp proviene de Abu Ayyub al-Ansari, compañero y
adalid del profeta Mahoma. Este distrito es famoso por ser donde muriera y fuera el
enterrado el primer conquistador musulmán de Constantinopla, Abu Ayyub. Por
ello, se construyó una mezquita en su honor que, además de su tumba, alberga una piedra donde se
supone que se encuentra la huella de Mahoma. Por todo esto, Eyüp se convirtió
en un lugar sagrado, y a su alrededor comenzaron a construirse más mezquitas,
escuelas y fuentes. Durante la revolucionó industrial, la zona se llenó también
de fábricas, cobrando un olor especial. Sin embargo, hoy en día la mayor parte
de ellas han sido desmanteladas, devolviendo a la barriada su antiguo esplendor.
A pesar de los múltiples encantos
antes mencionados, los turistas más expertos en Estambul afirman que lo mejor
del mismo es el ambiente imperante, por eso recomiendan visitarlo los domingos,
cuando la gente libra y sale a la calle, llenándolas de vida. Según mi
compañera, en ocasiones, es tal el ambiente festivo que, a última hora de la tarde,
tras el rezo, comparten juntos comida, y es posible hasta ser invitado. Si bien
esto último no he llegado a descubrirlo, hay que decir que merece la pena
perderse entre los puestecillos callejeros y deambular por sus calles para
empaparse de esa aura mágica que dicen que impera en el lugar.
Si se sigue andando un poco más
hacia arriba se puede observar un cambio drástico, un gran contraste entre la
parte más conservadora, y una de las más modernas, pasado de centenarios
adoquines a firme pavimento y centros comerciales casi de forma instantánea.
Como ya se me acababa el mapa,
decidí coger un autobús que me devolviera al puerto, mientras, de paso, veía a
través de las ventanillas el barrio de Faith.
Es curioso lo mucho que cambia ver las cosas andando que
verlas en transporte, aunque sea público.
Por ejemplo, posiblemente, de
haber decidido este tomar desde un principio este medio de transporte, no
hubiera disfrutado del Bósforo, o no me hubiera parado a contemplar las
murallas, o tal vez no hubiera reparado en esa calle, esa esquina, esa persona,
ese momento. Por eso, cuando veo los tours que hacen muchas agencias, me
planteo hasta que punto una persona puede llegar a sentir la ciudad en ellos.
Verán muchas cosas, estoy de acuerdo, pero son imágenes inconexas. Bonitas, si,
pero sin ligar.
La furgoneta Mercedes te traslada
con todas las comodidades del mundo de un punto emblemático a otro, eres como
un burro con orejeras. Solo ves la parte bonita, lo que merece la pena, pero,
qué hay del resto, qué hay de la realidad.
Pongamos Estambul como ejemplo. Es
muy curioso el cambio de paisaje que hay cuando te acercas a los monumentos.
Poco a poco las tiendas de ultramarinos donde compra la gente real van
desapareciendo, las calles comienzan a estar bien asfaltadas, empiezan a
hacerse notar los puestos de venta ambulante, y los precios suben. Además esas
zonas siempre suelen estar bien cuidadas, con sus jardines, sombras, pavimento
en condiciones, para que los turistas no se asusten. Pero, cuando vives y
caminas por la Estambul verdadera te das cuenta de que las aceras son meros
bordillos estrechos, que los pasos de peatones no existen, y en el tráfico
impera la ley del más fuerte. Es curioso como las autoridades de los diferentes
países crean una burbuja de ficticio bienestar alrededor de las áreas
turísticas, dejando de lado las zonas donde viven los reales habitantes,
aquellos que constituyen el país, y que cuyo bienestar debería ser la prioridad
para el país, estando por encima del de ese caprichoso turista para el que
arreglan solo ciertas zonas de la ciudad con el fin de que la pobreza que
abunda en otras no le cause remordimientos de conciencia.
Criticas a un lado, me bajé junto
al puente Galata para continuar mi paseo hacia la torre del mismo nombre. En
sus orígenes se trataba de una construcción de madera que servía como faro
durante el S.VI DC. Posteriormente, fue reconstruida en piedra y, actualmente
es una de las torres más antiguas del mundo, desde la cual se obtienen las
mejores vistas de la ciudad.
Posteriormente, continué mi camino
a través de la avenida IStikal, una de las más importantes, siendo algo así
como el paseo de la Castellana turco. Llama la atención lo cosmopolita de sus
tiendas, y la modernidad que impera en las edificaciones, si bien es cierto
que, el aire urbanita caracteriza a todo esta zona de la Estambul europea,
siendo radicalmente opuesta a la asiática.
Esta calle termina en la famosa
plaza Tarsim, últimamente más conocida por las continuas protestas que en ella
tenían lugar.
…..CONTINUARÁ…..
(…Si teneis curiosidad mi paseo
siguió por Vialand desde donde cogi un bus de vuelta a Eminonu, crucé el
puente, subi a la torre Galata y finalmente hasta la plaza Taksim para volver
de nuevo a Eminonu a patita, pillar el ferri donde un abuelo turco me recitó un
poema en francés )
Capítulo
3: Free Tour .
Muchas veces, cuando ves por tu
cuenta una ciudad, te pierdes gran parte de la información. ¿Qué es ese
edificio? ¿Qué estilo arquitectónico predomina? ¿Quién es ese personaje? Por
eso se inventaron los Tours, bueno, por eso y para expoliar un poco los bolsillos
de los turistas.
Sin embargo, en algunas de las
ciudades más importantes del mundo, existe una alternativa a los que proponen
las agencias de viajes. Se llaman Free Tours consisten en visitas guiadas
al municipio llevadas a cabos por guías voluntarios, jóvenes entusiastas que
viven de las propinas que tú les quieras dejar una vez terminado el paseo.
¿Cuál es el precio justo, cuánta propina debes dar? Pues eso nunca se sabe,
depende de lo entusiasta que sea el guía, lo mucho que se implique, y, sobre
todo, lo generosos o tacaños que sean el resto de turistas.
Estambul, como ciudad importante, no podía
carecer de un Free Tour
Estambul, como ciudad importante, no
podía carecer de un Free Tour, así que, ni corta ni perezosa me puse a
buscarlo, y, efectivamente existe. Hay que reservar en la página web http://www.istanbul-freetour.com/ para que te tengan en cuenta y no se
vaya sin ti, principalmente. Parte todos los días de diario de la plaza Sultan
Ahmed, junto a la entrada de Ayasofya a las 10:45 y dura aproximadamente dos
horas. Es nuestro caso, un guía de aires Hípster se presentó ante el variopinto
grupo de jóvenes mochileros. Muy amablemente nos dijo que él era estudiante de
historia del arte y, por lo tanto, estaría encantado de contestar todas las preguntas
que pudieran surgirnos en este tema.
La explicación empieza hablando
precisamente de esta mezquita. Su nombre procede del griego, cuyo nombre
traducido es “Santa Sabiduría”. Efectivamente, al contrario de que muchos
piensan, la catedral (si si, está bien, en sus orígenes fue construida como
catedral) no estaba dedicada a ninguna santa ni mujer en concreto, sino a la
Divina Sabiduría, la cual, tomada del Antiguo Testamento haría referencia a la
santísima Trinidad. Santa Madre Sofía comenzó siendo una basílica ortodoxa,
hasta que llegó la época de los templarios y las cruzadas, cuando pasó a ser de
dominio cristiano. Finalmente, tras la conquista de Constantinopla por los
Otomanos, el edificio se transformó en mezquita. Actualmente, y desde 1931, ya
no es un templo de culto, sino que ha sido convertido en museo, y en
consecuencia, hay que pagar para verlo (25 TL). El edificio se hizo famosos por
su cúpula, siendo entonces la más grande del mundo. Son tales sus dimensiones
que, a pesar de haber sido construida en el 532, aun hoy se encuentra en
lo alto de la lista.
Justo en el otro lado de la plaza
está la mezquita del sultán Ahmed, más conocida como mezquita azul. Se
construyó con la intención de apaciguar a Alá tras las guerras contra el
imperio Safavída. Por eso, el sultán encargó que fuera la más grande jamás
construida. También era la única que contaba con 6 minares (a excepción de la
meca). Las leyendas cuentas que, en realidad, el sultán Ahmed I ordenó que los
alminares fuesen de oro, sin embargo, el constructor Sedekfar, malinterpretó
esta condición, creyendo entender que, lo que realmente le pedían era que
tuviera 6 minaretes, en lugar de los 4 tradicionales. ¿Realidad, mito? Bueno,
parece un poco extraño que nadie durante la construcción se diera cuenta de
ello, ¿no creéis? Luego, por supuesto Sedekfar fue castigado por su error,
siendo enterrado vivo en el interior de la mezquita. Todo un privilegio.
Ambas construcciones están separadas
por la plaza del sultán Ahmed. Actualmente es uno de los sitios más
frecuentados por turistas, mientras que en épocas pretéritas suponía el centro
social de la ciudad. Surgió como hipódromo, aunque en él también se realizaban
espectáculos circenses, desfilaban acróbatas y bailarines, era escenario de
diversos deportes, etc.
Llaman poderosamente la atención los
tres monumentos que alberga esta plaza. Dos obeliscos traídos de Egipto
(Obelisco egipcio y Orme Direk) y la Columna Serpentina procedente del templo
de Apolo de Delfos.
También cerca de este complejo, se
ubica la Cisterna Basílica. Es una construcción que se encargaba de proveer el
agua al palacio de Constantinopla, de manera que, si durante un asedio el
Acueducto de Valente quedaba destruido, las reservas de agua no se verían
vulneradas.
Relacionada con el agua, otro punto
de visita obligado es el Hamann de Cervelitas. Es el baño turco más conocido de
Estambul, y según algunas revistas está catalogado como el mejor del mundo,
aunque claro, el precio también es de los más altos. Un Hamann es un baño turco
y puede considerarse como un símbolo de unión de las culturas romanas e
islámica, ya que en él se combina la importancia que tenía el agua, y la
higiene para los musulmanes (donde el agua siempre estaba ligada a ritos
religiosos, como por ejemplo lavarse los pies antes de rezar, etc), y la
ingeniería civil romana en cuanto a construcción de tuberías entre otros.
La visita prosiguió siguiendo la
línea de metro hasta el Kapaliçarsi más conocido como Gran Bazar, aunque su
verdadero significado es Bazar Cerrado. Esto no hace referencia a que sus
puertas estén cerradas, sino a que es un bazar techado, por lo que se trata de
un espacio cerrado, de ahí el juego de palabras. En el interior de sus calles
interminables, los comercios se agrupan en gremios, poniendo un poco de orden
entre el caos imperante.
Finalizando la visita, recorrimos los
jardines de la universidad de Beyazit (una más de entre las muchas que alberga
la ciudad) para terminar en la mezquita de Süleymaniye, desde la cual se puede
divisar la ciudad entera. Sus vistas nada tienen que envidiar a las que pueden
obtener desde lo alto de la torre Galata. Además, a diferencia de ésta última,
la entrada, como la de todas las mezquitas, es gratuita. Su interior tampoco es
nada despreciable, llegando a competir en esplendor con la mismísima Ayasofia.
De esta manera, la visita
terminó igual que comenzó, en una mezquita. Durante su transcurso descubrimos
los secretos del Estambul más asiático de la zona europea de la mano de un
entusiasta guía Checo junto a gente venida de todos los rincones del mundo para
rendir culto a esta ciudad de contrastes.
336
columnas de mármol custodian uno de los más bellos y misteriosos monumentos de
Europa. En los subterráneos de la ciudad turca de Estambul se conserva en
excepcional estado el palacio sumergido del agua.
Yerebatan
Saray también conocida como la
Basilica
Cisterna.
Un lugar
cargado de historia y paz, un recorrido bajo las sombras, entre cabezas de
medusas.
Capítulo 4:
El gran bazar y el .
Palacio de Topkapi .
Eran las 9 de la mañana y el calor ya apretaba. Ni siquiera las nubes, que amenzaban con tormenta, daban un respiro a los viajeros, sino que, más bien, concentraban el calor, la humedad, la contaminación, bajo ellas, cargando el ambiente.
Como buena turca, me senté en la cubierta donde, la brisa marina con olor salitre, y un té de adquirido en el bar por una lira permitieron que mis neuronas comenzaran a funcionar.
Esta vez viajaba sola, pero no pude evitar recordar al personaje con el que me topé en mi primera visita. Ya había pasado una semana justa de aquello. Por eso me planteé un reto. Hoy sería una especie de examen sorpresa de turco. Nada de inglés durante el día. Tendría que sobrevivir solo con turco, en la parte europea. Pero, como en todos los exámenes se copia, me permití la licencia de llevarme una pequeña chuleta en el bolso de mano.
Una vez ya en Eminonü, puse rumbo al palacio Topkapi, de la forma más sencilla, siguiendo las líneas del tranvía.
Desde la primera vez que llegué a Estambul, este transporte me recordó a los buses turísticos que existen en algunas ciudades, pero sin audioguía. Desconozco su precio y me pregunto si realmente le será útil a la población local, o si tan solo se trata de una trampa más para turistas, como creo suponer. ¿Por qué digo esto? Por su recorrido.
El tranvía tiene una trayectoria serpenteante, que recorre los principales monumentos de la ciudad. Krabatas, Karaköy , Eminönü, Gültane (junto a Topkapi), Sulthanamet (donde se encuentran la mezquita azul y AyaSophia), Çermelitas (baños turcos) , Beyazit kapalicarsi (Gran Bazar), Laleli Universite (Universidad más bonit de Turquí ubicada junto a la mezquita Süleumaniye), Aksaray (Entre las mezquitas del Sutan y Laleli), etc. De esta manera, los turistas pueden recorrer los puntos clave sin tener que contemplar los alrededores.
Antes de entrar en el palacio, para evitar las colas, es posible comprar los tickets en unas máquinas expendedoras que se encuentran en la plaza entre Aya Sophia y la mezquita azul, junto a una pared de contrachapado. No hay confusión posible, eliges el ticket, pagas 30 LT que es lo que vale la entrada (si, bastante carilla), y ya está. Aceptan tanto efectivo como tarjeta. La entrada solo incluye la visita al palacio. Para poder ver el Harem, es necesario pagar 15 LT extra. Este ticket puede adquirirse junto a la entrada del mismo, ya en el interior del recinto.
El palacio Topkapi significa “palacio de la Puerta de los Cañones” por estar ubicado en esta puerta de la ciudad. Se encuentra entre el estrecho del Cuerno de Oro y el mar Mármara, en lo alto de una pequeña colina, por lo que las vistas de Estambul desde sus alrededores son magníficas. El complejo está formado por varios edificios que, unidos, constituyen un símbolo de la grandeza de Costantinopla durante el imperio Otomano.
Los visitantes entran al palacio a través la Puerta Imperial. Esto es un auténtico caos. Para poder acceder, es necesario que tus pertenencias pasen por un escáner y tú por un detector de metales.
Todos los turistas, ávidos por entrar, se aglomeran a tu alrededor, sueltan el bolso como si les qumase en la cinta, y tan tranquilos se van a esperar fila junto al detector de metales, por el cual van pasando lentamente. Esto ya a mi no me gusta. En todo momento hay policía, y en el rato que estuve observando (que no fue mucho) parece que no ocurrió ningún urto.
Aún asi, dejar mis pertenencias, mi DNI, tarjetas, todo, al otro lado de un muro de metacrilato, mucha confianza no me inspiraba. Porque claro, tu ves como tu bolso va pasando el control, pero tu aún estas atrapado entre la masa de gente luchando por pasar por el arco detector. Y, además que pasa si te pita, piensas, ¿te dejarán ahí un rato, chateándote mientras tu bolso sigue desprotegido? Pues no, no pasa nada.
Si te pita te pita, pasas recoges el bolso y fuera, no hay tiempo. De hecho, rara es la persona a la que no le suena. Así que, si alguien quiere meter una navaja para, por ejemplo, hacerse el bocata dentro del palacio, que la lleve encima mejor que en el bolso ;)
Todos los turistas, ávidos por entrar, se aglomeran a tu alrededor, sueltan el bolso como si les qumase en la cinta, y tan tranquilos se van a esperar fila junto al detector de metales, por el cual van pasando lentamente. Esto ya a mi no me gusta. En todo momento hay policía, y en el rato que estuve observando (que no fue mucho) parece que no ocurrió ningún urto.
Aún asi, dejar mis pertenencias, mi DNI, tarjetas, todo, al otro lado de un muro de metacrilato, mucha confianza no me inspiraba. Porque claro, tu ves como tu bolso va pasando el control, pero tu aún estas atrapado entre la masa de gente luchando por pasar por el arco detector. Y, además que pasa si te pita, piensas, ¿te dejarán ahí un rato, chateándote mientras tu bolso sigue desprotegido? Pues no, no pasa nada.
Si te pita te pita, pasas recoges el bolso y fuera, no hay tiempo. De hecho, rara es la persona a la que no le suena. Así que, si alguien quiere meter una navaja para, por ejemplo, hacerse el bocata dentro del palacio, que la lleve encima mejor que en el bolso ;)
Una vez pasado el show, el primer patio se descubre a la vista. Está construido principalmente en ladrillo, y repleto de plantas, muy bien cuidado. En su interior, con un poco de suerte, en ocasiones se pueden ver espectáculos donde un grupo vestido con los trajes regionales interpreta canciones folklóricas de la zona. Una maravilla que combina a la perfección con el entorno. A la izquierda, se encuentra del patio se encuentra el Harem (y la taquilla donde comprar la entrada), mientras que si se continua se puede acceder al resto de construcciones.
La Puerta de Acogida nos da la bienvenida al patio de ceremonias, lugar elegido por los sultanes para llevar a cabo los actos protocolarios más importantes del imperio. Todo ello dominado por unos jardines de inmensa belleza que podrían recordarnos vagamente a la Alhambra de Granada.
Siguiendo un poco más Puerta de la felicidad nos lleva a unos jardines, desde los cuales se obtienen unas vistas increíbles de todo Estambul.
Por último, antes de salir del palacio, deshaciendo lo andado, están las cocinas reales, y todos los instrumentos que se empleaban en la época.
A pesar del precio (30Lt que son aproximadamente 11 euros) es una visita obligada de Estambul.
Las más hermosas mujeres del Imperio
Otomano,
muchachas jóvenes de belleza
extraordinaria
eran enviadas a la corte del Sultan para
pertenecer a su Harem.
Contrario a la creencia,
no mantenían relación sexual alguna con
él,
sino que eran educadas para ejercer de mujeres
de cámara,
es decir camareras especiales adiestradas en
conocimientos
dirigidos a deleitar al Sultan.
Aprendieron a bailar, recitar poesía, tocar
instrumentos musicales…
Las dependencias donde se alojaban son de gran ínteres.
Pero todo se acaba. La lluvia me sacó del palacio de las mil y una noches para devolverme al ajetreo y realidad turcos. Proseguí mi camino, siempre junto a la línea del tranvía, con destino, el Gran Bazar.
En el Gran Bazar estaba mentalizada
para ser timada
Ya durante el camino me fui mentalizando para ser timada. Porque daba igual el buen precio que consiguiera, lo mucho que regateará que siempre me sentiría estafa. Ir a un bazar es, como jugar al precio justo, solo que el dinero que te juegas el tuyo.
Además, a un bazar no se puede entrar de cualquier forma. No es lo mismo que ir a un centro comercial, aquí no puedes ir deprimido. Porque lo vendedores lo huelen. Huelen la presa fácil. Tampoco puedes ir con prisas, ajetreos o estrés. Porque negociar, es un arte, y como todos, requiere su tiempo. Hay que ir sereno, calmado, con seguridad.
Asi que, antes de entrar en Kapalicarsi respire hondo, llenando mis pulmones de aire puro mientras repetía las dos frases mágicas que me podrían salvar de la destrucción: “lo necesito?” “¿Cuánto estoy dispuesta a pagar?”. Porque el regateo es tira y afloja continuo donde tu oponente tiene la ventaja de que, a diferencia de ti, él conoce el precio real del articulo que quieres comprar.
Centrandonos en Kapalicarsi, una de las cosas que lo diferencian del resto, es que es cerrado, cubierto (de ahí su nombre, bazar cerrado). Como ya me habían avisado, es inmenso, cuenta hasta con calles en su interior, que se cruzan y entrecruzan, formando una tela de araña que impide salir al turista, en la cual es muy fácil perderse y muy difícil encontrarse. Así que, si te gusta algo, cómpralo, no lo dejes para la vuelta porque, además de que te subirán el precio, lo más probable es que no vuelvas a encontrarlo.
Quizás fuera por el día, lluvioso, o la época del año, pero, no encontré la aglomeración de turistas que espera. No había agobio, sino que incluso dispuse de espacio vital. A pesar de ello, me decepcionó bastante.
Aunque surgió como un mercado destinado al comercio de la seda entre locales, ya nada tiene que ver con su función inicial. Está totalmente consagrado al turista. Entre sus calles destacan puestos de frutos secos, cacharrería turca de hojalata, pañuelos, y vestimentas de algodón.
Los precios que puedes conseguir aun regateando mucho no difieren en exceso de los que podrían lograr en España, sino que me pareció bastante caro, y más si lo comparas con algún mercado más pequeño, como el emplazado junto al puerto de Kadikoy. Pero opiniones a parte, os contaré mi experiencia.
Aunque surgió como un mercado destinado al comercio de la seda entre locales, ya nada tiene que ver con su función inicial. Está totalmente consagrado al turista. Entre sus calles destacan puestos de frutos secos, cacharrería turca de hojalata, pañuelos, y vestimentas de algodón.
Los precios que puedes conseguir aun regateando mucho no difieren en exceso de los que podrían lograr en España, sino que me pareció bastante caro, y más si lo comparas con algún mercado más pequeño, como el emplazado junto al puerto de Kadikoy. Pero opiniones a parte, os contaré mi experiencia.
Lo primero es que hice fue dar una vuelta de reconocimiento. Hay que despistar al adversario. Y, ocultar tu nacionalidad, porque, dependiendo de ella, cobran más o menos. Por ejemplo, los ingleses, no regatean nunca, así que son la presa fácil, su golosina.
Una vez visto el panorama, y lo que me podía ofrecer, me paré en la primera tienda. Como quien no quiere la cosa, empecé a mirar, y recordé las palabras que una amiga me dijo hará ya un año. Nunca digas que te gusta algo.
El dueño del puesto un señor turco, entrado en años, con experiencia en timar clientes, y lo peor, tenía una diabólica sonrisa en la cara y parecía muy amable. Yo quería aprender turco, así que, inicie el regateo en este idioma, y para ello, necesité hacer uso de la chuleta. El hombre no podía contener la risa. Imaginaos, una clienta, intentando hablar turco con una chuleta en la mano porque no se sabe los números, y que te diga que es porque quiere aprender el idioma. Al final la conversación discurrió en inglés, pero eso si, las cifras en turco.
Tras una hora de regateo, sentarme en su tienda un rato, ver como regateaba una pareja brasileña, como un grupo de inglesas aceptaban el primer precio, y ver como se le escapaban un par de clientas francesas, llegamos a un acuerdo. Yo ya pensaba que me iba a quedar allí como un producto más.
Fue un regateo arduo, en el que nos echamos unas risas. Porque ese es el truco, hacer reír al dueño del local. Al final el hombre me dio hasta su tarjeta Çömez souvenir shop, se llamaba el puesto, y se localizaba en Yaglikçilar Cad, para más información.
Una vez visto el panorama, y lo que me podía ofrecer, me paré en la primera tienda. Como quien no quiere la cosa, empecé a mirar, y recordé las palabras que una amiga me dijo hará ya un año. Nunca digas que te gusta algo.
El dueño del puesto un señor turco, entrado en años, con experiencia en timar clientes, y lo peor, tenía una diabólica sonrisa en la cara y parecía muy amable. Yo quería aprender turco, así que, inicie el regateo en este idioma, y para ello, necesité hacer uso de la chuleta. El hombre no podía contener la risa. Imaginaos, una clienta, intentando hablar turco con una chuleta en la mano porque no se sabe los números, y que te diga que es porque quiere aprender el idioma. Al final la conversación discurrió en inglés, pero eso si, las cifras en turco.
Tras una hora de regateo, sentarme en su tienda un rato, ver como regateaba una pareja brasileña, como un grupo de inglesas aceptaban el primer precio, y ver como se le escapaban un par de clientas francesas, llegamos a un acuerdo. Yo ya pensaba que me iba a quedar allí como un producto más.
Fue un regateo arduo, en el que nos echamos unas risas. Porque ese es el truco, hacer reír al dueño del local. Al final el hombre me dio hasta su tarjeta Çömez souvenir shop, se llamaba el puesto, y se localizaba en Yaglikçilar Cad, para más información.
No contenta con la compra, me sumergí un poco más en el bazar, hasta llegar a una zona junto a las cafetería. Se trataba de locales no muy legales que digamos donde vendían ropa “especial” que llamaban (de imitación) en una especie como de trastienda. Tras probarme media tienda, conseguí regatear dos pantalones marca Diesel, en teoría de la última colección.
Ya cargada de bolsas, y tras la ultima contraoferta, decidí que era el momento de huir de allí. Pero, ahhh amigo, encuentra la salida en esa ratonera, a todo ello hay que sumarle mi pésimo sentido de la orientación. Al final, no se como salí del reciento, volviendo al chiriviri del exterior. A mi alrededor, todo estaba lleno de puestos y más puestos. Callejeando como por arte de brujería, de repente aparecí en el puerto de Eminonu justo enfrente de la parada del ferri.
Al final, cuando llegue a casa llena de bolsas, y desempaqué mis compras pensé Cris, como te han timado esta vez.
" Construida como un puesto de observación
por los comerciantes genoveses en el siglo XIV,
la torre de piedra de 200 metros ofrece una vista aún más
espectacular que la del puente.
Desde la plataforma de observación al aire libre,
se puede ver directamente a través del Cuerno de Oro de la Ciudad
Vieja,
más allá del Bósforo a Asia, y sobre las calles enmarañadas de
Galata."
Capítulo 5 :
21 días ya, en Estambul
21 días… en tierras turcas
Hoy, 15 de agosto de 2014, se
cumplen ya tres semanas desde mi llegada a Turquía. Tres semanas, que se dice
pronto, pero son tiempo suficiente para mudarte, establecerte, pasar el shock
cultural, adaptarte, y por fin, empezar a disfrutar del país. Hoy, por fin
puedo hacer un capítulo a los Samanta Villar y contar mis experiencias de 21
días en Estambul.
21 días a lo Samanta Villar
Hay muchas versiones diferentes
de esta ciudad. La mayor parte de los turistas solo tienen experiencias
positivas. Te cuentan lo maravillosa, preciosa que es la ciudad, y te advierten que los turcos tienen mucho
peligro. Los Erasmus españoles, te narran lo mucho que se divirtieron. Pero
todos ellos olvidan el shock cultural de los primeros días.
Yo llegué a Estambul suponiendo,
tonta de mí, que todo el mundo chapurreaba algo de Inglés, que era una ciudad
impresionante bonita en su totalidad, y que el kebab se cocinaba con salsa de
yogurt. Nada que ver con la realidad.
Si bien es cierto que las zonas
más turisticas, como pueden ser la plaza Sulthanameh, las mezquitas AyaSophia o
la mezquita Azul, el palacio Topkapi, etc, son de una belleza excepcional; que
el cuerno de oro, las orillas del Mármara y el estrecho del Bósforo son un
signo distintivo de la ciudad; como en todos los sitios, cuando te alejas a las
afueras la cosa cambia.
Y como bien dice mi jefe: “Estambul es una ciudad de
contrastes, en 100 metros todo puede cambiar totalmente”.
Tras la opulencia de
los palacios se encuentran callejuelas desmejoradas, cuyos edificios piden a gritos
un lavado de cara. Junto a bulevares plagados de modernas tiendas conviven vías
angostas, viejas, las cuales, al contario de las anteriores, no invitan a
pasear, por muy seguras que sean.
Cuando yo llegué a mi casa, en Mektep soak,
en la parte asiática, me encontré una calle empedrada, de pavimento poco firme.
Porque vivir en según qué zonas de Estambul es como retroceder a la España de
los años 60. Las casas están equipadas con las más modernas tecnologías, sin
embargo, las construcciones, la distribución de las casas, algunos muebles,
parecen sacados de Cuéntame. Incluso se tiene dudas de la eficacia de las
canalizaciones de agua y los materiales con las que pueden estar construidas.
Esa es otra historia, el agua de
Estambul. Tras tres semanas analizando agua puedo decir con total convención
que entiendo perfectamente que los turcos no usen el agua del grifo ni para
cocer los macarrones.
“Preferiría vivir en el Marmara antes que en el agua del grifo”
Estambul es una de las pocas ciudades en Turquía donde el
agua es potable. ¿Qué significa esto? Que el ayuntamiento se encarga de
suministrar a las casas agua que en teoría sería apta para el consumo humano,
carente de gérmenes patógenos y con valores de iones aceptables. Esto es
cierto… a medias. Bacterias patógenas el agua no tiene (yo creo que preferirían
vivir en el Mármara antes que en el agua del grifo), pero dado que el sistema
de potabilización turco carece de filtros que mejoren la caldiad del agua tras
dicho tratamiento, el agua de las casas de la ciudad puede fácilmente puede
llegar a contener:
o > 3ppm
de Cl2 como consecuencia de una elevada cloración y falta de filtros
posteriores a dicho proceso. El Cl2 es un elemento volátil, pero que
puede disolverse en el agua, y que muy bueno para la salud no es que digamos.
Se caracteriza por ser neurotóxico e incluso llego a emplearse durante la
Primera Guerra Mundial como arma química (bertolita)
o > 75-90
pmm de Cl- lo que le confiere un gusto bastante desagradable.
o > 180ppm de CaCO3, vulgarmente
conocida como cal, famosa por ser la causante de la obstrucción de los filtros de
nuestros electrotrodomesticos y formar cálculos renales. Vamos que los turcos
que beben agua del grifo tiene los riñones petrificados, y los filtros.
o > Una
conductividad de 500-600µs, cuando la del agua filtrada debería ser inferior a
50 µs. Una alta conductividad indica una alta presencia de iones en el agua, ya
que son estos los responsables de la misma. Vamos, que el agua turca está bien
cargadita.
o > Un
pH bastante variable dependiendo del día y de la zona. Suele oscilar entre
6,5-7,5 pero, he llegado a ver pH inferiores a 5,5 (vamos, que se están lavando
con vinagre) o de 8 cuando los filtros que instalamos no funcionan
adecuadamente.
En fin, con todo esto podemos
concluir que, muy saludable el agua turca no es. Por eso, toda las casas
consumen agua embotellada. Sin embargo la calidad de determinadas marcas deja
mucho que desear. Algunos estudios científicos incluso afirman que,
determinadas compañías parecen limitarse a envasar el agua del grifo tal cual
sale, sin darle ningún tipo de tratamiento.
Otras compañías, productoras de
grandes botellas de 25L (que son las más usadas en las casas), reutilizan estos
contenedores varias veces. El sistema sería similar al que empleamos en España
con las bombonas de butano. Cuando se acaba el agua de la garrafa de 25 o 50 Lts,
llamas a la compañía, y ellos vienen a cambiarla por una llena, llevándose la
vieja para rellenarla. Con el uso, el plástico se va degradando poco a poco,
disolviendo sustancias tóxicas en esa agua embotellada.
Por eso, legalmente,
tras un cierto número de usos, las empresas están obligadas a desechar estos
bidones. Pero este concepto utópico rara vez se cumple. La garrafa la desechan
cuando se rompe, y mientras aguante se sigue empleando, rellenando y
almacenando sin ningún tipo de control. Es por eso que los más pudientes
prefieren instalar sistemas de filtración (de sedimentos, osmosis inversa o
carbón activo en función de la calidad del agua que les llegue) que eliminen
esas sustancias indeseables y puedan consumir agua del grifo.
Así que, si alguien me
preguntara, ¿puedo beber agua del grifo? Le diría rotundamente que no, sin
embargo, no aplicaría esta restricción a té, café o hielos. Si bien es cierto
que ni el proceso de congelado ni el de hervido del agua no mejora su calidad
(al revés, en todo caso la empeora concentra más los iones), es posible
permitirse el lujo de disfrutar de ellos siempre y cuando el restaurante nos
ofrezca un mínimo de garantía (que no sea el típico kebab cutre), pues, la
mayor parte de cadenas hosteleras cuenta con filtros que mejorar la calidad del
agua del grifo, de las máquinas de café y té e incluso de las máquinas de
hielo, por lo que podemos tomarnos una limonada sin preocuparnos por si los
cubitos nos provocarán mal de Montezuma.
Aunque parezca raro, los turcos
son unos aficionados a las bebidas calientes. Consumen constantemente té, y
café, a pesar del calor. El té suele ser rojo, sin especiar, y el café similar
a nuestro café de puchero. Ambos solos, sin azúcar ni leche, la cual es
bastante rara en esta ciudad.
La verdad es que el agua
embotellada es bastante barata en Estambul. Una botella pequeña puede valer
entre 0,5-1 Tl (dependiendo si estas en zona turística o no), y las garrafas de
5L, cuestan aproximadamente 1,5-2,5 TL (en función del comercio y la marca). Otras
bebidas que se consumen por excelencia son los zumos naturales, están las
calles plagadas de puestos ambulantes donde los exprimen al momento. Por 1TL es
posible disfrutar del jugo de dos naranjas, y por 3TL de granada. Son los
favoritos para pasar el calor.
Sin embargo, durante las comidas, triunfan la
limonada y una bebida láctea, llamada Ayran (sería algo similar en textura al
Actimel) que se prepara mezclando yogurt natural, agua y sal. Esta ultima la
emplean sobre todo cuando el plato no lleva yogurt incorporado (algo raro en la
cocina turca), como por ejemplo ocurre en el caso del kebab, gözmele, börek,
etli ekmek, etc.
Porque la mayor parte de los
platos en Turquía llevan yogurt, salvo el kebab. Aún sigo en shock desde que lo
descubrí. Aquí el kebab auténtico es un rollo de pan con carne, de pollo, o
ternera con patatas fritas. No lleva lechuga, ni tomate, y por supuesto, no va
acompañado de esa salsa de yogurt que se han inventado las cadenas de Dönner
españolas.
Además de la forma en la que estamos acostumbrado a verlo (en rollo
Dorum), también lo presentan en bocadillo (ekmek);. Es posible sustituir la
carne por pescado, obteniendo entoces un Balik ekmek, por ejemplo (un bocadillo
de caballa a la parrila con verduras). Junto al embarcadero de Karakoy, existen
una especie de puestos semi-ambulantes, parrillas móviles donde cocinan esta
delicia. Por 7Tl (aunque negocinado se puede sacar hasta por 5) te permiten
disfrutar de este bocadillo en una terraza, sentado junto al Mármara, y gozando
de unas maravillosas vistas de la parte Otomana de Estambul, con por la
mezquitas nueva, Azul y AyaSophia en primer plano.
Otros platos típicos que
llamarían la atención son el sosisli un perrito caliente turco, el pasto que
sería el equivalente a un bocadillo de patatas fritas con kétchup y mayonesa.
También se pueden catalogar como fast-food turcas las piliç sis similares a las
brochetas de carne o pollo acompañadas de unas especie de arroz y del pan
típico, Kümpir una patata azada gigante, rellena de vegetales, longanizas, etc
típica del barrio de Ortaköy.
Eso sin olvidar las adaptaciones turcas de la
comida italiana, sus “decostrucciones” de pizza, también llamadas lahuman
(especie de pizza de masa fina servida en forma de barquita), o el etli ekmek
(la frontera entre el pantumaca y la pizza, consiste en una masa fina de pan
sobre la que se añade tomate, especies y carne).
La carne no deja de estar
presente en otros platos fuertes de la cocina del país, en los cuales empieza a
cobrar protagonismo el yogurt, el cual, por raro que parezca se combina en
muchas ocasiones con el tomate frito. A simple vista puede parecer una
guarrería, pero cuando lo pruebas te das cuenta de que está muy bueno.
Eso sí,
hay que recordar que aquí el yogurt no es dulce, sino salado, por eso combina
tan bien. Algunos ejemplos serían köfte o albóndigas que se suelen acompañar
con salsa de tomate y yogurt; manti una especie de pasta de carne servida sobre
un lecho de yogurt y cubiertos con salsa de tomate o el Tepsi böregi, un hojaldre relleno de carne
picada, queso blanco, yogurt e hinojo picado. La variante vegetariana de este
último es Yogurtlu börek: hojaldre relleno con yogurt, queso blanco e hinojo
picado, el cual se suele adquirir en panaderías a la hora del desayuno. Porque
aquí se desayuna salado, normalmente platos basados en queso, pan y aceitunas
negras.
Otro plato que les encanta son
las sopas. Por mucho calor que haga que no falte la çorba en ninguna comida.
Peuden servirse frías (como la yogurtly çorva elaborada a base de pepino y
yogurt), o calientes (como Ezogelin Çorbasi a base de unas lentejas turcas
rojas que se deshecen al cocer con mirarlas)
Bueno, si a pesar de todos estos
platos contundentes te quedas con hambre, vendedores ambulantes se encuentran
en cualquier esquina dispuestos a venderte pro 1TL el Simit (parecido al
prezzle alemán), o el Misir (que no tiene nada que ver con lo anterior, es un
mazorca de maíz cocida o a la brasa, como prefieras).
En cuanto a precios, solo puedo
decir que la comida es muy barata. El precio de una comida puede oscilar entre
los 5 y 10 euros en las zonas más pijas. También existen restaurantes que de,
como dicen los turcos “comida hecha en casa”. Son locales donde la comida se
cocina a la forma tradicional turca, y, todo lo contrario a la comida
manufacturada, o de catering a la que estamos acostumbrados. Todo esto, unido a
los extenuantes horarios laborales turcos (que normalmente comprenden de 8 a
18, lo cual no se hasta que punto es legal) hace que la mayoría de ellos opten
por comer fuera de casa.
“Para conocer un país hay que visitar una iglesia,
un supermercado y… un cementerio.”
Pero, aunque uno no cocine en
Turquía, el supermercado es una visita obligada. Como diría un director de
viajes Barceló, para ver un país hay que visitar una Iglesia, un supermercado y
un cementerio.
Aquí el super es otro mundo.
Las compañías más grandes de
“hipermercados” como MIGROS, BIP, Carrefour (pero turco) o mi favorito, Arden,
regentan pequeños supermercados, similares a los que podría haber en algunos
pueblos de Andalucía, o al típico Spar del norte, que siempre nos saca de un
apuro. Sin embargo, aquí todavía se estila eso de ir a los ultramarinos.
Las
calles están plagadas de pequeñas tiendas que te venden de todo. Netscafé
tabaco, agua, yogurt, queso, pan, aceitunas, frutas y verduras… Todo lo que
necesitas para sobrevivir, debajo de la puerta tu casa. También hay comercios
especializados, tipo carnicerías, panaderías o tiendas especializadas en vender
pasta turca (mantis, espaguetis, etc).
Lo que no he visto han sido pescaderías.
Lo más parecido son los puestos que se emplazan junto al puente Galata. Y eso
es porque los turcos no son muy amigos del pescado (yo creo que es porque aún
no han conseguido hacerlo combinar bien con el yogurt), les va más la carne,
incluyéndola en todos su platos.
Pero lo más alucinante son los mercados callejeros.
Se celebran cada día en una zona de la ciudad. En mi calle
en concreto es el viernes. Ese día se llena la calle de puestos ambulantes
(similares a los del rastro), repletos de furas, verduras, legumbres, huevos,
y, en ocasiones hasta quesos.
Lo normal es que cada uno esté especializado en
producto, es decir, un turco se dedica a vender patatas, el de al lado uvas,
etc.
Son increíbles, el bullicio de la gente regateando, de los vendedores
gritando Seftali iki lira iki lira (melocotones a 2 liras), el ambiente, los
aromas. Porque en cuanto se abre sobre las 7:30 lo notas, te llegan los aromas
de las lechugas, cebollas, la fruta. Sientes que no es sintético, sino natural
y fresco, y, además está más barato que en el mercado.
Me sentí emocionada: había encontrado un gusano en mi melocotón.
Uno de mis compañeros de
trabajo se reía cuando le contaba toda emocionada que había encontrado un
gusano en mi melocotón. Hacía años que no veía un gusano en una fruta, y lo que
es más importante lo que esto supone, que ha sido criada con menos químicos,
que ha madurado en el árbol y no a base de etileno en cámaras de almacenamiento Y todo esto se nota en el
sabor.
Se ve que no han sufrido una selección previa. No tienen un tamaño
estándar, no son frutas seleccionadas para parecer bonitas, tiene golpes y
únicamente son descartadas por el propio dueño del puesto cuando, por el calor,
empiezan a mostrar signos de empezar a podrirse.
Además, es mucho más barato
que en cualquier tienda, aunque, claro, este varía de semana en semana, pues
depende de la ley de la oferta y la demanda (vamos, de la cantidad de
frutas/verduras que le hayan madurado esa semana al turco).
Así que el menú de
la semana, depende, de la disponibilidad del producto y del clima, como
solíamos hacer en la España de Cuentame. Otra desventaja (o ventaja según se
mire) es que el precio depende también de tu habilidad para regatear. Porque,
si, la fruta y verdura se regatea. A mi al final me pasa como en el zoco. Llego
a casa llena de bolsas, y, cuando las dejo en la cocina pienso “malditos
turcos, ya me han vuelto a timar otra vez”
Además, siempre que me acerco a
este mercado descubro algo nuevo, como que las sandías tienen medidas
desproporcionadas, que esa cosa verde y rondada, pequeña, que parecían limas en
realidad eran mandarinas, o la lechuga tiene un sabor extraño, entre el perejil
y la menta.
Otra cosa que rompió mis esquemas
fue el transporte público. Los distintos tipos ya sorprenden de por si. Pero
más sorprende aún es la ausencia de ley y orden que impera. En general la mayor
parte de ellos funcionan con la tarjeta de transporte llamada Istambulkart. Es
una tarjeta normal, donde metes dinero, y te va descontando con los viajes. Los
principales medios usados son:
o
Bus: sería un autobús normal y corriente
español, pero con una particularidad, solo se puede pagar con
IstanbulKart. No aceptan pago en metálico ni se puede comprar billetes
individuales (o yo no he descubierto la manera al menos). Si te la olvidas o te
quedas sin dinero, pues,… mala suerte.
La única opción para poder coger el bus
es, darle pena al conductor y que te deje ir gratis, o, pedir algún turco que
te deje usar su tarjeta y pagarle el viaje en metálico (para lo cual,
obviamente, es necesario hablar turco).
Para cogerlo el mecanismo es muy
sencillo, te pones en la parada, y levantas el brazo cuando venga (de lo
contrario pasara de largo probablemente). Lo bueno que tiene, es que, a
diferencia de los conductores del Zaragoza, si te ven corriendo, esperan, e,
incluso, si les levantas el brazo en la calle, aunque no sea en la parada,
paran y te dejan subir.
o
Minibus: Se emplean para recorrer distancias más
cortas que los autobuses. Lo bueno que tienen es que paran donde tú les digas.
Solo tienes que levantar el brazo, subir, decirles tu destino, y pagar (en
metálico, aquí no funciona la Istambulkart). Muchas veces, si te ven andando
por la calle, incluso te pitan para que subas.
o
Ferry: Sirve para cruzar de una parte de
Estambul a otra. Las estaciones están localizadas estratégicamente junto a los
puntos neurálgicos de la ciudad.
> Eminonü para visitar el barrio de Fatih y
algunos de los monumentos más famosos , > Kadiköy en la parte asiática,
> Krabatas
para ir la plaza Taksim o
> Karaköy junto a torre Galata.
Aceptan pagos con
IStambulkart o bien se puede comprar billetes en la estación. Merece la pena perder
un poco de tiempo junto a sus estaciones, mezclarse entre el bullicio de
puestos de comida rápida, en el trasiego de pasajeros, y disfrutar de los
olores.
Desde que llegué a Estambul, mis visitas turísticas comienzan y
terminan con el mismo ritual. A la ida, té, solo sin azúcar, al estilo turco, en la cubierta de
arriba, mientras contemplo las vistas, como poco a poco, las principales
mezquitas van apareciendo, y luego, como poco a poco se hacen grandes conforme
el barco se acerca a su destino. A la vuelta, cubierta de abajo, para disfrutar
del olor a mar, sentir la salitre, como te salpica el agua mientras contemplas
el atardecer.
o
Metrobus: Si, tal cual. Como su nombre indica
esta a caballo entre el metro y el autobús. En realidad se trata de un autobús
que recorre todo Estambul. Tienen un carril propio, vallado y todo, y suelen ir
por las circunvalaciones de la ciudad, por lo que son más rápidos que un
autobús normal.
Una de las cosas graciosas es que proyectan durante el trayecto
una especie de cortos, con dibujos animados, en los que se indica todo lo que
no se debe hacer en el metrobus. Hasta aquí todo normal, lo curioso, es que la
mayor parte de estas cosas no se nos ocurriría hacerlas nunca en España, pero
es normal que ocurran en los autobuses normales, como, por ejemplo, pedirle al
conductor que pare cuando no hay parada, ponerte en mitad de la calle para
parar al autobús, levantar el brazo para que te pare, hablar con el conductor,
etc.
o
Tranvía: Discurre por las zonas europeas
conectando los principales monumentos. Es perfecto para los turistas.
o Taxis: Recorren la ciudad a todas horas. Son
bastante económicos (la bajada de bandera por ejemplo cuesta 3 TL, poco más de
un euro), y su capacidad máxima es el
máximo número de personas que puedan enlatarse en ellos.
Transportes, comidas, barrios,
costumbres. Todo es distinto, ni mejor ni peor, solo, diferente, chocante. Por
eso hay que mezclarse, adaptarse, y descubrir cada rincón de Istambul para
poder llegar a apreciarla realmente, tal y como es.
"Las mezclas siempre nos han fascinado, será por su capacidad de sorprendernos, de sacarnos de la cotidianidad, y si hay una ciudad que encarne de una manera especial ese espíritu de eternos contrastes,
esa es Estambul.
Dos mundos separados por el Bósforo y unidos por una forma de vida, donde se desayuna con el sonido del alba
y el brunch se practica desde hace siglos."
Hay que ver amanecer en Estambul.
Acercarse al bósforo en ese momento mismo
en el que el almohacín canturrea su rezo justo en el instante en que está desapareciendo la
noche.
Algunos pescadores ya han ocupado su puesto en el
puente, lanzando su caña y comenzado su jornada de espera a la pesca del nuevo
día. La ciudad quieta, milagrosamente silenciosa, parece rendir pleitesía a la
llegada de un nuevo día. Los
rayos de luz virginales inciden sobre las cúpulas doradas sacando
brillo a la belleza cegadora de esta urbe mágica.
Canta el almohacín y su rezo parece
avivar los fuegos de los carritos ambulantes de las calles, puestecillos
de bocadillos que comienzan a hacer rotar los grandes rollos de carne a la
vista de los viandantes madrugadores.
Hay muchas maneras de comenzar el día
en Estambul...
Y al anochecer...
Me gusta pasear, al salir del trabajo, el
día que tengo tiempo, junto a un encantador mirador, contiguo a donde se tejen
las mágicas alfombras “voladoras” que venden los mercaderes del gran Bazar. En
ese momento, las luces brillantes de Estambul se van encendiendo poco a poco,
sobre los minaretes, sobre las grandes mezquitas, sobre 16 millones de
habitantes.
Me siento en uno
de los cafés que se encuentran a lo largo de la orilla del Bósforo, para
admirar los barcos que desfilan uno tras otro por el Cuerno de Oro,
reflexionar sobre Turquía, sobre lo viejo y lo nuevo, sobre la mezcla de
Oriente y Occidente mientras solicito un té negro, el té de manzana solo es
para novatos. Y aunque el café turco esta considerado como Patrimonio Cultural
de la Humanidad me recuerda al café de posos de la posguerra.
Al fondo se escucha el sonido de una armónica,
Una de las muchas maneras de acabar el
día en Estambul.
Capítulo 6 : Pegasus, la Ryann Air
turca
Nunca pensé que diría esto, pero,
cómo echo de menos a Ryanair. Con ellos todo es más fácil. A medida que vuelo
valoro más a esta aerolínea.
Vale, lo admito, son un poco
turcos y te intentan vender de todo, hasta las maletas para el viaje. No te dan
ni una botella de agua, y no te dejan dormir durante todo el trayecto gracias a
las múltiples pasadas de su dutty free, pero eso sí, siempre con una sonrisa.
Que si, que viajas con un poquito de miedo por si te quedas sin combustible,
pero más emoción. . Lo admito, siempre aterrizan
en el culo del aeropuerto más alejado que puedas imaginar, pero aterrizan a
tiempo. Y es que la puntualidad británica se nota; en julio, en un 90% de sus
vuelos pudieron tocar la musiquita del séptimo de caballería, siendo líderes de
puntualidad en Europa, muy muy muy por encima de Iberia , y superando a
Easyjet.
Ahí Esasyjet, que malos recuerdos, que poco me gustan.
Ya me
gustaban poco, por los comentarios generales de la gente, peor en el viaje a
París ya los terminé de odiar. Volaba a Beauvais, París en Semana Santa. Para
variar el vuelo se retrasó (algo que creo que no es muy raro con esta
compañía), y gracias al retraso me quedé sin forma alguna de llegar a las
instalaciones Disney, donde debía comenzar a trabar al día siguiente. Al final
tocó pagar un taxi.
Otra cosa buena de Ryannair es, llegues donde llegues, a la
hora que llegues siempre hay un autobús esperando para comunicarte con el
centro de la ciudad. Usualmente hay autobuses que programan sus salidas con la
llegada de los vuelos, para que no tengas ningún problema Además en general los
aterrizajes, despejes y el vuelo suelen trascurrir con normalidad, que es lo
importante.
Por eso, cuando la gente comienza a criticarla me gustaría
decirles, entonces ¿por qué sigues comprando sus billetes? Y es que ¿qué
esperamos cuando ida y vuelta suele ascender como mucho a 150-200€?
Pero bueno, no quiero hablar de las múltipes bondades de
Ryanair (I love Ryanair), sino de la que dicen ser su homóloga turca, Pegasus,
la cual, en mi opinión no merece ese título.
Cuando comienzas la compra, en principio todo es similar,
salvo que en este caso te dejan elegir más posibilidades, si quieres comida, o
no, si quieres elegir asiento o no, etc. En función de la composición de vuelo
que hagas, el precio irá ascendiendo. Eso si, te permiten llevar una maleta
(porque ya saben ellos que a Turquía sin maleta para meter toda la mierda que
compres en el bazar no se puede viajar). Además de una bolsa de mano, claro
está. Pero eso sí, te pesan ambas cosas, tampoco van a abusar de libertades También
aterrizan donde Cristo perdió la alpargata pero cuentan con buenas conexiones
con la ciudad.
Sin embargo, a partir de aquí ya las cosas empezaron a
diferir de lo habitual con Ryanair. Para empezar se retrasaron media hora en
comenzar el embarque, y casi una hora en salir. Claro yo lo entiendo,
puntualidad turca, no británica, son patriotas, en algo se tienen que notar su
orígenes. Los azafatos, bueno, sin más, ni simpáticos ni bordes, pero ahora,
las de la ventanilla en Estambul… Esas necesitan no un All-Bran sino la caja
entera.
Si tenéis que hacer alguna reclamación prepararos. Porque yo en el
dando las entiendo. Porque claro, te llegan clientes hablando en inglés, y se
les cortocircuita el cerebro. Que hablarlo lo hablan, si, pero de aquellas
maneras. Con acento turco. Y encima se cabrean porque no te entienden.
Pero vamos por partes. Estebamos en que tras una hora
conseguimos despegar. Menudo despegue. Existe la leyenda urbana de que los
pilotos turcos, cuando salen del simulador, tienen que pasar por Pegasus para
entrenarse, que todos son pringadillos recién salidos de la academia. Me lo
creo.
Porque cada vez que quitaba el piloto automático y se ponía a manejar la
aeronave, daba miedito. Ya se por qué no te dan ni una triste bebida. Imagina
que el de tu lado pide un jugo de naranja. Que terror. Me bajo en la primera
parada. Como sería al cosa, que, yo que nunca aplaudo, cuando el trasto aquel
pisó tierra firme me faltaban manos para alabarle, vamos, aplaudía hasta con las orejas porque habíamos
llegado sanos y salvo. Lo malo es que aún me queda la vuelta a casa. Por favor,
por favor, por favor, que no haya tormenta.
Peor lo más divertido de todo es cuando intentas cambiar los
vuelos. Toda una experiencia de “Take it easy”. Porque parece muy fácil, tu vas
a la página web, solicitas el cambio, pagas la diferencia (que se inventan lo
que tienes que pagar), usas los puntos Pegasus esos que te han dado por hacerte
cliente, y te olvidas. Pues no.
Ahora viene lo mejor, cuando vas a pagar, la
página web de devuelve un error. Y te dice que sigas intentándolo. No sigas. No
seas cabezón, que no lo vas a conseguir. Es una lucha inútil, tú contra la
máquina.. El error aparecerá una y otra y otra y otra
vez. Porque la única forma que hay de cambiar el vuelo es ir al aeropuerto o
llamar al número turco (tranquilos hablan inglés).
Y diréis ¿Cuál es el
problema, pues que entre la tarifa de internet y la que ellos te proponen,
cualquier parecido es una mera coincidencia. Son mucho más caros y no puedes
emplear tus puntos pegasus. Ohhhhh, que penita, para una vez que los ibas a
empelar en toda tu vida. Pues nada, morirán en mi cuenta Pegasus Plus que
pienso borrar en cuanto aterrice en tierras españolas.
Pero al historia no acaba ahí, porque, te cobran. Si si, no
te han hecho el cambio pero no tu cuenta el dinero no aparece, aparece en lugar
un cargo, o, en el mejor de los casos está retenido. Bueno, pues esto es que no
les ha llegado, esperaré unos días. Nada, inútil, no va a llegar, no te
engañes.
Lo primero que piensas es poner una queja en su página web, a la que
no te responden nunca. El siguiente paso es llamar a la aerolínea, donde te
dicen que no tienes ningún cambio de vuelos porque no has pagado. Aquí empieza
la pelea. Da igual que vayas al aeropuerto, que les muestres el extracto, da
igual lo que hagas. No vas a conseguir nada. Porque ellos siguen en sus trece,
parecen aragoneses, o les das un número de reserva o nada. Es una pelea inútil,
tú dices que sí, que lo has pagado, ellos que no, y mientras el dinero sigue en
el limbo. Todo esto trátalo en inglés, en el mejor de los casos, o en
inglés-turco, porque a España ni os molestéis en llamar que no vale para nada.
Les enseñas las miles de quejas, con el número de referencia de Pegasus, y no
saben ni lo qué. O les das un número de reserva o se pierden.
Al final, después de
una hora peleando en el aeropuerto, lo único que conseguí fue cabrear tanto a
la turca amargada que me dijo “enough, miss, enough”.
Pero no todo está perdido, al final hay que reconocerles una
cosa, te devuelven el dinero.
Así que, como conclusión, si tenéis que cambiar billetes con
Pegasus, ni os molestéis en mirar la web, llamad directamente y que os digan
precio. ¿Por qué ofrecen un servicio que no dan? Porque esto es Turquía, y aquí
las cosas, son diferentes.
Espero
realmente no tener que gestionar nada más con ellos. Solo quiero que me
devuelvan sana y salva a casita, tal y como prometí llegar ;) Eso sí, con
Pegasus, como decía la del mostrador “Enough” una y no más.
Lo bueno que tiene es que la experiencia me ha hecho valorar
más todavía a Ryanair (I love you, Ryanair). Tanto, tanto que mientras escribía
esto les he puesto un comentario bonito en la página web. Terminaba
Asi “Ryannair, I just hope we can discover the Word together”
Hubo una época en que los
viajes se garabateaban con el movimiento del tren como fondo, con un paisaje
pasando vertiginoso a través de la ventanilla, con el chiflo de la maquina
estacionada en la vía muerta, anunciado una partida, con ese olor a grasa y humo
que impregnaba todo el anden. Este medio de transporte era el principal medio
de comunicación de Europa. Entonces, los automóviles, apenas eran capaces de
cubrir cortas distancias.
Pero si nos
obligaran a recordar uno, pocos ferrocarriles se
manifestarían ante nuestra memoria como el Orient Express, símbolo de lujo y
confort, de mito de aventura. Este convoy partía de París y cruzaba toda Europa
para acabar su travesía en la exótica y desconocida Constantinopla.
Con el
reclamo de la belleza visual que poseen los grandes monumentos situados
alrededor del Cuerno de Oro, los pasajeros bajaban sus maletas en la estación
de Sirkeci Gari. Ante ellos, un hermoso Hall se eleva en altura, y el efecto,
producido por la luz al atravesar sus vidrieras y sus arcos los dejaban
asombrados.
La arquitectura otomana que
luce la fachada de la famosa estación sigue igual hoy que cuando se construyó,
desde la distancia su portada rosácea presenta, ahora, un aire decadente y
encantador de los edificios míticos. Para la época que se construyó fue un
ejemplo de modernismo ya que poseía luz artificial de gas y calefacción.
Hoy, con el
desarrollo de la aviación el viaje ha perdido sentido y solo nos queda recordar
el asesinato en el Tren de Oriente que Agatha Christie tan magníficamente
describió y esta pequeña locomotora ejemplo de lo que un día significó.
Una de las
muchas historias que vivir en Estambul
Capítulo 7 :
Bursa .
El día amaneció nublado. Negras
tormentas agitaban los aires, amenazando con estropear mi plan del sábado:
visitar la ciudad de Bursa.
Conocida es también como Yeşil
Bursa" ("Bursa verde"), por sus parques, jardines y ubicación en
la cordillera de Uludağ u Olimpo de
Misia albergando antiguamente ermitas y templos. En ella se encuentra la
montaña Uludağ , la más alta del Mármara con 2.543 m. A pesar de su relieve, y no ser muy conocida fuera de Turquía, es la
cuarta ciudad más grande del país.
El trayecto desde Estambul parecía
sencillo. Desde Kadiköy cogería el seabus a Kabatas donde la empresa BUDO
oferta ferris que cubren el trayecto hasta Marmaray. Desde allí, un autobús me
llegaría a la estación de metro de las afueras de la ciudad.
Pero, no podía ser tan sencillo. El
primer seabus a Kabatas no salía de Kadiköy hasta las 12:30. OMG!!!! Y yo que
planeaba estar allí a las 8:30. ¿Y ahora qué?
Pero como dicen las turcas en mi
oficina, Don’t worry, take it easy. Tenía un plan B, el doble era que para
poder llevarlo a cabo necesitaba el doble de tiempo del estimado. Digamos que
iba con la hora más que gusta. Había que darse prisa.
Primera
lección del día: En Estambul todo cambia, siempre hay que tener un plan B en la
manga.
Cogí el primer bus que salía a
Eminönü. No sé si sería por los nervios de no llegar, pero, de verdad, no he
visto nunca conducir tan mal un ferry, y aparcar ni os cuento. Como se puede
necesitar mil y un intentos para estacionar un ferry cuando tienes todo el
muelle para ti solo.
Sentada con el ya tradicional té de
la mañana, la mezquita parecía no acercarse nunca, mientras los minutos se
consumían demasiado rápido. Eran las 8:15 cuando llegamos a Eminönü. Desde allí
hice un sprint a lo Indiana Jones para coger el tranvía dirección Kabatas.
8:25, taquilla de Budo, ya era mi
turno para comprar el billete. Podía casi decir que desafío conseguí… Pues no.
Nada de eso. El ferry de las 8:30 no saldría por problemas técnicos (no había
suficiente gente y no les salía rentable en mi opinión), quizás hubiera otro a
las 11. O quizás no. La compañía no podía asegurar nada.
Segunda
lección del día: En Estambul todo cambia, siempre hay que tener un plan C en la
manga.
Plan B: tomar el ferry de la compañía ALDO que partía a las 10:00 desde…. Yenikapi, para lo cual había que cruzar de nuevo toda la ciudad. Y os preguntareis, si los dos ferrys cruzan el Mármara, y los dos ferrys llegan a la misma ciudad, ¿cómo es que cada uno sale de una punta de Estambul? Pues no lo sé, misterios de la vida, son turcos.
Otro sprint. Coge de nuevo el
tranvía, en dirección contraria esta vez para volver por donde había venido,
hasta Aksaray, dos paradas después del Gran Bazar, para que os situéis. Desde
allí, había que caminar colina abajo hasta Yenikapi.
No sé si lo he mencionado alguna vez,
pero, en Estambul solo tienen sentido dos direcciones, colina abajo o colina
arriba. A pesar de estar al nivel del mar, la ciudad puede dividirse en tres
grandes colinas, una por cada una de las tres partes de Estambul, las cuales a
su vez cuentan con montículos más pequeños. Así que aquí no vale derecha o
izquierda, sino colina arriba o colina
abajo.
Prosigo después de este pequeño
paréntesis. Cuando llegué abajo, me quede bastante sorprendida. No se por qué
espera una estación similar a la de Kadiköy, pero nada que ver. Estaba prepara
para viajes de media-larga distancia, y eso se notaba. La distribución, por
ejemplo, era completamente diferente.
Al llegar aquí lo primero que hice
fue coger un ticket, tipo a las de las máquinas para renovar el DNI en España,
solo que esta vez era para comprar el billete. La máquina, contaba con verías
opciones, todas en ellas en turco, por supuesto, como cambio de horario,
compra, compra inmediata, etc. Dependiendo de la que eligieras, te daban un
número u otro. Por ejemplo, las cancelaciones empezaban por nueve mil..,
cambios eran los seis miles, y la compra los mil doscientos. Encima de cada
ventanilla, había un panel luminoso que indicaba el número. Vamos como en
España
Parece sencillo ¿no? Pues no. Lo
lógico sería que cada ventanilla se dedique a una cosa en concreto, y por lo
tanto, atienda a uno de los tres grupos de números. Pero no, cada ventanilla
atendía indistintamente cancelaciones, quejas, compras, etc. Por lo que su número
cambiaba sin sentido. Iba de nueve a seis mil, a mil, sin ninguna lógica. Así
que ahí estas tú, plantada delante de 10 mostradores que cambiaban
aleatoriamente, intentando que no se te pasara la vez.
Media hora más tarde, cuando solo
quedaban 10 minutos para la salida del ferry, conseguí comprar al fin el
billete. Yo estaba toda contenta, cuando, un momento, 43 TL???? Me han solado
como 15 Euros??? Hombre son casi dos horas de viaje pero aun así, un poco caro
no?
Un momento, BUSINESS????? MIERDA, YA
ME HAN VUELTO A TIMAR!!!!. Y es que, aunque especifiqué la hora, día, trayecto,
y demás, se me olvidó decir que lo quería en clase normal (en realidad no se me
ocurrió), así que la turca me vendió lo que quiso, y me enjaretó un billete en
primera. Pues nada, entre una gente trajeada y hombres se creían importantes,
allí, estaba yo, sentada. Mientras los estudiantes que volvían a pasar el fin
de semana a casa abarrotaban la primera planta.
1hora 40 minutos más tarde llegábamos
a la estación de Guzelundhi. Desde allí se cogía el bus 1-GY (coste 3TL) hasta
Emek, la estación de metro. Es fácil de distinguir. Posteriormente, El metro M1
me dejaría en Emek. Al final llegaba a Busa a las 13:00.
Me habían dicho que no tenía nada que
ver con Estambul, bueno mejor dicho que Estambul era diferente a cualquier otra
ciudad truca debido a la influencia de turistas, estudiantes y hombres de
negocios. Es cierto. Los edificios parecían más antiguos, las calles mucho más
estrechas, y serpenteantes alternaban en sus aceras tenderetes ambulantes con
los porches de pequeños comercios.
La gente se movía entre ellas
conociendo perfectamente el camino, pero yo, estaba completamente perdida. Al
final, no sé cómo, vagando llegué a un gran mercado. Era una especie de Gran
Bazar, solo que, a diferencia del que se encuentra en Estambul este no estaba
dedicado a turistas. Las tiendas de souvenirs habían sido sustituidas por
puestos de cortinas, zapatillas, ropa, joyerías. Era una mezcla entre centro
comercial y mercadillo.
Como ya había recibido mi dosis de
timo por el día, decidí huir de allí lo antes posible. Seguía los carteles de
salida (cikis) pero estos solo parecían adentrarme más en las profundidades de
la bestia. Era un laberinto, no había forma de escapar. Callejeando, evitando turcos,
buscando una salida, llegué al centro, al corazón del mercado. Una típica
plaza, plagada de cafés, un espacio chill-out presente en todos los bazares,
que sirve como punto de descanso para los compradores. Y ahora ¿qué? ¿Como
salgo?
A mi alrededor solo había calles y más calles,
y lo peor aún, un segundo piso se cernía por encima. Estaba atrapada. Me sentía
como los liliputienses de Spencer Johnson más en busca de su queso, cuando de
repente, di con la solución. Ante mí se aparecieron los chicos de “Ask me”.
También existían en Bursa.
Lección
3: En Estambul todo cambia, al final, un soplo de aire, una leve brisa del
Mármara puede cambiar el rumbo de los acontecimientos y tu suerte.
Lección 3: En Estambul todo cambia, aunque parece que
todo va ir de mal en peor, al final, un soplo de aire, una leve brisa del
Mármara puede cambiar el rumbo de los acontecimientos y tu suerte.
Hi guys! Les dije con una sonrisa de
oreja a oreja - estoy perdida, ¿podríais ayudarme?
Ellos, encantados de tener un turista
que POR FIN se acercara a preguntarles, me indicaron como llegar a la mezquita.
Pero no solo eso, el más valiente, se atrevió a acompañarme hasta allí.
Has tenido mucha suerte de
encontrarnos- me decía mientras recorría con seguridad los laberínticos pasillos
del zoco- pues, normalmente, no estamos aquí sino en la mezquita. Pero, como
ahora estaban rezando, no podemos entrar. Si no tienes prisa, cuando terminen
de rezar te explico la mezquita por dentro. Me dijo una vez que llegamos.
Aquello era increíble. Mi tiempo en
Bursa era limitado, pues debía estar cogiendo el ferry a las 18:00, pero
aquella oportunidad no podía desperdiciarse.
Cuando la multitud terminó de salir,
nosotros nos movimos a contracorriente. Lo primero para entrar a la mequita era
quitarse los zapatos, y dejarlos en un armario. Esto en España sería
impensable, vamos nos ataríamos los zapatos al cuello antes que dejarlo sin
vigilancia, ¿y si nos los roban? Pero Turquía es diferente.
Los robos no son algo usual, y la
gente en general es bastante confiada. También es obligatorio que las mujeres
se cubran la cabeza. Si bien en Estambul nadie te dice nada por ir sin velo,
aquí te pueden mirar. Pero no preocuparse si no lleváis uno en el bolso. Junto
al armario de los zapatos hay un armario repleto de pañuelos a disposición de
quien los necesite. Y no, insisto no los roban. Simplemente tienes que coger
uno, y cubrirte como buenamente puedas para respetar sus costumbres.
La gran mezquita Ula Cami fue
construida en S.XV. En sus orígenes el lugar estaba ocupado por domicilio
privado. Sin embargo, la mujer del propietario no estaba de acuerdo con aquella
construcción, oponiéndose a la misma. Pese a su negativa, la mezquita terminó
construyéndose tras su muerte. Sin embargo, como símbolo de respeto, construyeron
una gran fuente en el lugar de la casa donde murió. De esa forma, nadie podría
rezar sobre lo que antes fue su lecho, respetando en parte sus deseos. La pila
además tiene otras funciones como interrumpir el paso del sonido, impidiendo
que los rezos de una parte de la mezquita se transmitan a la otra, servir de
suministro de agua para los rituales de lavado musulmanes, o incluso crear una
atmósfera relajante que facilite la concentración.
Dignos de admiración son así mismo
son las caligrafías arábicas, los
antiguos tapices o los mirhabes, los cuales bañados en pan de oro señalan la
meca a sus fieles.. Tampoco pasa desapercibido el minbar, lugar de rezo del
imán, formado por 6.666 piezas de madera (tantas como versos tiene el Corán),
que representan la vía Láctea, prediciendo incluso las distancias de los
planetas. Algo increíble teniendo en cuenta la época en que fue construido,
hace más de 300 años.
Terminada la visita, ya me iba a
despedir de mi amigo “ask me” pues no quería robarle más tiempo cuando me
propuso enseñarme el resto de la ciudad. No podía creerlo. Aquello era
maravilloso. Guía privado, y encima entusiasta, con verdaderas ganas de
compartir sus conocimientos, y de seguir aprendiendo. Era la mejor oferta que
podían haberme hecho. Puede que no tenga sentido para muchos, pero, para mí
estaba lleno de significa. Podía haberse quedado con sus amigos, volver a no
hacer nada, sentarse tranquilamente en una sombra o volver a casa. Pero no, se
ofrecía a acompañarme por toda Bursa para explicarme en una lengua que no era
la suya (lo que supone un esfuerzo mayor), la ciudad. A cambio ¿de qué? De
nada. De conversación en inglés.
Desde la mezquita me guío hasta el
punto más alto de la ciudad, la torre del reloj, desde cuyo pie se divisa toda
la ciudad. En un principio sirvió como defensa, posteriormente, se transformó
en un cuartel de bomberos, ya que desde ella se puede divisar todo Bursa, así
que, ninguna casa en llamas podría pasar desapercibida para el vigía.
Actualmente tiene una función puramente
estética. Junto a ella llaman la atención cuatro cañones, de los tres son
réplicas y, solamente el central es el original. Debido a su emplazamiento
podía pensarse que tienen una función defensiva, pero no es cierto. Todavía se
utilizan hoy durante el Ramadán, para, al caer la noche, anunciar a los fieles
que la prohibición de comer se termina. Para muchos no-musulmanes, el Rammadán
carece de sentido. Pero hay que hacer un esfuerzo, ponernos en su lugar y,
entenderlo como es.
Se trata de un sacrificio para
purificar su alma, es cierto, pero también es una fiesta. Una vez me contaba
una amiga que, cuando lo haces tú solo, no tiene ese sentido mágico. Le falta
algo. Pues, no solo es un sacrificio, sino también una fiesta, un tiempo para
estar en familia. Al caer la noche, todos se reúnen, esperando oír el los
cañones, para empezar a comer. Porque, por mucho que a mi cabecita le costara
entender, el ese sonido no se asocia a connotaciones negativas. No lo ven como
un preludio de como guerra y destrucción. No es un ruido algo agresivo o
triste, sino dulce, alegre, festivo.
Una vez me hube recompuesto de la
sorpresa de mi último descubrimiento, continuamos la visita. Esta vez nos
desplazamos hasta las Tumbas de Osman Bey y Orhan Bey, padre e hijo. Ubicadas
en lo alto de una terraza, también ofrecen una excelente vistas de la llanura
de Bursa, están las tumbas de dos de los sultanes más importantes del Imperio
Otomano.
Osmán Bey fue el fundador mientras
que Orhan Bey conquistó la ciudad de Bursa para el Imperio. Su ubicación no es
casual. En sus orígenes, allí se alzaba una iglesia cristina. Se trataba de la
construcción más alta del lugar y, su conquista, era la principal ambición de
Orhán, siendo uno de sus sueños poder ser enterrado en ese lugar. Si bien el conquistador
logró en vida su misión, no fue hasta el S. XX cuando un terremoto deteriorara
seriamente este templo cuando se plantearan mover la sepultura de Orhán al
interior del mismo.
Ya que la Iglesia inicial estaba muy
dañada, y aprovechando que había quedado dividida en dos por una grieta, el
municipio decidió remodelarla para construir en su lugar la tumba de Orhán y
una mezquita a su lado. Sin embargo, este segundo templo no era suficientemente
grande para Bursa, por lo que, con el paso de los años, modificaron su función.
Actualmente alberga la tumba de Osman, el fundador del municipio.
Por último nos trasladamos a la tumba
verde y la mezquita verde, dos construcciones visibles desde todos los puntos
de Bursa. Construir la tumba de Yesil Türbe, uno de los fundadores del impero
otomano en un sitio tan visible no es fruto de la casualidad, sino que
albergaba un mensaje político. Con ello le estaban diciendo al mundo que el
Imperio Otomano todavía era fuerte, que nadie podría conquistarles.
Un poco más abajo se encuentra la
mezquita verde. Yo al principio tenía una duda existencial ¿Por qué llaman la
mezquita verde si es azul? No, no son daltónicos. Los verdaderos azulejos eran
de un tono turquesa peor cuando los franceses vinieron a restaurarla, la saquearon, y actualmente las réplicas se asemejan más al
azul cian que al verde.
Con esto acabó el tour por la ciudad.
Mientras todavía asimilaba todos los datos, nos dirigimos hacia juntos la
parada de metro. Su casa pillaba de camino a la estación donde yo debería coger
el autobús al puerto, así que muy amablemente me acompañó asegurándose de que
llegaría sana y salva.
Ya de vuelta a casa, esta vez en
clase turista, no podía creer mi suerte. Tirada como un guiñapo junto a la
ventanilla, entre el barullo de los niños corriendo, el alboroto de las
conversaciones, con los ojos cerrados para evitar las náuseas que empezaba a
producirme el movimiento del barco, hacía balance del día.
Hay veces que tienes suerte, y tu camino se cruza con el de gente
increíble, y solamente puede sestar agradecido al destino por la oportunidad de
conocerles. Este chico fue una de esas personas, y su nombre, ahora, forma
parte de esa reducida lista que guardo en mi cabeza y espero nunca olvidar. El
conocerle me hizo replantarme muchas cosas. Me recordó una parte a mí hace unos
años, mientras que por otra, su valor en dio envidia. Si, valor, pues,
acercarte a turistas desconocidos, y preguntarles ¿Puedo ayudarles? Nunca es
fácil, y más sabiendo que en un 90% de los casos, al respuesta a la pregunta
será un no, muchas veces incluso un no con tono desagradable, pues, pensarán
que lo único que quieres es cobrarles, nada más lejos de la realidad.
Durante el día, por una vez me había
sentido como la mayor. Veía en él un tímido reflejo de mi yo a los 16. Un culo
inquieto que quisiera viajar a todos los sitios, una mente abierta a descubrir
nuevas culturas. Me hubiera gustado darle algún consejo. Y fue en ese momento
cuando me pregunté qué le diría a mi yo a os 16. Instantáneamente me vino a la
cabeza
Era
el lema de este viaje, de Estambul:
Take it easy.
Take it easy.
Entonces lo entendí. Take it easy!.
Relájate, disfruta del momento. Y sobre todo, ordena tus prioridades. ¿De qué
sirve una buena nota, tener un buen trabajo, ganar un buen sueldo? Solo tienen
sentido en la medida en que te acercan a cumplir tus sueños. SI no te gusta lo
que haces, ¿de qué sirve seguir en ello?
Todo tiene un inicio, y un final. A
veces intentamos alargar las cosas, por miedo a los cambios. Nos pasa como a
los liliputienses de Spencer Johnson, tenemos miedo a lo desconocido, a cerrar
un capítulo, porque pensamos que aquí se acabará el libro. Pero más tememos aún
el hecho de empezar a escribir una nueva sección de nuestra vida. Porque
comenzar de cero asusta.
Estos son los momentos de Take it
easy and move on!
Nunca se sabe lo que nos deparará el
camino. Muchas veces lo que parecía un inicio complicado, como este día, o
incluso este viaje entero, puede acabar con un final placentero, feliz. Porque
en la vida, como en Estambul, todo cambia en 50 metros.
Lección
cuarta: Take it easy.
Tómatelo
con calma.
Porque
al final todo puede cambiar,
un
soplo de aire,
una
ligera brisa del Mármara.
puede
cambiar el rumbo de los acontecimientos y tu suerte.
Estambul
es así.
Capitulo 8: Gymkana Express . .
Hoy me
propusieron un reto, una manera diferente de conocer la ciudad. 5 metas que
alcanzar, 5 lugar esparcidos por el mapa que visitar.
Emulando a un
conocido programa de televisión, donde unos concursantes debían deambular de un
sitio a otro de una ciudad o país, siguiendo tan solo unas pistas para
descubrir, en este caso la capital Turca, lugares interesantes, originales, románticos
o con un encanto especial. En definitiva verdaderos tesoros escondidos situados
fuera de los circuitos turísticos habituales.
Primer
punto: Mercado del pescado (Balik Pazari).
Pistas: En una ciudad rodeada por el mar como Estambul
el pescado es un producto omnipresente. A aquellos que les guste llenarse los
ojos con las mejores viandas del mar les recomiendo tres mercados. En este, el
pescado se muestra de madrugada y dura hasta que se acaba la mercancía debajo
de un famoso puente.
“Las pescaderías
existen, y esta es la prueba”.
A las 5 de la
madrugada, los barcos pesqueros regresan de faenar. Con sus bodegas abarrotadas
de pescado se agolpan junto al puerto de Yenikapi para distribuir la mercancía
y suplir de “balik” a toda la ciudad. Estos pececillos son posteriormente distribuidos
a diferentes mercados. Aquí surgía el primer problema.
¿A qué mercado se
refería? Algunos de los más importantes son:
Balik pazari, una calle
situada junto Galatasaray university, en el corazón del Estambul más profundo.
En ella se agrupan pescaderías, y restaurantes.
Galata bridge: Pescaderías
que, escondidas bajo el puente Galata, constituyen un punto de
atracción para turistas, quienes suelen acudir hambrientos en busca de su
“balik ekmek”.
Balik ekmek: Los balik ekmek estan considerados como una de las
100 mejores propuestas de comida callejera alrededor del planeta.
El también
llamado el kebab de pescado nació con la caída de los intermediarios
portuarios: los pescadores de Estambul decidieron vender (y cocinar) sus
capturas directamente a los hambrientos estibadores del muelle, instalando
humeantes planchas en sus barcos junto al puente de Galata. Actualmente, este
sigue siendo el mejor punto de la ciudad para embadurnarse las manos con un balik ekmek chorreante, por unas cinco liras
turcas (2,15 euros). Un filete de pescado frito envuelto en crujiente pan de
pita con lechuga troceada, tomate fresco, cebolla cruda y un generoso chorro de
limón recién exprimido. El acompañamiento para valientes se sirve frío y en
vaso: salgam, jugo de pepinillo.
Fish Bazar de
Yenikapi, junto al puerto Yenikapi desde donde salen ferrys a
Bursa Badirma y Yalova una serie de pequeños tenderetes exhiben la mercancía
del día. Pescados frescos te saludan, mostrando orgullosos sus agallas,
mientras comerciantes te dedican la mejor de sus sonrisas.
Cuando caminaba por sus callejuelas, una imagen me
conmovió, al tiempo que me hizo plantearme muchas cosas. Era algo muy simple,
un vendedor agachado junto al niño en silla de ruedas, jugando con un pescado
vivo. En un barreño de agua, la caballa nadaba, sin ser consciente de qué
ocurría a su alrededor, mientras el pescadero le enseñaba al pequeño a
“pescarla”. Ambos reían juntos, al tiempo que un sorprendido padre fotografiaba
la imagen.
Esta escena me volvió a trasladar a otro libro. De
repente me había transformado en la Mary Jean de Fish!
en el momento en que conoció por
primera vez a Lonnie. Cuando leí el libro de Stephen C. Lundin Y Harry Paul la
moraleja me pareció muy interesante; disfruta con tu trabajo pues eso te
llevará al éxito. Sin embargo, para mí era algo difícil de aplicar.
¿Cómo hacer de tu trabajo un placer? Imposible. O
eso pensaba hasta que llegué a tierras turcas, y realmente encontré a gente
capaz de amar, disfrutar y reír con lo que hacen. Pero no solo hablo de ese
vendedor de pescados, sino de toda la gente que trabaja en el zoco, por
ejemplo, quienes se levantan al punto de la mañana y solo descansan cuando el
último de los clientes se ha recogido ya en el hotel, más allá de la caída del
sol.
Sin embargo, vayas a la hora que vayas, siempre los encuentras
con una sonrisa, dispuestos a reír, porque aman lo que hacen, porque ellos si
que saben que sólo disfrutando conseguirán el éxito, pues con vinagre no se
capaz moscas, ni turistas. Hablo de esos heladeros cuyas tiendas se encuentran a
los pies del tranvía y que siempre estás haciendo trucos nuevos para llamar la
atención de los visitantes, jugar con ellos, hacerlos reír para, así conseguir
que les compren algo que de otra forma no harían.
Hablo de Özge, la vendedora de filtros de Mavi
Teknoloi, que puede recorrerse Estambul en tacones, sin perder la sonrisa por
muy hechos polvos que tenga los pies, solo para conseguir una venta. Ella se
levanta todos los días a las 6, y termina solo cuando la infinita lista de visitas
por hacer ha culminado con éxito, algo que muchas veces cuando el sol ya hace
rato que se ha escondido. Pero, incluso trabajando 12 horas o más afirma que
disfruta plenamente de lo que hace, que se divierte, y que para ella eso no es
un trabajo. Lo mejor de todo, es que consigue trasmitir ese entusiasmo.
Realmente aquí en Estambul, donde la jornadas
laborales son interminables, y el trabajo se convierte en tu vida, te das
cuenta de que lo más importante es hacer algo que realmente disfrutes; es
entonces cuando estas palabras dejan de estar vacías para cobrar pleno
significado. Es en ese momento cuando entiendes que, solo cuando logras
trasmitir ese entusiasmo eres capaz de lograr el éxito.
Bueno, reflexiones filosóficas aparte, mi segunda
meta me esperaba.
La
respuesta correcta es: Galata Bridge y sus Balik ekmek
Pero merece tambien visitar el
Galatasary Balik Pazari ubicado en el
colorista ÇiÇec Pasaji (pasaje de las flores). Una calle cubierta
llena de pequeños restaurantes y encantadoras tabernas donde embriagarse de la
atmosfera turca. Dicen que en ningún otro lugar de Turquia puede competir con
la calidad y variedad de pescado que se vende aquí.
Aquí esta mi
prueba
Segundo punto:: “Un té en mitad de un
oasis”
Una de
las teterias con más encanto de Estambul, desde la calle principal posiblemente
te quede la duda si esta o no esta en ese sitio o si se debe o no pasar, pues
realmente el sitio despista. El patio pertenece a una antigua mezquita construida
en 1790 por un visir. El ambiente, la atmosfera y el entorno son
excepcionales. El humo de las cachimbas elevándose entre la pálida luz invita a
soñar. Entre estos muros no existe la prisa ni ruido solo los murmullos de los contertulios
Esta prueba era fácil, y bastante agradecida. La
tetería Corlulu Ali Pasa se encuentra en el corazón del Gran Bazar, junto a la
mezquita. En concreto la calle es Divanyolu Cadessi, pero, a pesar de lo
laberíntico que este mercado, es imposible no encontrara. Y si la encuentras,
es impensable no detenerte a tomar un té en ella. El olor a humo de cachimba
inunda la estancia, impregnado las alfombras que adornan el espacio. Un edén
para descansar tras un duro día de compras.
Se trata de un espacio semi-abierto, decorado con
tapices y alfombras. Viejas teteras reciben al turista inundando la entrada de
aromas. En ella no hay taburetes, sino sillones. Las cachimbas ambientan a la
par que decoran el local mientras que música de fondo contribuye a aportar esa
sensación de relax que contrasta con el bullicio del zoco. Son como el ying y
el yang, las dos caras de una moneda. Y es cierto que, una vez en su interior,
el tiempo parece detenerse, los minutos dejan de cobrar sentido, y una
sensación de calma se apodera de ti. Además, muy al contrario de lo que podíamos esperar, los precios no son nada caros.
Pero no podía dejar que confort impidiera cumplir mi
misión, así que dos tés más tarde, y seis postales escritas continué mi camino.
Prueba numero 3. Lo decía aquel director de Barceló
Existen varios recintos
anexos a mezquitas o edificios antiguos que son cementerios otomanos, con sus
curiosas lápidas gravadas en piedra y coronadas por distintos tipos de
turbantes y sombreros y rodeadas por la vegetación. Es fácil acostumbrase a
ellos y la vida continua alrededor pues tienen mas de románticos que de fantasmagóricos.
Las rosas grabadas en la piedra de las mujeres indican los hijos que tubo en
vida.
Respuesta: Nur –U-Osmaniye
Mosque: “porque para conocer una ciudad es necesario conocer un cementerio, una
iglesia y un supermercado”. Bueno al super voy casi todos los días, así que
tenía que pasar por una de las mezquitas más bonitas de Estambul. Muchos
entendidos dicen que, este templo, ubicado junto a la parada de metro de
Çemberlitas es uno de los más bonitos de la ciudad, haciéndole sombra a la
propia Aya Sophia: Y es cierto. En su interior se respira un ambiente mucho más
espiritual, una paz difícil de lograr.
Con esta sensación dejamos aparte Faith para
trasladarnos a otra parte de la ciudad. Cambiamos de época, y regresamos al
S.XXI visitando el moderno barrio de Beyoǧlu.
Prueba
4. Mercado de los libros: “las mil y una historias”
Teniendo en cuenta que los libros en formato
digital están cada día más sustituyendo al papel o que las grandes librerías han ido desplazando
a las librerías de toda la vida, en muchos casos para desaparecer, para un
amante de los libros este es un lugar en el que sin duda disfrutará. Este mercado
tiene una larga historia. Sahaf, una palabra árabe, es la tienda o
la persona que se dedica a la compra y venta de libros antiguos o documentos
Cerca del instituto Galatasaray, numerosos pequeños
callejones parecen aparecer de la nada. Cada uno de ellos está especializado en
un tipo de productos. En concreto, Sahaflar Carsisi es un pasaje estrecho,
pintado de blanco, cerrado, en cuyo interior se apilar centenares de libros
antiguos en montañas infinitas. Cuantas historias contendrán, cuantos
personajes moran bajo sus cubiertas, cuanto tiempo invertido por sus escritores
esconden. Quizás en alguno de ellos pueda encontrarse la palabra precisa que
describa ese mágico templo de sabiduría.
Otro mercado de libros asentado en torno a un
pequeño patio al que se accede bien desde la plaza de Beyazit o bien desde una
de las calles principales del exterior del Gran Bazar junto a la puerta de
Sedefçiler, es sin lugar a dudas el lugar donde los amantes de los libros
pueden disfrutar curioseando y donde se pueden hacer hallazgos inesperados.
El mercado Sahaflar tiene una larga historia que
data del siglo 15.Sahaf, una palabra árabe, es la tienda o la
persona que se dedica a la compra y venta de libros antiguos, documentos, etc,
y “Çarşısı Sahaflar” significa mercado del libro viejo. En los tiempos
antiguos, las librerías abastecían las necesidades de los estudiantes de las
madrasas (escuelas religiosas), por ello se encuentra alrededor de varias de
ellas.
Tras la construcción del Gran Bazar, en 1460, estas
librerías se agruparon en un área común en el interior y permanecieron en el
bazar cubierto hasta el terremoto de 1894, tras el cual se trasladaron a la
ubicación actual del Sahaflar convirtiéndose en el principal lugar de
distribución e impresión de libros de la ciudad
No sólo se venden libros de todo tipo nuevos y
antiguos:, libros de texto, novelas, diccionarios, textos religiosos, mapas
antiguos, además es el lugar idóneo para adquirir una de esas preciosas
miniaturas otomanas pintadas a mano.
Es posible encontrar tesoros si metes la nariz en el
lugar correcto. Asi encontramos a Mehmet regente de la tienda numero 13: Orient
Shop.
Apenas queda un centímetro de pared por cubrir en
este pequeño establecimiento, tanto el interior como el exterior están llenos
de láminas y manuscritos enmarcados a cual mas bonito.
Entre libros saque el mapa ajado de Estambul (que
también parece viejo pero, que en realidad, tiene menos de mes y medio. Es que
se conserva muy mal, pobrecito), para llegar al siguiente destino:
Quinta prueba Mercado de bisuteria. “un mercado callejero junto al NY de
Estambul”
En la
plaza mayor de un bohemio barrio todos los domingos por la tarde se pone un
mercadillo de artesanía, joyería y bisutería turca muy original. Se forma una
autentica fiesta a su alrededor pues la población local se pasea, se sienta al
orilla del Bósforo a degustar las patatas asadas (kumpir) en un ambiente muy
festivo.
No lejos de Beşitaş, más bien conocido como el New
York de Istanbul, se encuentra el barrio de Ortaköy donde cada domingo los
vendedores sacan los trastos a la calle para crear un mercado ambulante. Por un
día, los toldos cubren las empedradas aceras, y la pata reluce bajo el sol.
Pero el barrio es especialmente famoso por los
Kumpir. Una especie de patata rellena de verduras hervidas, aceitunas, y demás
cosas imaginables y coronada con kétchup y mayonesa. Visto así puede parecer
una guarrería, pero, cuando lo pruebas no está tan mal. Además, es típico, por
lo tanto, no podemos abandonar el lugar sin tomar una.
Habiendo cruzado Estamul de sur a norte, y de este a oeste, pasando por los diferentes barrios Kadikoy, Eminonu, Yenikapi, Fatih, Karakoy, Beyoglu, etc, solo puedo reiterar lo que siempre digo, que Estambul es una ciudad de contrastes.
Ya en el ferry, de vuelta a casa, mientras sentía la
brisa marina, reflexionaba como, de una manera tan tonta, con un juego, había
recorrido en un día toda una ciudad. No podría haber una mejor forma de
llevarme una completa imagen de Estambul antes de partir. Así que solo me queda
darle las gracias a Javier, por proponerme esta gymkana.
Y, decirle que, desgraciadamente no pude encontrar
la prueba extra, el mural donde están pintadas las alas del ángel. Quizás esto
signifiqué que tenemos que volar juntos para encontrar el rumbo. Por eso le
reto a que venga él al mismísimo Estambul conmigo, a que nos perdamos juntos
entre sus callejuelas para encontrar el camino que nos lleve a las “angel
wings”.
Prueba extra: “Alas de Ángel”
La instantánea tomada por la fotógrafa de
National Geografic Boryana Katsarova me
dejó realmente impactado.
Como dice ella “Esta fotografía me quita
el aliento con su sencillo contraste de elementos. Las alas de ángel compuestos
de huellas de manos blancas es exquisitamente hermosa en sí misma. Pero los
elementos: las líneas telefónicas adicionales, la pared de piedra áspera, la antena
parabólica sucia y la persona, la hacen aún más encantadora.
Estos contrastes dan la fotografía una
sensación de patetismo. La mayoría de la gente quiere recortar los cables
eléctricos feos y la antena parabólica. Pero son precisamente estos elementos
"sucios" que ponen en evidencia la belleza etérea de las huellas de
las manos blancas.
Capitulo : Gule Gule Estambul . .
Ahora la habitación está demasiado vacía, y las maletas, con medio zoco en su interior, aguardan la hora de salir hacia el aeropuerto. Hoy se cumplen siete semanas y media de mi llegada a Estambul. Eso significa que mi estancia ha terminado.
Ha sido breve el tiempo pasado aquí, pero intenso, e igual que la propia ciudad se ha caracterizado por el contraste entre los momentos buenos, y los no tanto. El idioma, supuso una barrera desde el inicio, sin embargo, gracias a la amabilidad de sus gentes no fue un obstáculo insalvable.
Como dice el grupo catalán sopa de cabra, hay caminos que no son nuevos y que hay que recorrer solos. Este era uno de ellos. Llegué sola a Turquía para vivir mi aventura personal, sin embargo, en mi camino me encontré con mucha gente realmente magnífica. Özge, Fatma, Metin, Atila,Oguzhan, Ugur y otros miembros de Mavi Teknoloji. No solo me ensañaron los aspectos básicos de los sistemas de filtración de agua, sino que, me hicieron crecen en muchos aspectos.
Me transmitieron su entusiasmo por su trabajo, me demostraron que realmente es posible disfrutar con él; me abrieron las puertas de sus casas, revelándome el verdadero significado de a palabra hospitalidad; me hicieron reflexionar acerca de muchas cosas que nunca me había planteado, tanto personales como transcendentales y juntos intentamos buscar el origen del universo.
Por todo ello solo puedo deciros muchas gracias por haberme acogido como una más entre vosotros, por vuestros ánimos y vuestras sonrisas.
A té, negro, amargo sin azúcar.
A café de puchero.
A yogurt agrio, kéfir, ayran
¿A qué huele?
A pan recién horneado,
A simit y misir,
A sal, a pescado, a frutas y verduras.
¿Qué transmite?
Tranquilidad e inquietud;
Dulzura y picardía;
Hospitalidad.
Estambul se ubica en un lugar privilegiado. Mitad asiática, mitad europea, una mezcla de culturas que le confiere una identidad propia, difícil de comprender, pero, fácil de amar.
Conmigo me llevo mil y una historias escondidas tras cientos de fotografías, me llevo a gente increíble que nunca pensé que pudiera existir; me llevo un poquito más de conocimiento; me llevo una parte de la esencia de Turquía.
Dicen que solo los libros y viajar te permiten ser quien tú quieras. Cada aventura te cambia de algún modo, te enseña lecciones que no puedes aprender en ninguna escuela. Y te enseña a madurar. En este por fin comprendí el verdadero significado de la frase Take it easy.
Good Bye, Istambul. Welcome to Zaragoza.
A lo largo de los días, con tus historias, con tus anécdotas, nos has hecho descubrir el lado más humano, más personal de esta fantástica ciudad.
A todos los que hemos seguido tus aventuras nos encantaría sentir la brisa fresca que asciende desde el Marmara, que atraviesa las ventanas y alcanza los corazones de todos los turcos que te han brindado su hospitalidad.
Nos gustaría introducirnos en el bullicioso Gran Bazar, regatear hasta la extenuación, admirar al anochecer el paso de los barcos por el Bosforo con el sabor de un té en los labios y sentir un nuevo día cargado de magia.
Un día volveremos, como Esponceda, para vestidos de pirata con espada en alto a recitar las estrofas de su poema.
Gracias y que tengas un apacible viaje de regreso con "Pegasus".
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