MOLINA DE ARAGON: CAMINOS DEL SEÑORIO
Comentarios a la carrera MTB MOLINA
Ya me
tocaba. Después de cinco carreras sin averías mecánicas, ni un solo pinchazo, las posibilidades de ello iban aumentando. Y este domingo tocó.
La
carrera empezó después el silbato, muy rápida, como siempre. Rodaba en el
centro del pelotón en la primera y larga subida, siguiendo una rueda muy
prometedora. Iba rápida, me exigía, pero podía seguir su ritmo. El polvo hacia
acto de presencia otra vez y pensé en la ultima carrera de Brihuega.
En el
último tramo, después de un falso llano, la subida se empinaba, y al cambiar de
plato… se clavó. Frenazo en seco al quedarse encajada la cadena entre los dos
platos. Nada más empezar, con un montón de corredores a mí alrededor que
pasaban lamiendo el culo, sin poder agacharme siquiera. Tuve que esperar a que
pasaran todos, hasta el último y la cadena no salía, la “…” de ella.
Cuando
levante la vista no quedaba nadie. Exprimí mis piernas para intentar coger la
cola del pelotón, pero cuando alcance el collado no quedaba ni el polvo. Así
que tendría que hacer solo el resto del camino, eso sí sin polvo.
Conforme
avanzaba solo quedaban, en la cuneta, restos de cuerpos de la batalla. Un
corredor arreglando un pinchazo, otro que se le había roto la cadena y algo
más. Y en el descenso, junto a la furgoneta de voluntarios de cruz roja, un
corredor de Molina se había caído, con rasguños fuertes en el lado izquierdo de
la cara, labio y brazo. Aun así, me pidió la bomba para hinchar la rueda, ya
que se le había salido el tubular de la llanta, y valientemente continuar la
carrera. No se si llegaría a terminarla, porque no le encontré en la llegada
para preguntarle sobre su odisea.
Lo que
más me gusto: el bonito descenso entre pinares desde el Pie del Hombre hasta la
vega y la bajada desde la Torre Aragón.
Lo peor:
lo peligroso en la bajadas, de los bancos de arena que clavaban la rueda
delantera sino andabas con cuidado.
Escuche
en la meta que los lideres habían confundido el camino con el de
cicloturista. Es que van tan rápidos que necesitan más kilómetros. Alguno se
alegraría al verse de repente, el primero.
De nuevo,
gran currada de la organización y voluntarios. Felicidades.
Ahh... me olvidaba. En lo alto de la primera subida tres veteranos ciclistas habían subido a animar a los participantes. Como era el ultimo, se esforzaron aun más. Me fije, principalmente, en sus barriguitas cerveceras que sobresalía redondas.
- Vega chaval, a ver si los coges.
- Duro, duro, dale duro.
Lo que les agradecí de todo corazón el ímpetu que pusieron. Tanto fue que cuando ya había pasado, oí decir a uno de ellos.
- Vamos chaval, que tu eres uno de los nuestros.
Gracias majete, de verdad gracias, porque lo dijiste con cariño, pero me hundiste en la miseria. Solo de verme con unos añicos más y con esa barriga cervecera. Yo que, desde que me apunte a la liga MTB GUADALAJARA he perdido 6 kg de lo que me hacen sufrir. Que no estaba tan delgado desde que entre en el esmoquin de casado. Me sentí hundido.
Bromas aparte, muchas gracias a todos los aficionados que durante toda la carrera nos van animando y aplaudiendo, nunca había competido, y esos momentos me hacen sentir grande. Muchas gracias a todos, incluso a mis contrincantes, que hacen que cada carrera me esfuerce un poquito más. Todos sois grandes. Continuar así.
Ahh... me olvidaba. En lo alto de la primera subida tres veteranos ciclistas habían subido a animar a los participantes. Como era el ultimo, se esforzaron aun más. Me fije, principalmente, en sus barriguitas cerveceras que sobresalía redondas.
- Vega chaval, a ver si los coges.
- Duro, duro, dale duro.
Lo que les agradecí de todo corazón el ímpetu que pusieron. Tanto fue que cuando ya había pasado, oí decir a uno de ellos.
- Vamos chaval, que tu eres uno de los nuestros.
Gracias majete, de verdad gracias, porque lo dijiste con cariño, pero me hundiste en la miseria. Solo de verme con unos añicos más y con esa barriga cervecera. Yo que, desde que me apunte a la liga MTB GUADALAJARA he perdido 6 kg de lo que me hacen sufrir. Que no estaba tan delgado desde que entre en el esmoquin de casado. Me sentí hundido.
Bromas aparte, muchas gracias a todos los aficionados que durante toda la carrera nos van animando y aplaudiendo, nunca había competido, y esos momentos me hacen sentir grande. Muchas gracias a todos, incluso a mis contrincantes, que hacen que cada carrera me esfuerce un poquito más. Todos sois grandes. Continuar así.
A la llegada, la niebla hizo encender los faros. El termómetro marcaba los 8ªC. La dureza del páramo Alcarreño. Parece un avistamiento OVNI. |
Castillo |
Parking, preparando las monturas. |
Momentos antes de la salida. |
MTB MOLINA DE ARAGÓN
I Encuentro MTB Caminos del Señorío
I Encuentro MTB Caminos del Señorío
El Castillo de Molina de Aragón y su conquista por el Cid.
Faltaban
tan solo una hora para que se pusiera el sol. Cinco jinetes manejaban sus
cabalgaduras sigilosamente en lo alto del collado, asomándose solo lo necesario
para ver sin ser vistos. Lucian cotas de mallas y espadas fijadas a la silla.
Ningún emblema ni referencia. Cinco magníficos caballos, musculosos sin ápice
de grasa y bien entrenados.
Así
permanecieron, hasta que las tinieblas del ocaso determinaron el momento de
volver.
Sus
exploradores le habían contado la situación, pero El quería verlo en persona. A
la mañana siguiente, junto a su hombre de confianza, pariente suyo y mano
derecha cabalgaron por un bosque de pinares, con gran
presencia de sabinas albares, tanto silvestres como negrales y rodenos y por un empinado risco de
arenisca.
—Ya estamos
suficientemente cerca —le dijo cuando se encontraron en la cima.
Rodrigo
Díaz tiró de las riendas de la yegua que ahora cabalgaba y miró hacia el otro
lado de los prados, hacia donde la impresionante Alcazaba medieval se cruzaba
en su camino. La presencia desafiante desde esta perspectiva la hacia más
grandiosa.
Magnifico vídeo realizado por Miguel Ángel Langa sobre el Castillo de Molina utilizando la técnica de Timelapses en la pagina http://www.molina-aragon.com/
El
Campeador, fiel a sus ideales buscaba siempre el combate en tierras abiertas,
confiaba en la rapidez de sus movimientos gracias a su caballería ligera, magníficamente entrenada. Por eso dudaba en encerrar a su tropa y sus caballos
en castillos pequeños. Tampoco le interesaba conservarlos guarnecidos, porque
necesitaba a la totalidad de sus hombres para sus continuas incursiones,
revueltas, correrías y emboscadas.
Sin
embargo, El Cid necesitaba una fortaleza como la de Molina como descanso para
su mesnada de las continuas travesías, un lugar amplio y resguardado, dotado
con suficiente agua como la que proveía la dulce del río Gallo, prados frescos
para sus caballerías y abundante provisiones en los bosques cercanos como
ciervos, jabalís y conejos, diferente viandas como las producidas por sus vegas
y las sabrosas truchas del río Tajo muy cercano.
Necesitaba
un lugar de refugio sólido, ideal para el reparto de los trofeos y botines conseguidos,
la convivencia de sus huestes y delante de él, Molina le ofrecía todo esto y
una muralla casi circular, asegurada por una torre La de la Soledad y sobre una
atalaya natural una torre adelantada. Las puertas, suficientes para dar salida
a numerosas caballerías a campo abierto y los montes limítrofes.
Su
experiencia le había enseñado a calcular las dificultades para hacerse con
aquel reducto.
-
Trescientos
– dijo al cabo de un instante.
-
Lo
mismo diría yo. – Alvar Fánez de Minaya señaló con un dedo- aquel flanco será
de arqueros, habrá lanceros también llevaran espadas.
-
Será
muy difícil…
Para nosotros también.
…Mañana, poco antes de que el sol
este en lo más alto, todos deberán estar formados, preparados para la batalla.
Nos posicionaremos en tres flancos, sobre los tres cerros que dominan el
terreno, la infantería primero y en la línea superior, cortando el horizonte,
la caballería con todos los estandartes. Hacerlos ondear al viento, que se
vean. Que sepan que estamos aquí y quienes somos. No iniciéis movimiento. Solo
que nos vean.
-
¿Qué
opináis vos? ¿Qué podemos tomar este castillo?
-
El
castillo no. Seguro que no. Habría mucho derramamiento de sangre. Seria una
carnicería. Estaríamos expuestos mucho tiempo a las saetas enemigas. Y si levantamos
sitio, seria muy largo. Los inviernos en estos lares son muy extremos.
Enviadles un heraldo. Expresadles que los recibiré esa tarde,
a última hora, en mi tienda.
Vendrán, sentirán curiosidad.
Bajo el dominio andalusí, la ciudad perteneció al
Califato de Córdoba, que debido a la distancia para gobernar tan extenso
territorio, creó un sistema de reinos de taifas, unos territorios
administrativamente considerados independientes, que en el caso de estar en
frontera con los reinos cristianos adquirían también el nombre de marcas.
Así, Molina pertenecía al extremo noroeste de la
Marca Media, y limitaba con las de Zaragoza, Medinaceli y Santaver.
El territorio molines contaba con un nivel de
riquezas suficientes para mantenerse independiente frente a sus vecinos reinos,
suficientes para contar con un no despreciable ejército, ofrece agasajo y
hospitalidad a cuantos transitan entre el reino de Valencia y las tierras
castellanas. Esto significaba un rico comercio.
Poseía una de las vegas más fértiles de todo el
territorio, merced a un complejo sistema de regadíos, con dos puntos de
captación principales, desde un azud. Molinos e incluso unos baños.
Hay pequeñas minas de hierro donde obtienen el
material para una actividad económica en aumento: la forja y la herrería. Pero
la principal pujanza financiera la obtenían del aprovechamiento de las salinas próximas.
Su gobernante, alcaide o caid, Ibn Galbun, en
castellano Abengalbón, tenía fama de poseer fuertes riquezas propias, fruto de
decisiones inteligentes y no obedecía a poder superior alguno.
En las proximidades del Castillo-Alcazar se
encuentra un territorio de naturaleza silvestre, agreste e indómita, con bosques
de especies mediterráneas de media y alta montaña, con uno de los mayores
conjuntos de cañones fluviales del interior peninsular. El río Tajo alcanza
aquí su juventud, acaba de nacer en los cercanos Montes Universales, y se
vuelve impetuoso, osado y rebelde. Horada montañas para formar cortados y
serpentea pausado para formando pozas que invitan al baño.
Decidido, a tan solo dos horas, excava un
espectacular barranco en forma de hoz.
Los cielos
se tornaron color pizarra, con unos toques dorados bajo los rayos del sol del
atardecer. Cuando Abengalbón y su
comitiva de acompañantes divisó el campamento, la suave brisa hacia ondear
mansamente los estandartes. Una profunda zanja rodeaba la colina y troncos de
árboles cortados estaban apilados para convertirse en estacas afiladas. Dentro
del perímetro, las tiendas se alzaban en hileras ordenadas. Detrás de este, se
levantaba otro campamento más caótico, desordenado y sucio donde las cabras y
los perros hambrientos erraban libres.
En el
centro, la carpa más grande, un pabellón dorado, un regalo del emir de Zaragoza,
como agradecimiento a la cooperación en la batalla de Alcoraz contra los,
cada vez más envalentonados aragoneses, el Campeador y todos
sus capitanes y hombres fuertes, desde Alvar Fañez de Minaya a Martín Antolínez aguardaban
reflexivos en amplios butacones.
El lienzo
que cobijaba la puerta osciló para dar paso al alcaide y a tres escoltas que lo
acompañaban. Los cuatro vestían con elegancia, sin ostentación, con túnicas de
tonos amarillos o azules, adornados con encajes color mantequilla. A la invitación
se sentaron y en señal de bienvenida, dos jóvenes les entregaron zumos de bayas
y dulces.
-
Habéis
sido sabios al venir a hablar, caid.- Tomo la palabra El Campeador.
-
Nuestras murallas son consistentes;
Cidi; nuestros guerreros, orgullosos y fieros; nuestro pueblo valeroso. Por
nuestras venas corre la sangre del mismísimo Abderrahman, que creó y agrandó el
imperio islámico. Aquí no encontrareis una conquista fácil.
-
Bien. Me alegra que sepáis quien soy.
A mis soldados les sentara bien pelear un poco.- Los capitanes se miraron entre
ellos y asintieron sonriendo. - A los
que no matemos, los someteremos, los utilizaremos para reconstruir las ruinas
que dejemos, las mujeres servirán en casas de placer donde los hombres pagaran
bien. Si es sangre lo que queréis, tendréis sangre.
El color moreno de
la tez de Abengalbón desapareció
por unos momentos. Abrió las manos en tono conciliador.
-
¿Por
qué tenéis que hablar con palabras tan duras? ¿Por qué tienen que morir tantos
hombres cuando los vais a necesitar hasta el último de ellos, para conquistar
el reino de Valencia que tanto ansiáis? ¿Por qué malgastar vuestras fuerzas en
una muralla infranqueable, si no tenéis nada en contra nuestra?
Os deseamos lo
mejor para esta empresa y como prueba de ello, os traemos un regalo.
Un arcón de madera con ribetes y clavos dorados hizo
su aparición y se depositó en los pies del Campeador.
-
Son para vos, treinta y dos mil dinar de oro, como gesto de amistad por
parte de los vecinos de Molina. Es mejor el oro que se entrega como regalo que
el que se recoge con sangre. Tomadlo, y seguir vuestro camino a Valencia.
Antolinez se adelantó y con cuidado abrió el cofre. Tal
como reveló, estaba repleto de oro, monedas nuevas. Cogió un puñado de ellas y
las dejo resbalar entre los dedos chasqueando con el resto.
-
¿Cuantos cofres como este descubriré
cuando os despojemos la ciudad? Parece
que nos conoce bien y que sabe de nuestras intenciones.
El reyezuelo
moro mantenía un pulso con el Cid, sabedor de la suerte que habían corrido sus
hermanos de Terrer, Alcocer, Calatayud, etc…que habían claudicado al paso
despiadado de las tropas de Rodrigo Díaz en su transito por el valle del Jalon.
Los molineses pretendían no ser arrasados por el de Vivar, conservar sus vidas
y la paz.
-
Ninguno, nunca podréis conseguir la
ciudad.
En el ánimo del Cid no quedaba duda de que el
soberano se había doblegado ante él, y una nueva idea se manejaba en su mente.
Si el señor de Molina le prestaba su ayuda, preservaría la vida de sus
habitantes, les pediría una paria o tributo y albergarían a sus tropas a cambio
de la paz e incluso de su defensa en caso de ataques de otros reyezuelos. Pero
todo ello debía hacerlo sin que lo tomaran como una ofensa. Podría descansar
para acometer otras empresas.
-
Yo también tengo un regalo para vos. –
Y cerró el cofre de golpe. – Si vos y vuestro pueblo nos acogéis, Molina no
arderá, no será saqueada y no se molestara a ningún ciudadano. Si atendéis a
nuestras mujeres e hijos, a todos nuestros capitanes, hombres fuertes y nos
protegéis, seréis protegido. Pagareis
una paria o impuesto y en contrapartida viviréis en paz. Regresad con vuestros
hermanos y comunicarles lo que os he dicho. Si son sabios tendrán la paz que
desean.
Abengalbón se puso en pie:
-
Nuestra respuesta la tendrá ya: sea
por paz o por guerra, de lo nuestro, el Cid lo tendrá; y por muy torpe lo tengo
a quien no sepa esta verdad.
Cuando esto oyó Alvar Fánez el Minaya, se sonrío y
dijo:
-
Bien lo veo, Abengalbón, amigo le sois sin
falta, por lo que aquí habéis hecho, vos no vais a perder nada.
Sus compañeros salieron tras él de la tienda, pero
el alcaide volvió la vista antes de ausentarse, e inclino la cabeza en una
señal cortes de despedida. Ya había anochecido, las hogueras ardían junto a las
tiendas dispersas como estrellas. La brisa que los recibió en al campamento se
había vuelto fría. Había luna nueva, excelente pensó Ibn Galbun.
Y de este modo se firmo el acuerdo de alberge y
avituallamiento para los hombres del Cid. Ambas comunidades convivieron en paz.
El jerarca islámico se hizo amigo y servidor inmediatamente del Cid y juntos
cabalgaron por el impresionante cañón del río Gallo, durmieron al abrigo de las
rocas junto a los portentosos cortados del Tajo y se bañaron en la laguna de
Tarabilla. De este modo el héroe castellano alcanzó el descanso que necesitaba
para comenzar su viaje a Valencia. Mientras tanto sus capitanes obtenían
numerosas victorias como la de Alvar Fánez el Minaya en Guadalajara. Pero esta
será otra historia.
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